La ermita de La Ampuyenta, la “capilla sixtina” de Fuerteventura, a examen por su deterioro

Retablo del siglo XVIII junto a pinturas murales en la ermita de La Ampuyenta

Efe

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La ermita de La Ampuyenta, considerada la “capilla sixtina” de Fuerteventura por el numeroso conjunto de pinturas antiguas que cuelgan de sus muros, es objeto de un estudio piloto que busca los puntos negros que pueden ocasionar el deterioro de un templo y unas piezas de arte con cerca de 300 años de historia.

Chus Morante lleva desde los años ochenta del siglo pasado desenrollando pinturas ocultas en armarios de sacristías, reconstruyendo caras de santos y ajustando lienzos antiguos a bastidores con la intención de que el olvido no haga desaparecer el arte sacro que atesoran las ermitas majoreras.

En abril de este año, junto a un equipo de profesionales de la conservación y restauración, la historia del arte, la arquitectura y las ciencias de la información, la restauradora empezó a trabajar en el proyecto Programa de conservación preventiva de la ermita de San Pedro de Alcántara en Ampuyenta, financiado por el Instituto Canario de Desarrollo Cultural (ICDC).

Construida en 1681 por Pedro Medina y su esposa Agustina de Vetancor, esta ermita es uno de los 28 templos declarados Bien de Interés Cultural (BIC) en Fuerteventura.

En su interior aún se conservan pinturas, entre ellas una serie sobre la vida de san Pedro de Alcántara, un retablo del siglo XVIII, un conjunto de pinturas murales, además de un coro con restos de decoraciones pictóricas y un púlpito en el que se representa a los apóstoles.

Una acera moderna, causante de algunos de los problemas de la ermita

En declaraciones a EFE, la restauradora explica que la principal causa de deterioro de la ermita es “la falta de controles periódicos que detecten problemas como la humedad en la parte baja de los muros”, ocasionados por una acera colocada hace diez años con materiales impermeables que “no dejan transpirar la humedad del suelo y acaba saliendo por los muros”.

Esta situación está afectando, sobre todo, a las pinturas murales, que se están destruyendo en la zona baja. Ubicadas a ambos lados del altar, las pinturas fueron elaboradas entre 1773 y 1782 y están consideradas por algunos estudiosos como las más importantes de Canarias. El doctor en Historia del Arte Juan Alejandro Lorenzo Lima las atribuye al maestro tinerfeño Cristóbal Afonso.

El proyecto en la ermita de La Ampuyenta ha permitido desarrollar un estudio de la ermita, de sus condiciones climatológicas y las causas de deterioro. Chus Morante explica que el objetivo de la iniciativa ha sido “estudiar la ermita en sí misma como construcción” y también como contenedor de las “numerosas e importantes” obras que custodia, de las que “también hemos estudiado su estado de conservación, para así averiguar los problemas y proponer soluciones”.

Desde agosto hasta diciembre, el equipo ha realizado estudios de humedad relativa y de temperatura en el interior y en el exterior del templo y también de la incidencia de la luz en las obras de arte del interior, ya que la luz es un importante factor de deterioro.

“Hemos mantenido contacto con todo el personal implicado en el mantenimiento, la liturgia, las visitas, la manipulación de las obras, etcétera”, apunta la conservadora de arte y agrega “ha sido necesario recopilar mucha información para conocer la historia material del edificio y sus cambios, incluidas las intervenciones más recientes”.

Morante ha restaurado muchas de las tallas, cuadros y retablos que se custodian en el interior de las iglesias y ermitas de Fuerteventura. Consciente de que los vecinos de cada pueblo son los mejores vigías de su patrimonio, esta especialista ha buscado también en este proyecto la implicación social del entorno, “una parte esencial en la conservación preventiva”, insiste.

Trabajos de restauración

El estudio plantea una serie de actuaciones que van desde la retirada de elementos dañinos en la fábrica como morteros y cubrimientos como cementos y pinturas sintéticas que “no cohesionan con los materiales tradicionales y, por tanto, se desprenden, arrastrando elementos originales, a veces de gran valor, como las pinturas murales”, explica.

Además, pone sobre la mesa la necesidad de acometer medidas de salvamento en partes de la construcción que se están destruyendo por falta de mantenimiento, como las almenas de la barbacana, un muro de piedra que rodea la ermita y que, si se no se actúa de inmediato, las lluvias de este invierno pueden acabar con ellas en el suelo.

También plantea la colocación de filtros ultravioletas en las dos únicas ventanas que tiene el templo y medidas para evitar la entrada de tierra y polvo, lo que ocurre, esencialmente, a través de las puertas.

Durante estos meses, el equipo ha revisado el correcto estado de los otros bienes muebles de la ermita con la intención de confirmar que no sufren daños o, en el caso contrario, averiguar el motivo que lo han producido.

Muchos de estos bienes se encuentran con gran cantidad de tierra en la superficie, “esto no permite admirarlos en su integridad y causan otros problemas por lo que el estudio que hacemos también trata de averiguar por dónde entra ese polvo en suspensión y como evitarlo”.

Aunque, a su juicio, lo más importante es “proponer y convencer” a los gestores para que se lleven a cabo revisiones periódicas por parte de especialistas o personal preparado para ello.

“Es importante que los organismos gestores asuman la importancia y las ventajas de preservar en detrimento del de abandonar e, incluso, el de restaurar”, insiste y recuerda que “mantener en lugar de restaurar es mucho más económico y sostenible”.

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