Tiene todo el derecho del mundo Ignacio González de defender hasta la muerte incluso la integridad política de Juan Domínguez, vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria gracias a una pirueta más cercana al transfuguismo que a la nobleza, y secretario general del Centro Canario Nacionalista gracias precisamente a esa misma pirueta. Es más, casi diríamos que debe defenderlo a muerte porque lo otro sería someterlo al sonrojo colectivo con que premió hace unas semanas al viceconsejero de Bienestar Social, Melchor Núñez, al que han suspendido de militancia al parecer por no someterse a la disciplina del partido. Porque no nos creemos eso de que Núñez esté gestionando mal, una exigencia nada extendida en la clase política canaria y este viceconsejero no iba a ser víctima de tan estrafalaria excepción. Pero defender a Juan Domínguez entraña ciertos peligros de los que, por cercanía, conoce bastante Ignacio González, y no está el presidente del CCN ni el partido en su conjunto para soportar según qué tipo de conmociones.