Lo que parece sumamente increíble es que la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria no se haya ido Guiniguada abajo durante los cuatro años de mandato de ese portento que se llama Pepa Luzardo. Su actuación de este miércoles con el fantasmagórico vídeo de La Casita es una muestra más de la falta de cerebro político que remata por la parte alta la fisonomía de esta señora, que seguramente escuchó campanas y pensó que eran cascabelitos. Es cierto que Sansó almorzó en La Casita ese 15 de julio con unos señores de Iveco, y es cierto que ese mismo día, pero en horas de la noche, se celebró en un reservado de ese prestigioso restaurante una cena entre socios de una de las UTEs que pretende concursar a la privatización parcial de Guaguas Municipales. Efectivamente, allí estuvieron directivos de Global y de Satocan, pero no había ni un solo empleado de la empresa municipal, ni su gerente, ni cualquier cargo técnico o político que tenga que ver con ella. Lo dicho, Jerónimo, a cuidar a doña Pepa, que es una mina.