La presencia de Ángel Ferrera en la Junta Directiva de la CCE en la que se elegía a ese representante en el órgano portuario fue interpretada por los malos malones como un gesto destinado a medrar, y a hacerlo en favor de Germán Suárez y el reparto de poderes históricamente aceptados. Ferrera, de modo oficial, estaba allí en su calidad de presidente honorífrico, lo que no le otorga ni voz ni voto. Otros que sí tenían voz hablaron, y algunos más de la cuenta. Dicen los que le conocen y le quieren, que el gran Salvador García Carrilllo ha desempeñado un papel trascendental en esta elección, y que incluso ha trabajado más de lo que se le pedía. Es un hombre muy temperamental, un viejo rockero al que se le empieza a pedir un poco de mesura dentro del movimiento empresarial.