De todos los españoles son bien conocidos los nuevos y muy extravagantes intentos de Telefónica de internacionalizarse por los cuatro costados, empezando por el antiguo 003, hoy ni se sabe qué difícil número al que llamar tiene un coste de 35 céntimos de euro. Atrás quedan aquellos tiempos de las centralitas manuales a cuyas operadoras les pedías el número con el que querías hablar, aún a riesgo de que todo el barrio se enterara de tus cuitas gracias, precisamente, a una muy bien informada operadora. Pero te resolvían la papeleta, no sólo facilitándote el número exacto que buscabas, sino también recomendándote algún remedio casero para las hemorroides o dándote un truqui para ese guiso que siempre se te atragantaba. Ahora no, ahora Telefónica te lo complica: llamas para pedir un número y tienes que ser tú el que le diga al operador u operadora dónde está España, dónde está la provincia a la que quieres llamar, la ciudad, la calle y el abonado. Y como no facilites todos los datos completos, te dan un churro. Pero es que, además de esta modalidad desinformativa, hay cosas que son para nota.