Lo que realmente irrita a Soria de la actuación policial no es esa sarta de disparatadas actuaciones que está escupiendo contra ella, sino que haya cambiado radicalmente su forma de tratarlo a él. Hasta hace no muchos años, Soria era un personaje divino, intocable, al que había que tributar respeto y rendir pleitesía. Su reino era tan de este mundo que había muchos mandos policiales que literalmente se lo hacían encima cuando lo veían venir o cuando les llamaba por teléfono para pedirles un favor. La retirada por jubilación, previo paso por el estado de “segunda actividad”, del que fue último jefe superior de Policía de Canarias antes de la derrota de Aznar, Javier Ballesteros, colocaba en la pole position a varios comisarios con posibilidades de ascender hasta la décima planta de la Supercomisaría. Soria y los suyos, mayormente Larry Álvarez, supieron aprovechar muy bien esas circunstancias, hasta el punto de que hasta las denuncias por injurias y calumnias las tramitaban a través de la Brigada de la Policía Judicial, ¡Qué tiempos aquellos!