Rajoy lo tiene crudo
Dice Rajoy que está dispuesto a dialogar, negociar y llegar a acuerdos para salir del embrollo catalán y se me ocurre que en este caso no es de aplicación el dicho de que más vale tarde que nunca. Porque si algo ha habido durante años es ausencia de voluntad del Gobierno y del PP para poner en piedras de ocho la reforma constitucional/autonómica que todo el mundo venía considerando necesaria desde al menos la primera década de este siglo, por no ir más atrás.
El problema que ahora tenemos tiene que ver con una concepción trasnochada del principio de autoridad, la de cuando Él habitaba entre nosotros; un exceso de juego táctico para ir desgastando al enemigo (los catalanes, o sea) y un mal cálculo al estampar las cartas en la mesa con el sonoro y jubiloso ¡arrastro! y quedar, en efecto para el arrastre. Y también cabe relacionarlo con el deseo de Rajoy de quedar en la historia como quien metió en cintura a los catalanes. Algo que, se está viendo, queda fuera del alcance de la derechona que no propone sino trata de imponerse, ya saben como es. Esto no quiere decir que no le echemos a los catalanes de comer aparte ya que lo procedente es distribuir las raciones.
Ya he recordado no una ni dos veces el origen de esta última entrega del conflicto en la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional (TC) contra el Estatuto catalán reformado, después de cumplimentar absolutamente todos los requisitos y trámites exigidos por la ley y sufrir los correspondientes “afeitados”. Una instancia, el TC, que no figura, si no estoy mal informado, a la organización regular de la Justicia, lo que refuerza su condición de instrumento del Gobierno al que recurrió éste para darle un buen capón a ver si se enteran de lo que vale un peine.
Esta función instrumental, ya ven ustedes lo que son las cosas, hemos de tenerla los canarios bien presente a la vista de lo que cuenta el jurista Normando Moreno en su libro Los derechos históricos fiscales canarios. En él reseña tres sentencias que avalan el blindaje constitucional de los regímenes vasco y navarro, no así el del REF canario que parece no tener perro que le ladre. El REF, según su sentencia 62/2003, tiene un carácter finalista que puede llegar a desaparecer cuando los niveles de riqueza isleños se igualen con los de otros territorios. El TC pasó por alto que el Estatuto de Autonomía de Canarias, en su artículo 46.2, señala que la motivación del REF es “paliar las características estructurales permanentes que dificultan su desarrollo”; el de Canarias, no el de Merimé. Indigna la forma en que el TC pasó de Canarias sin reparar en que las “características estructurales permanentes” de que habla el Estatuto son la escasez de unos recursos y la falta de otros (energéticos, minerales, agua…), la distancia de Europa y de los mercados, las dificultades para aprovechar las economías de escala y qué sé yo. Imagino que Rajoy tendrá algún primo en alguna Universidad que le ilustre de la cierta dificultad para superar esas dificultades, que son permanentes y requieren apoyo económico del Gobierno en aras de la igualdad de los españoles. Este posicionamiento del TC al servicio del Gobierno puede estar indicando que no descarta el PP la eliminación del REF.
En relación a este asunto, debería preocuparnos que los representantes canarios sean unas almas de cántaro. Si los vascos y navarros se pusieron en su sitio para que se les reconociera sus regímenes no parecen los canarios capaces de levantar la voz para poner las cosas en su sitio y no parece que se les haya pasado por la cabeza la posibilidad de que el Gobierno calce por los paliativos a las carencias. Como saben, REF son las siglas de “Régimen Económico y Fiscal” y si la parte económica interesa al común de la gente con subvenciones al agua, los combustibles, la electricidad y demás, la fiscal interesa especialmente al empresariado y fue, nada casualmente, la que se reformó hace unos meses postergando la económica para más adelante. Bien sabemos que con esta gente hay que tener siempre la escopeta cargada.
Y vuelvo con los catalanes.
¿Con quién dialogará Rajoy?
Comencé con una referencia a la voluntad de dialogar y negociar de Rajoy, la que no ha tenido durante décadas. Lo que me alegra pero no sé si es de aplicación aquello de que nunca es tarde si la dicha es buena. Creo que Rajoy confió demasiado en que los catalanes no tirarían tanto de la cuerda y en que con ellos bastaría, en el peor de los casos. Lo que me pregunto es con quien va a dialogar o a negociar. No se percató de que esta vez no es cuestión de pelas, como en tiempos del pujolismo con felipistas y aznáricos. Tanto se descuidó Rajoy que dejó a Soraya Saenz de Santamaría al frente del negociado de inhabilitaciones que debe estar ya estudiando el expediente del mismísimo Messi por si le da por meterles goles al Real Madrid, lo que sería atentar contra la unidad de España.
Quiero decir que, a fuerza de inhabilitar sin tasa ni medida, igual no le queda nadie habilitado para llegar a acuerdos. Con lo que estaría obligado a crear un cuerpo especial de habilitados a tiempo parcial o interinos y rehabilitar incluso a los inhabilitados más peligrosos, lo que sería un buen estacazo a su sentido de la autoridad que le viene de cuando España era Una y dos huevos duros, no tan Grande y nada Libre.
De las tres opciones me quedo con la de crear el Cuerpo Especial de Habilitados, que suena mucho a Montepío o por ahí, para que actúe más o menos como el TC, dándole tono respetable a las cancaburradas de la derechona que nos aflige.
No sabría decirles, la verdad, en qué está pensando esta gente. Como no ha querido dialogar ni tener en cuenta las razones ajenas, que alguna aspiración razonable habrá, no sólo se ha quedado sin interlocutores sino que no sabe cómo explicar la ya larga sucesión, durante años, de manifestaciones absolutamente espectaculares y pacíficas de la Diada. Algo debió sugerirles años ha, como se las ha sugerido a la opinión pública europea a la que, la verdad, no sé yo cómo encajará que el Gobierno niegue a toda esa gente que se ha echado a la calle la posibilidad de votar. Porque mira que se han celebrado referéndums en el mundo y en los países de nuestro entorno, como les gusta decir, sin que el cielo se desplome sobre la cabeza de nadie. Pronto se celebrará el de las islas Feroe y algún otro que no recuerdo ahora mismo.
Y ni les cuento de los medios informativos dedicados a resaltar regocijados los problemas de los organizadores, la ausencia de garantías, de un censo y de organización de la consulta como si no fuera la acción conjunta de las fuerzas políticas de orden (queda por dilucidar qué orden sea ésa) con el Gobierno y la Justicia afín la que ha impedido en todo momento que se arbitren todas las garantías que se exigen en estos casos.
La ruptura social
Una de las imputaciones preferidas de los tremendistas al soberanismo es que ha partido en dos (¿o en tres?) la sociedad catalana. Desde luego, aquello no es lo que era y quienes por edad asistimos más o menos de cerca al proceso catalán desde las cavernas del franquismo debemos admitirlo. Desde esas cavernas no regatearon los demócratas agrupados en la Asamblea de Cataluña su ayuda a quienes luchaban en otros sitios contra el fascismo, al tiempo que, de puertas adentro, movilizaba y unía ideologías, intereses económicos, organizaciones profesionales, movimientos culturales, vocaciones políticas y hasta curas y frailes inquietos, con un abad incluido, dando lugar a una sociedad con agudo sentido de la convivencia y la democracia. Que todo aquello se venga abajo es, desde luego, un drama para toda España. Pero en eso están. La derechona de toda la vida y determinada casta de soberanistas no creen en nada de esto. A la primera incluso le irrita. Ni qué decir tiene que ninguna de las dos partes hacen el menor caso a quienes suspiran, aconsejan y hasta procuran que se entiendan y que a ser posible lleguen a comprenderse a base de seny, cualidad que nadie acaba de definir de forma muy precisa y que para mí es, sencillamente, el sentido común que no sé si los catalanes conservarán en adelante con la que les está cayendo.
Del castigo a Zapatero al callejón sin salida
Pero estaba en que los medios informativos y el Gobierno celebran cualquier contratiempo catalán, el pronunciamiento de jueces y fiscales y las resabidas advertencia de Sáenz de Santamaría como si fuera espléndidos goles de Messi; perdón de Cristiano Ronaldo, en qué estaría yo pensando. Además de sacarle tarjeta roja a los secesionistas, que se han pasado varios pueblos.
Así han logrado los medios crear la impresión favorable al Gobierno de que todo es un capricho de cuatro nacionalistas fanáticos desnortados. Por más que, como ya dije, año tras año cientos de miles de personas se echan a la calle con motivo de la Diada a la que califican esos medios de “separatista” faltando a la verdad y al respeto debido a quienes van a la Diada no a romper España sino a reafirmar su catalanidad y reclamar un referéndum en nombre del derecho a decidir. Un derecho que los enterados de la caja del agua aseguran que no existen porque “decidir”, vaya por Dios es verbo transitivo, o sea, que se decide ir al cine o al teatro y si le echas o no hielo al whisky, no se decide nada en abstracto; lo que ya son ganas de molestar porque lo que se reivindica es el derecho a decidir si se quiere que Cataluña siga con España o coja puerta. Y lo reclama incluso gente que está contra la separación por lo que identificar Diada y separatismo es otra manipulación.
Tanto han insistido por ese lado que no le queda a uno más remedio que dar su versión de cómo se ha llegado a la ruptura social. Nada diré de los esfuerzos de políticos, intelectuales, artistas, profesionales, sindicalistas, curas incluso que bajo el franquismo se esforzaron en crear un clima democrático de convivencia que hizo de Cataluña un ejemplo a seguir. Ya cuando José Luis Rodríguez Zapatero accedió a la presidencia del Gobierno se hablaba de reforma de los Estatutos que salieron adelante sin mayores problemas. Salvo el catalán que fue impugnado por el PP ante el TC que dio la razón al PP sin atender a que el texto había cumplido todos los trámites y requisitos establecidos por las leyes, incluido el referéndum final en el que los catalanes lo respaldaron. Y como el diablo las carga, entre las disposiciones rechazadas por el TC figuraban algunas exactamente iguales a las que pasaron sin problemas en otros Estatutos votados y hasta promovidos por el PP.
La tomadura de pelo encendió a mucha gente pero apagó a muchos de los que batallaron contra Franco, que contribuyeron de alguna manera a crear aquel buen ambiente de sociedad culta y civilizada, proponían una economía acorde con las necesidades e impulsaron el Estatuto. Los vimos tirar la toalla mientras desde posturas radicales les pasaban el fracaso por las narices como prueba de que con los españoles no llegaremos nunca a ninguna parte.
Quienes ganan
Rajoy y su Gobierno no se han lucido, precisamente, con la gestión del conflicto catalán. Pero han conseguido que pase desapercibida la vaporización de los 50.000 millones de euros del rescate bancario (hay quien habla de 70.000) que son, de hecho irrecuperables. Creo que sólo se han reembolsado unos mil y que hay serias dificultades para incrementar esa cifra. Con el ruido catalán ha logrado, ya digo, que no nos acordemos de cuando aseguró que se trataba de un préstamo en muy buenas condiciones que devolverían los mismos bancos sin carga alguna para los españoles. Las seguridades de Rajoy las ratificaron Rajoy, Sáenz de Santamaría, Guindos y algún otro ministro que no recuerdo en este momento, tanto en la tele como en sede parlamentaria. La tomadura de pelo fue de las que hacen época: el préstamo se cargó a la cuentas de los ciudadanos que contemplaban al mismo tiempo el espectáculo de las indemnizaciones multimillonarias a ejecutivos bancarios; por no hablar de los recortes salvajes en Sanidad o Educación. Mintieron a los medios informativos y mintieron al Parlamento. Y de propina la ministra Fátima Bañez con la milonga de lo bien que va todo cuando ya se sabe que tener un trabajo no redime de la pobreza. Para mí que la Virgen del Rocío la está vacilando. No me parece bien que los catalanes se pongan las leyes por montera pero ocurre que son las leyes que el Gobierno pretende utilizar para aplastarlos.
Ya nadie parece acordarse de la corrupción con sus protagonistas cada vez más escaqueados y desapercibidos pero, eso sí, los catalanes son oficialmente unos cabritos. Por cierto, me parece conveniente aclarar que cargar la mano sobre Rajoy en el asunto catalán se debe a que corresponde al Gobierno central tomar iniciativas, buscar el diálogo y hacer propuestas concretas y realizables, en definitiva, considerar que está ante un problema político y debe abordarse como tal. Rajoy ha preferido amenazar con la Policía, los tribunales, las sanciones millonarias, la cárcel, las inhabilitaciones a todo bicho viviente y se ha tropezado con que ese mismo catalán que les decía sensato no agacha la cabeza así como así. Ha plantado cara llegando a excesos que impiden darle toda la razón en una situación que ha rebasado con creces los límites de lo razonable.