Pero si Esquivel mostró temple y disciplina en su declaración, su esposa, Gabriela Martínez-Arroyo, fue un ejemplo de bondad e inocencia. Es la autora de los famosos recibos que Soria presentó al juzgado para tratar de demostrar que pagó las rentas del chalet, 1.600 euros a tocateja cada mes. La señora Martínez-Arroyo admitió, sin que nadie se lo pidiera, que le habían llamado la atención sobre algunas meteduras de pata durante la fase de instrucción, como reconocer que a los Soria se les dispensó un trato de favor o no haber podido explicar con credibilidad cómo fue posible que errara en las fechas de varios recibos al cumplimentarlos como lo hizo. Y ella sabe cómo lo hizo. La testigo contestó a la fiscal que la apariencia de similitud gráfica y cromática de esos documentos (por llamarlos de algún modo), cumplimentados a lo largo de casi dos años, se debía a que siempre utilizaba el mismo bolígrafo, una pieza que le encanta y que usa siempre. La guarda en un escritorio que ella tiene en su casa de la carretera del centro, a la altura de Tafira, donde, sin embargo, no supo guardar con celo el talonario de recibos. Porque afirmó que en alguna ocasión llegó a perderlos y por eso tuvo que extender varios de ellos a la vez. La esposa de Esquivel restó importancia a que María del Carmen Benítez, la esposa de Soria, llegara a entregarle el pago de ocho mensualidades billete sobre billete hasta completar 12.800 euros. Se los quedaba para sus gastos personales.