Ya puede Pepa Luzardo, vicepresidenta de La Caja, y su fiel y leal escudero, Román Rodríguez, ponerse a ingeniar una salida política para el problemón en que las trapisondas peperas ha metido a la entidad. Ordenemos cronológicamente los hechos para ver si encajan todas las piezas: después de que Soria hiciera esa filigrana de cambiar el uso de Pavía de deportivo a residencial y los Reyes dijeran quietas las vacas ahí, aparece en escena la nunca bien valorada Josefa Luzardo, que permuta ese suelo, de titularidad municipal gracias a la vieja expropiación, por El Confital. Los agraciados con la luzardada, los Calderín, venden a Evemarina, ¡oh casualidad!, la promotora inmobiliaria de cabecera del PP. Cuando Evemarina explota (es lo bonito que tiene todo lo marbellí), La Caja se ve en la tesitura de aceptar lo que nunca debió aceptar, que le pagaran con un solar sobre el que ya había una sentencia firme de reversión a sus primeros propietarios. ¿Alguien obligó a la entidad a aceptar las condiciones de Evemarina? ¿Alguien prometió algo a La Caja para que terminara aceptando lo que ahora la Justicia dice que es inaceptable? Porque ahora el marrón se lo han colocado a la entidad, que tiene de vicepresidenta a Pepa Luzardo, la misma que al leer esto dirá que nos tienen que retirar la publicidad por malos malones.