Varios factores tienen que estar confluyendo de manera perversa para que de repente salgan de sus cloacas personajes que creíamos condenados a callar para siempre. Los ultras de Blas Piñar que organizan ese acto en el Palacio de Congresos, con la increible sorpresa de Soria, son un ejemplo de lo crecidos que están algunos desde que gobiernan los suyos. El resto lo debe estar poniendo la crisis porque en momentos tan difíciles es cuando los nostálgicos de cerebro limitado sacan a relucir las excelencias del excelentísimo, al que atribuyen méritos tan innegables como la prosperidad, la paz, la sanidad, la educación y los pantanos, presas o balsas. Hasta el golpista Antonio Tejero Molina se ha atrevido a opinar, incluso a denunciar penalmente a las autoridades que considera están atentando contra la unidad de España. Basta con leer el lenguaje empleado en su denuncia y en sus declaraciones periodísticas para comprender que esta pandilla de fachas no ha pasado la página de la historia en la que decidieron apalancarse para siempre. Términos como contubernio separatista solo es posible entenderlos en su boca. No hace falta que rescaten de la tumba al desaparecido periódico El Alcázar, que otros como La Gaceta, y los camuflados en el postmodernismo como El Mundo, ya hacen el trabajo sucio.