Como si fuera un hecho novedoso, la sociedad lanzaroteña se conmovió nuevamente este domingo al leer en el diario El País un durísimo reportaje sobre los manejos de una parte de sus políticos. Aportó interesantes novedades la pieza, sin duda, pero en esencia venía a ser un magnífico resumen de lo que casi todos los medios de comunicación canarios hemos venido publicando desde que estalló el caso Unión, un escándalo de proporciones hasta ahora desconocidas en las Islas. La reacción no se hizo esperar: este mismo lunes, sin dejar enfriar la tinta de la edición nacional de El País, una parte muy cualitativa de la prensa conejera saltó como un reguilete a matar el mensajero, a quejarse amargamente de la penosa imagen que la isla transmite al mundo por culpa de reportajes como el que nos ocupa. Lancelot Digital, por ejemplo, titulaba su editorial de una manera directa y elocuente: “Otro brutal e indecente ataque de El País”. Las principales quejas del semanario vinculado por la vía televisiva al empresario Juan Francisco Rosa, imputado por el caso Jable, hijuela de Unión, iban referidas a las generalizaciones vertidas en el reportaje y a la exigencia de sentencias firmes, como si lo oído y leído hasta ahora no fuera suficiente como para considerar que en esa isla sobran unos cuantos ladrones. Dicho sea sin ánimo de señalar a ninguno en concreto.