Se llama Antonio Alemany, tiene 72 años, y se dice periodista. Se sienta estos días a la diestra de Jaume Matas para responder ante la Justicia por diversos cargos relacionados con la corrupción, particularmente una batería de contratos promovidos desde el Gobierno balear para que el presunto periodista diera brillo y esplendor a la prometedora carrera de su presidente, por entonces el mentado Matas, pero actuando como tapado. Alemany no parece arrepentido de haber participado, también presuntamente, en operaciones destinadas a ocultar sus vínculos con el político al que escribía encendidos discursos que luego comentaba con vibrante admiración en las páginas del periódico El Mundo, donde ejercía como editorialista en los tiempos en que su patrono era ministro de Medio Ambiente o presidente balear. “He sido un periodista rabiosamente independiente y nunca he escrito al dictado de nadie”, declaró este martes Alemany ante un cariacontecido tribunal y un perplejo auditorio que no tuvo más remedio que estallar en un indisimulado murmullo de coña marinera. Porque independientemente de que los hechos por los que este presunto periodista está siendo juzgado sean o no delito, es más que evidente que ha escrito simultáneamente al dictado de dos amos: Jaume Matas y la empresa editora del periódico El Mundo, y lo que es más grave aún, con conocimiento pleno de las partes de cuáles eran las relaciones a cultivar, los bienes a multiplicar y las piscinas a proteger.