Turismo de sol y charcos: el Gobierno de Canarias pretende actuar en 117 piscinas naturales para adecuarlas al turista

Una mujer se baña en el Charco de La Arena, en Punta del Hidalgo, en el municipio tinerfeño de La Laguna

EFE

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Los charcos de Canarias, la alternativa a las playas de arena cada vez más presente en las redes sociales, van a darse a conocer a los turistas a través de un plan que los pretende mejorar al tiempo que incide en la concienciación ambiental, iniciativa que para los biólogos supone poner en riesgo la fauna y flora de estos espacios.

En Canarias hay 492 charcos catalogados, incluidos en la red oficial de charcos de marea, y repartidos por todo el litoral, sin embargo, una gran mayoría no son recomendables desde el punto de vista turístico, por motivos como la inseguridad frente al mar y un acceso peatonal y en coche complejo.

Por ello, el Gobierno de Canarias trabaja en un proyecto que pretende actuar en los 117 charcos que considera que tienen interés turístico, y sobre los que llevará a cabo un proyecto de actuación individual para potenciar su valor como atractivo natural.

El director general de Infraestructura Turística del Gobierno de Canarias, Fernando Miñarro, ha explicado en una entrevista a Efe que el objetivo general, recogido en el plan director de charcos de marea, es realizar actuaciones, como mejorar accesibilidad, señalización y basuras, que respeten el medio ambiente y las normativas vigentes de urbanización y costas.

Antes de llevar a cabo estas intervenciones “de bajo impacto y reversibles”, que prevé que puedan comenzar en 2023, ha afirmado que se consensuarán con la Consejería de Transición Ecológica para “respetar en todo momento los ecosistemas de cada charco”.

Este proyecto, que tiene una inversión aproximada de 30 millones de euros, pretende potenciar los charcos a través de actuaciones “livianas” que “no modifiquen el paisaje ni el ecosistema” para así “ordenar este reclamo turístico con el fin de protegerlo y poder asegurar su uso y disfrute”

El director general ha asegurado que los charcos ya se están promocionando por si mismos en las redes sociales y a través del boca a boca, al tiempo que ha insistido en que su promoción turística se va a realizar desde un punto de vista de “concienciación con el medio ambiente” y no va a suponer una mayor afluencia de turismo sino que se va a diversificar la oferta de baño.

Ha insistido en que el Gobierno de Canarias no solo quiere dar a conocer los charcos que hay en las islas a visitantes y residentes sino que pretende destacar su riqueza natural para que los bañistas accedan “con más respeto”.

En su opinión, la instalación de “una infraestructura verde” en los charcos que lo precisen no significa urbanizar la zona ni causar ningún tipo de daño medioambiental, pues se realizarán estudios de impacto medioambiental si es preciso y en ningún caso se tocará el interior de los charcos.

Sin embargo, el biólogo marino especializado en conservación y biodiversidad Pablo Martín ha criticado este proyecto de “turistificar” los charcos porque, además de ser “innecesario” pone “en riesgo” y “en manos del turismo de masas” sus frágiles ecosistemas, muchos de ellos mantenidos en secreto hasta el momento.

Pablo Martín ha señalado que los charcos que pretenden promocionar son “bastante inaccesibles” y permanecen vírgenes a la contaminación humana, lo que hace que se mantengan intactos y tengan una rica y diversa flora y fauna.

Según ha comentado, estos espacios son los “criaderos” de muchas especies, como por ejemplo de los meros, sargos y viejas en la Punta del Hidalgo, en Tenerife, la isla que más zonas de baño de este tipo tiene de todo el archipiélago.

Ha advertido que facilitar al turismo llegar a los charcos va a suponer “una contaminación directa” de los mismos por el simple hecho de bañarse en ellos con crema solar, lo que altera la calidad del agua para la supervivencia de especies como algas o erizos, entre otros.

“Cuando un charco se pone de moda a través de las redes sociales al final acaba llenándose de basura”, ha lamentado el biólogo, quien ha puesto como ejemplo el charco del Viento, en el municipio tinerfeño de La Guancha, donde “la presencia de personas lo ha altertado todo y los lagartos persiguen a los visitantes para que les den de comer”.

La facilidad con la que se puede acceder en coche hace que muchas personas vayan hasta allí, lo que, ha avisado, es “un riesgo directo para muchas especies” y, a su juicio, “un ejemplo de lo que no se debería hacer”.

Para el biólogo, si el Gobierno lo que quiere es preservar los charcos lo que debería de hacer es llevar a cabo acciones de conservación para proteger su fauna y flora.

Otro mal ejemplo es el charco del Tancón, también en Tenerife, de moda desde hace años por las redes sociales, lo que le ha llevado a recibir una gran afluencia de personas que dejan desperdicios y que, en su mayoría sin saberlo, han acabado con la vida dentro de este paraíso natural, donde “ya no hay ni cangrejos”.

Olvidarse de una botella ya es un foco de contaminación local y un cementerio de cangrejos, que entran y luego no pueden salir, mientras que las bolsas si acaban en el mar pueden ser ingeridas por las tortugas y hacer que otros animales se enreden y queden atrapados, ha avisado.

De forma similar piensa el ambientólogo especializado en biodiversidad terrestre y conservación en islas Adrián Flores, quien ha insistido en que la simple presencia de personas ya perturba el ecosistema de los charcos, muchos de ellos ubicados en zonas cercanas a acantilados donde anidan aves marinas.

A estos animales, entre ellos gaviotas, petreles y paiños, las molestias sonoras les afectan mucho y pueden hacer que terminen abandonando el nido.

También supone una amenaza para moluscos, como lapas y burgados, para varias especies de cangrejos, esponjas, erizos, estrellas de mar, cangrejos y vacas de mar.

El charco de La Laja, en el municipio tinerfeño de Los Realejos, es, en su opinión, otro mal ejemplo más: ya no tiene algas debido a su éxito lo que hace que otras especies que se alimentan de ellas no puedan sobrevivir.

En contraposición a éste se encuentra el de La Arena, muy próximo y menos conocido, lo que le permite albergar en su reducido espacio hasta siete especies diferentes de peces, como morenas, galas, viejas, fulas, sargos, esponjas e hidrozoos, además de los lagartos, pardelas y gaviotas que se encuentran en el exterior.

Aunque en los charcos de Canarias, de gran interés geológico, no habitan muchos endemismos sí hay especies amenazadas, como las lapas, por el marisqueo ilegal, que se vería incrementado por la identificación de los charcos, ha agregado.

Además, el chorlitejo patinegro, un ave amenazada en Canarias que ha desaparecido de algunas islas, podría verse afectada por una alta presencia humana, ya que es a los charcos donde acude para alimentarse de pequeños invertebrados.

A esta lista de posibles aves afectadas también podrían sumarse el vuelvepiedras y el zarapito trinador.

En vez de actuar sobre 117 charcos, el ambientólogo ha propuesto “sacrificar solo algunos de ellos” en diferentes zonas de las islas de forma “puntual y localizada”, pues esta cifra es “demasiado elevada” y llamará a la afluencia masiva. 

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