'El Conocimiento'
Jonathan Allen es uno de los escritores españoles más interesantes y originales de los últimos años, aunque también, por desgracia, uno de los peor conocidos del panorama nocional. Atrapado en la por otra parte dichosa condición de hombre de los Islas (Canarias, en este caso), quizá sea este aislamiento, que a pesar de estar en el siglo XXI aún no conseguimos superar, el que le ha condenado a una suerte de ostracismo, cuando su prolífica obra merecería mucho mayor reconocimiento y alcance. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, formado en Inglaterra y francófilo convicto y confeso, Allen ha cultivado el relato, la novela y el ensayo, siempre con un cuidado especial en la forma, sofisticado y elegante, que le emparenta con los narradores decadentes y estelas de la tradición tanto anglosajona como francesa, sin olvidar a los modernistas patrios como el malogrado Alonso Quesada, mientras sus historias tienen a menudo un pie en la realidad y otro en la fantasía, territorios que funde y confunde con ingenio y soltura, creando su propia versión del realismo mágico, extremadamente personal al tiempo que imbricada también en el talante propio de su tierra natal.
Erudito, conocedor profundo del arte y lo literatura, buceador en aguas turbias de la historia y la psicología humana, sin renegar de una cierta fe en lo místico y Oculto, por novelas como El sueño de Praga, Julio y la guillotina o Sangre vieja, desfilan vampiros, fantasmas y monstruos... Pero tratados y retratados con la misma normalidad que los personajes humanos, demasiado humanos, que pueblan también sus argumentos e historias.
Es precisamente esta humanidad, esta ternura y comprensión por el Lodo Oscuro del alma humana, la que preside su nueva novela El conocimiento (Ediciones Idea), en apariencia la que menos contenido abiertamente fantástico propone, pero en realidad una de las más tenebrosas y góticas de cuantos ha publicado hasta ahora. Singular combinación de bildungsroman y feria de monstruos, la historia de Andrés Nimaya, joven burgués de la isla que a punto de cumplir la mayoría de edad y marchar a los Madriles, allá por 1974, se plantea desenterrar el posado familiar para así mejor entender su propio y angustiado presente, se convierte en manos de Allen en un retrato que va de lo particular a lo universal, mostrando en sus breves, concisas y elegantemente estructuradas páginas, cómo la historia personal se entrelaza inextricablemente con la Historia misma, y cómo el conocimiento del pasado resulto esencial si no para salvarnos, sí al menos para comprendernos.
A lo largo prácticamente de un solo día, Andrés descubrirá, junto al asombrado lector, un mundo de fantasmales carnavales de alta sociedad y bajos instintos, gabinetes de curiosidades teratológicas, crímenes del ayer que resuenan en el presente y seguirán cambiando el futuro, nos guste o no. Un mundo isleño pero no tan aislado como pueda suponerse, habitado por los fantasmas de un Holocausto cuyas brasas siguen calentando hoy los espectros nacionalistas y xenófobos de la Europa del siglo XXI, donde el erotismo y el misterio salpican todo, pero donde también la vulgaridad, el aburguesamiento, la hipocresía y la banalidad amenozan con destruir todo amor verdadero, toda búsqueda de trascendencia y libertad individual.
Con El conocimiento, cuyo título debería ya decirnos algo no sólo acerca de la novela sino de un tiempo como el nuestro, que tan poco valora la Historia, la memoria y el conocer nuestro pasado, Jonathan Allen ha creado la que hasta ahora es, quizás, su novela más profunda, madura y personal, consiguiendo un equilibrio perfecto entre el relato realista y la fantasmagoría, salpicado de ironía, esencialmente triste, pero también empeñado en mantenerse erguido frente o la ignorancia, la mentira y la estulticia de un no querer a saber enfrentarse al pasado, que sólo puede condenarnos al infierno de repetirlo tarde o temprano en el futuro.