El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
El salmón hoy no colaría
Sólo han pasado cuatro años desde que la magistrada Margarita Varona dejara escapar a Soria del caso salmón. Seguramente lo hizo en la plena convicción de que aquel viaje a Austria (a un concierto) y a Noruega (a la pesca del salmón) en compañía de su señora esposa y de uno de los hijos de ambos era una convención social aceptable dado el puesto que en 2005 ocupaba el imputado y las relaciones que debía cultivar con los empresarios más preminentes de la isla de la que cuyo Cabildo era presidente. Hoy la señora Varona no lo haría, y seguramente lo ha pensado más de una vez tras comprobar cómo ha sido la carrera política del hoy ministro de Industria y Turismo, jalonada permanentemente de escándalos de los que hasta ahora ha salido bien librado por jueces y servidores públicos que, como ella, cayeron en la trampa. Soria engañó a la magistrada, como ha engañado a Mariano Rajoy con la cantinela de que aquel escándalo político y judicial sólo fue una cacería programada de manera perversa por el Partido Socialista a través de su ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, el fiscal anticorrupción de Las Palmas, Luis del Río, y el jefe superior de Policía, a la sazón Narciso Ortega. Que el presidente del Gobierno haya empleado el caso salmón este jueves en la peor comparecencia de su vida refleja dos cosas: la capacidad ya contrastada de Soria de engañar y en transformar sus trapisondas en heroicidades, y la escasa inteligencia de Mariano Rajoy y su equipo, incapaces todos ellos de hacer las mínimas comprobaciones antes de lanzarse al más lamentable de los ridículos institucionales. Porque hasta ahora el PP sólo se había atrevido a agitar el caso salmón en las tertulias y en las entrevistas, pero elevarlo al Diario de Sesiones de las Cortes Generales como hizo Rajoy este miércoles refleja muy a las claras cuál es el tamaño del deterioro democrático que estamos sufriendo. La cara de corderito degollado que puso Soria en su escaño al ser mencionado por el presidente del Gobierno sólo puede engañar a los más desprevenidos. Si la magistrada Varona lo vio se habrá acordado de las horas que lo tuvo delante, mintiéndole como un bellaco (y ella lo sabe) para evitarse un juicio por un cohecho impropio como la catedral de Arucas.
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