Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.
No existe un manual fiable que te enseñe cómo vivir en este mundo. Los seres humanos van improvisando como buenamente pueden y, en el mejor de los casos, logran que su devenir en este manicomio redondo sea lo menos caótico y estresante posible.
Tampoco nunca ha quedado claro la necesidad del ser humano por emparejarse y o vivir en comunidad, cuando a las primeras de cambio los allí reunidos se acaban “tirando los trastos a la cabeza”. Es más, hay quien llora cuando está solo, pero, cuando no lo está, tampoco sabe comportarse…
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En realidad, el ser humano acaba por creerse sus propios argumentos, válidos o no, y mientras tanto sobrevive, normalmente, a costa de los que tiene a su alrededor. Esto último se entiende, porque nuestra sociedad sigue estando escorada hacia un determinado sexo, en detrimento del otro, y ello posibilita, en pleno siglo XXI, situaciones esperpénticas que debieron haber quedado olvidadas tiempo atrás.
Los cuatro antagonistas de la narración cinematográfica.
Dicho todo esto no es de extrañar que los personajes que deambulan por Once Upon a Time in Sad Hill respondan a las señas de identidad anteriormente citadas, aunque ni siquiera sepan cuál es su verdadera situación. Ellas saben que no están viviendo la vida que quieren y ellos reconocen no solo sus debilidades, sino sus carencias, pero donde la ecuación falla es en su incapacidad de tratar de salir de un ciclo que no beneficia a ninguno. Por todo ello, y sumidos como están en una suerte de ensoñación irracional, llegar al cementerio de Sad Hill, mítico emplazamiento de la Guerra de Secesión norteamericana -trasplantado a nuestro país por el director italiano Sergio Leone- supone esa encrucijada perfecta para que los personajes, de una vez, hagan frente a los fantasmas de su existencia.
Sad Hill es el lugar donde el duelo clásico fue demolido y tres antagonistas se enfrentaron. Esta vez no son tres, sino cuatro los que buscarán solucionar su desazón de la manera más épica y radical posible.
¿Hacía falta llegar a tal extremo para darse cuenta de que lo que se debía hacer era cambiar un estilo de vida tan nocivo como demencial? No, pero hemos llegado a un punto en el que la comodidad, la pasividad y la falta de iniciativa han terminado por sepultar los deseos y los anhelos de las personas. Y si algo representa el cementerio de Sad Hill es un obligado punto y aparte, por mucho que se trate de evitar.
Once Upon a Time in Sad Hill es, por encima de todo, un canto a la libertad de expresión cinematográfica, sin pensar en los ingresos de taquilla. Su director y guionista, Rax Rinnekangas, plantea una suerte de conflicto existencial a cuatro bandas y lo inserta en uno de los espacios cinematográficos más icónicos de cuantos se han creado a lo largo de la historia del séptimo arte.
Rodada en cinco idiomas, con antagonistas del norte y del sur de Europa (Finlandia y España), la historia trata de responder algunas de las cuestiones que siempre han rondado por la cabeza de los seres humanos, muchas de ellas basadas en la irracionalidad.
Ni siquiera Sad Hill es un lugar que se sustenta en la racionalidad, sino en la pasión de un grupo de personas por recuperar y mantener la imagen de un lugar que ha permanecido guardada en su memoria desde que apareció en la gran pantalla. Quizás lo que nos viene a decir el guionista y director finlandés es que, por lo menos una vez en la vida, deberíamos llegar a un emplazamiento como el cementerio de Sad Hill y, una vez allí, decidir qué queremos hacer con nuestra vida. El duelo posterior es una cuestión de cada uno.
Toda ciudad tiene dos vertientes; es decir, la que se ve a simple vista, y la que se conoce cuando se vive en ella. Este blog quiere contar lo que sucede en esta ciudad nórdica, tratando de no recorrer los lugares comunes tan del gusto de las guías turísticas. Y todo ello, en lengua castellana.
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