Desde luego es bastante peregrino sostener que Camps y Costa son inocentes del delito de cohecho impropio por los mismos actos por los que ya se han declarado culpables los otros dos acusados. Betoret y Campos se conformaron hace meses con sus respectivas condenas y pagaron sus multas para evitarse el juicio que se celebra estos días en el Tribunal Superior de Justicia de Valencia dada la condición de aforados de los huéspedes de ese lujoso banquillo de terciopelo instalado especialmente para la ocasión en lugar del duro y muy popular banco de madera. Como resulta igualmente peregrina la versión ofrecida este miércoles por una testigo fundamental, una ex empleada de las empresas de Correa que declaró en la instrucción que los acusados vestían en versión gratis gracias a la trama corrupta. La testigo protegida y con escolta por miedo a represalias, dice que era entonces y no ahora cuando se sentía presionada y emocionalmente inestable porque quería abandonar aquella empresa, y que si sus superiores le respondieron con “eso es para los trajes del hijo de puta de Camps” cuando preguntaba por un apunte contable, era probablemente porque se querían referir a otra persona. No vamos a desperdiciar la ocasión para recordarles que en el caso salmón, otro cohecho impropio de libro, hubo algún testigo del Grupo Anfi del Mar que cambió su versión al verse ante los abogados de José Manuel Soria y Manolo Fernández. Y donde decía que el presidente del PP pasaba sus vacaciones gratis a cuerpo de rey, pasó a decir que pagaba una tarifa especial con 4.000 euros en efectivo que llevaba siempre encima (para que le libren de todo mal). Cortados por el mismo patrón, dicho sea directamente con segundas.