El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
La corrupción se salva con el “fuero interno”
Entramos en la tercera fase. Tras descartarse en el Partido Popular que la condición de imputado deba obligar a nadie a abandonar su cargo público y, provisionalmente, la militancia, se pasó a la apertura de juicio oral como barrera infranqueable. Con excepciones siempre, claro. Porque existen casos de excelentísimos y excelentísimas imputados e imputadas que permanecen inamovibles en sus cargos y en su militancia sin que nadie se lo afee ni le obligue a cumplir con el reglamento orgánico. Le ocurre en Canarias, por ejemplo, a Águeda Montelongo, presidenta del PP de Fuerteventura y recién elegida parlamentaria regional, cargo en el que repite y que volverá a compatibilizar con el de consejera del Cabildo de su isla. Montelongo se va a sentar en breve en el banquillo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias para responder por varios delitos relacionados con el caso Patronato, consistente en el pago de cuchipandas y hoteles a altos cargos del PP nacional durante sus visitas partidistas a Fuerteventura. Por este asunto le preguntaron la noche de este lunes en Mírame Televisión al Gran Timonel, y sus respuestas superaron todos los registros por él alcanzados. Y parecían insuperables. Lo vamos a intentar sintetizar ante la imposibilidad de reproducir toda la verborrea que empleó en la respuesta a cada pregunta. Podemos llamar a la nueva doctrina de José Manuel Soria “llegar a la verdad a través del fuero interno”, y consiste tal fórmula en analizar cada caso de corrupción por separado pasando por alto las informaciones periodísticas previas y las pruebas y testimonios que se hayan podido ir acumulando en un proceso judicial abierto. El dirigente político que aplique esta doctrina ha de acercarse cariñosamente al sospechoso o sospechosa y, mirándole fijamente a los ojos, ha de preguntarle: “Vamos a ver, Aguedita, en tu fuero interno, ¿tú crees que actuaste correctamente?” Si la respuesta fuera negativa y se produjera un repentino reconocimiento doloso de los hechos, un piadoso arrepentimiento y el obligado propósito de la enmienda, estaríamos ante un reo de destitución, se ponga como se ponga. Pero si la respuesta es un contundente, “no, José Manuel, tú sabes que en mi fuero interno hice lo que debía: pagarle el hotel a todos esos gerifaltes del partido, así que hazme el favor de no estarme tomando el pelo”, entraríamos entonces en la fase del perdón instantáneo y, consecuentemente, en la siguiente escapatoria: “la sentencia alicatada hasta el techo”.
La sentencia alicatada hasta el techo
No, no bromeamos, aunque lo parezca. Soria le dijo esta pasada noche del lunes a los periodistas que lo entrevistaban en Mírame TV que él invoca el fuero interno de sus presuntos imputados y que si “en su fuero interno” le dicen que han actuado correctamente, él se queda “tranquilo”. Literal. Tampoco bromeamos cuando, en caso de duda, la salida airosa es invocar la sentencia que hemos dado en llamar “sentencia alicatada hasta el techo”. La sacó a colación también el señor ministro. Se corresponde exactamente con la que dictó el Tribunal Superior de Justicia de Canarias sobre el caso Grupo Europa, o más concretamente, sobre la actuación del que fuera portavoz parlamentario del PP Jorge Rodríguez. Como ya saben (y si, no aquí lo pueden recordar) el TSJC absolvió a este acusado tras considerar que el tráfico de influencias por el que se sentaba en el banquillo no tuvo la suficiente intensidad como para condenarlo como pedía la Fiscalía Anticorrupción. Es decir, se dieron por probados los hechos pero el presidente del tribunal alicató de tal modo su sentencia que consiguió que algunos animáramos a la Consejería de Presidencia y Justicia a comprar un influenciómetro, chisme que permitiría a los cargos públicos con tentaciones de ejercer como conseguidores medirse ante cada tentativa. Como esos alcoholímetros caseros que mucha gente usa antes de arriesgarse a coger el coche tras un par de cervecitas y un chupito. Habrían de dotarse de influenciómetros homologados por un organismo internacional especializado en transparencia todos los juzgados de España, particularmente los que hayan de tener que vérselas con aforados.
Cuídate de los periodistas que dicen la verdad
La entrevista a José Manuel Soria en Mírame TV es para repasarla. Porque entre tanto palabrerío que suelta el señor ministro siempre afloran perlas insuperables. Por ejemplo, su defensa de Fernando Clavijo empieza a ser muy empalagosa. Se empeñó en sostener que el presidente canario no quiso decir lo que dijo sobre la moratoria turística a El País. No le valió que los periodistas le encasquetaran el comunicado de Presidencia reiterando las declaraciones. Para comprometer más a Clavijo, aplaudió su iniciativa de suprimir la Cotmac (en realidad se trataría de reformarla, según el presidente) y se metió en un tremendo berenjenal cuando intentó defender la legalidad de la veintena de hoteles de Lanzarote condenados a la demolición por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias. “La culpa”, vino a decir, no es de los pobres hoteleros, “sino de los ayuntamientos, que les generaron falsas expectativas”. Caramba, los mismos ayuntamientos a los que él y Clavijo quieren dar plenos poderes urbanísticos sin control. Siempre comprenderemos ese punto flaco que tiene Soria con los hoteleros de Lanzarote porque no en vano lleva tres años veraneando en un hotel ilegal, el Volcán, tan ricamente. En su incansable diarrea verbal, Soria tuvo otros deslices muy interesantes. Vamos a destacar uno más, una anécdota que contó con el salero que le caracteriza. En una conversación no datada con un importante editor de prensa, éste le preguntó al ministro cómo le trataban los medios de su grupo. “La verdad es que bastante mal”, dice Soria que le contestó. “¿Y eso por qué?”, le inquirió de nuevo el editor. “Porque dicen cosas falsas sobre mí”, contestó el ministro. “Pues no te preocupes, José Manuel, tú preocúpate cuando digan de ti cosas que sean ciertas”. La anécdota tiene su enjundia porque, de ser cierta (es de común conocimiento la facilidad que tiene el ministro para la trola), denota el poco respeto que le tiene ese editor y el propio ministro a los periodistas. Pero encierra una trampa que ni siquiera Soria ha sido capaz de descubrir. Cuando el editor le advierte de que sólo debe preocuparse cuando los periodistas escribamos cosas suyas que sean ciertas, ¿a qué se estaba refiriendo exactamente? ¿Conocía aquel editor “cosas ciertas” de José Manuel Soria que ninguno de sus periodistas había publicado aún?
Turista 13.000.001: vuélvase p’a su casa
¿Limitar la llegada de turistas? Y eso, ¿cómo se hace? ¿No estaría hablando de camas? La piedra que Fernando Clavijo arrojó este domingo sobre las plácidas aguas del estanque veraniego al que nos enfrentamos ha provocado un debate tan interesante como recurrente. Interesante porque permite conocer el estado de opinión de los cuarteles: los cuarteles políticos, los cuarteles empresariales, los cuarteles sindicales y la opinión del público municipal y espeso, que también tiene derecho a pronunciarse. Y recurrente porque no ha habido legislatura en estos peñascos que no se haya visto salpicada en algún momento por una invitación a revisar el modelo turístico, y generalmente con resultados parecidos a cero. La reacción de las dos patronales más fuertes del sector turístico ha sido desigual. La de Tenerife, Ashotel, ha sido cariñosa y complaciente: mira Fernando, la entrada de turistas ya está limitada por el planeamiento de cada ayuntamiento y por los planes territoriales de cada isla. La de Las Palmas, un poquito más ácida: presidente, pensábamos que usted era un liberal, ¿cómo nos sale con estas? No estará usted pretendiendo una nueva moratoria, ¿verdad? Aunque al principio intentaron enmendar la plana al periodista al que Clavijo le dijo lo que le dijo, lo cierto es que el comunicado lanzado la tarde del lunes por Presidencia del Gobierno no dejaba lugar a dudas: hay debate turístico y ese es el primer debate que quiere poner el nuevo presidente sobre la mesa. Pues adelante. Lo primero será aclarar los conceptos: ¿hablamos de turistas o de camas? Porque no parece posible fijar un tope de visitantes a no ser que la Guanchancha se despliegue en cada aeropuerto y en cada puerto con un contador de personas y, al llegar al turista 13.000.000 no deje pasar a ninguno más. “Usted, vuélvase por donde vino”, diría el guardia de turno al 13.000.001. La otra aclaración pertinente sería la del número. ¿Son muchos 13 millones durante los doce meses del año frente a los 13,5 millones que recibe Baleares con menor población y sólo durante cuatro meses? Y, por último, ¿quién decide lo soportable por cada isla?
Una marca de turismo ambiental
Sostiene Fernando Clavijo que es cada isla la que debe decidir cuáles son sus límites turísticos, cuántos visitantes quiere o puede recibir cada año. Lo ha hecho Fuerteventura, recalca el presidente, con 2,5 millones; y lo ha hecho Tenerife, con 6. O sea, que ya tenemos 8,5 millones a falta de saber hasta dónde querrían llegar Lanzarote y Gran Canaria, los otros dos destinos multitudinarios. Si el límite se situara en los 13 actuales, a ver quién le dice a la dirigencia grancanaria que se tiene que conformar con tener 1,5 millones menos que Tenerife. De ahí que, de inmediato, haya circulado la cifra mágica de 18 millones de turistas sin que nadie haya explicado de momento cómo se llega a ese tope. Si es una cuestión ambiental, quizás el debate deba ir acompañado de otros aditamentos, como mayores exigencias de sostenibilidad a las urbanizaciones turísticas en materia de tratamiento de aguas o utilización de energías renovables, lo que nos vuelve a colocar ante el terror de los mares atlánticos: el ministro de Turismo y Energía, mira tú qué casualidad, que se ha empeñado en meternos el petróleo por los ojos para que nos olvidemos del enorme potencial eólico, solar y hasta hidráulico que tenemos y que, gestionado con inteligencia, reforzaría nuestra imagen de destino turístico sostenible para poder seguir creciendo en esa industria con un menor consumo ambiental. Para eso hace falta un Gobierno que planifique territorialmente y estratégicamente, que refuerce su papel como garante de un modelo turístico diverso pero potenciado bajo una misma marca, y no una suma de originalidades de cada concejal de urbanismo, de cada consejero insular o de cada cacique local. Por eso vuelve a ser un disparate hacerle caso a Soria y acabar con la Cotmac y con el papel estratégico del Gobierno.
Emalsa: ni agua ni luz
La primera rueda de prensa de verdadero calado de su mandato la ofreció este lunes el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo, para propinar una enérgica sacudida a uno de los asuntos más sangrantes de la historia del Ayuntamiento de la ciudad: la gestión del ciclo integral del agua. La sucesión interminable de mamoneos (ustedes perdonen por el palabro) que han rodeado a la compañía Emalsa desde que fuera privatizada en 1989 hasta la fecha harían sonrojar a cualquier gestor público que tenga una pizca de vergüenza. Los vecinos de Las Palmas pagan un agua cara, de pésima calidad y que no se depura adecuadamente, a una compañía que se ha dedicado todos estos años básicamente a cubrir el expediente y a tapar el negocio paralelo que corre por sus tuberías: la contratación a empresas de sus socios para ganar dos veces con la misma concesión. Porque el precio del metro cúbico que fija el pleno del Ayuntamiento se compone de una serie de variables entre las que se encuentra el coste del mantenimiento del servicio, adjudicado a dedo a sus propios accionistas privados a unos precios que no son ni del mercado ni de este mundo. Cualquiera que haya hecho un seguimiento de los trabajos de apertura y cierre de zanjas, de mantenimiento o de averías que hace la empresa Ser Canarias, propiedad al cien por cien de los socios privados de Emalsa, llegará fácilmente a la conclusión de que ha habido (y probablemente sigue habiendo) trabajos fantasmas solo ideados para elevar la facturación a la empresa contratante. Sólo cuando se cabrearon los socios privados entre sí y todo entre ellos saltó por los aires el Ayuntamiento simuló que descubría el percal, que se indignaba y que intervenía la compañía. Falso. Después de más de un año de presunta intervención descubrimos, por boca del nuevo alcalde, que la labor fiscalizadora que presuntamente se ha hecho en Emalsa es pura pantomima: no se ha intervenido la gestión de la empresa, que sigue operando con los mismos gestores y los mismos protocolos, y durante todo este tiempo no se ha conseguido llegar hasta el fondo de lo que se buscaba simplemente porque nunca se planteó hacerlo. Ni agua de calidad ni luz que permita ver lo que se mueve en Emalsa. Por fortuna, Hidalgo ha encomendado la gestión del agua y todo lo que fluye a su alrededor a un concejal experto en la cuestión, el biólogo Roberto Santana, técnico del Servicio de Aguas del Ayuntamiento. Veremos hasta donde es capaz de llegar.
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