Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
El pene, una nueva arma para la desobediencia civil
La revolución es bastante parecida a la felicidad. Todo el mundo la quiere y la busca, pero jamás aparece. O asoma el jocico y rápidamente se convierte, una en dictadura y la otra, en tormento. Mirando a la Historia, la única revolución con continuidad libertaria me temo que haya sido la de Dolores Vargas La Terremoto. Achilipú. Y digo yo que, en estos lapsos convulsos que inspiramos y expiramos, las noticias que hacen honor a su nombre brillan por su ausencia. No hay hombre que muerda a un perro. En general, todo es repetición y resaca, polución acústica y visual, ciclos tópicos y típicos que ya producen tal sopor que pronto me quedaré durmiendo frente a la pared – desprecio los televisores – con un libro caído al suelo y con esa pose tan enternecedora del yayo escorado y sereno de mente en otros mundos. Decía Sisa que Qualsevol nit pot sortir el sol. Oh, benvinguts, passeu passeu, ara ja no falta ningú, o potser sí, ja me n’adono que tan sols hi faltes tu, també pots venir si vols, t’esperem, hi ha lloc per tots. el temps no compta, ni l’espai, qualsevol nit pot sortir el sol. Y así ha ocurrido esta noche de primavera que el sol ha convertido en ese mañana que es hoy.
El árbol talado que retoña
Escondidas entre las páginas de las decenas de periódicos que hojeo y ojeo cada veinticuatro horas para cumplir esa liturgia que me ató al mundo con la intención de ser un contador de historias, ayer, no entre los candeleros que adoro sino a la luz de los candelabros que me alumbran, me di de bruces lee con algo que me hizo brotar. Para la libertad como Miguel Hernández – Retoñarán aladas de savia sin otoño, reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida – brotar en ese tiempo de Germinal donde las semillas como crisálidas metamorfosean en mariposas de los más hermosos colores. Y leí la noticia con estupor pero alborozo, con el alborozo que da el vivir intensamente y te aleja del simple existir en las alfombras del confort. Allí estaban las letras, las palabras, las frases ordenadas para describirme esos mundos que son otros pero están en éste, como decía Aldous Huxley. Y leí y reí. Y reí y pensé. Y pensé, reí y escribí. Porque hay filosofías escondidas en rincones del salón en el ángulo oscuro, como el arpa. Hay que encontrarlas, identificarlas y aprehenderlas como si fueran joyas que un Aladino nos regala después de mucho haberlas pedido. Pero, para hablar de las partes, vayamos por partes.
Un 'músico' callejero
Que todo fue en Madrid. Pero no en las aceras de Alcalá. Que fue todo en la Calle de la Cruz ¡Qué Cruz de calle! Sin almidones ni nardos apoyaos en la cadera. A las 6.00 de la mañana, lo que no quiere significar otra cosa que el asunto y sus trasuntos iban de amanecida, la Policía recibe por parte de unas jóvenes – se desconoce su temperatura – la llamada, aviso, alerta máxima, de que un hombre procedía a tocar el órgano frente a eso que llaman “un local de copas y tanganazos”. No era un músico callejero de los que pasean el arte por unos céntimos caídos en la cachucha. No. El hombre tocaba su órgano, el suyo, el que le había tocado en suerte, que el tamaño no importa y si importa allá cada uno con la dotación recibida. Acabáramos: el elemento, apoyado en la pared, templaba el acero a pulsión de zambomba o trombón de varas. En este caso, vergas o verguillas, que la cuestión no está clara. Se masturbaba en la vía pública, acción ofensiva descatalogada en el Ejército que ni siquiera se ha atrevido a desarrollar Esperanza Aguirre, más dada al alunizaje contra motocicletas policiales. Usando la mano izquierda actuaba el gachó, mientras con la derecha atendía un teléfono móvil. Para que luego digan que los hombres no son capaces de hacer dos cosas al mismo tiempo.
Amable actitud policial
La Policía, generalmente – chulos y maleducados también los hay – mantiene en estos tiempos de entrada, sí, una actitud amable hacia el ciudadano, siempre que las vidas no corran peligro o el contribuyente se eche a correr. Así que, personada la dotación ante el onanista, los agentes pidieron amablemente al caballero masturbador – ¡Qué gran cuadro el de Dalí! – que dejara de menearse el aparato y se lo guardara en su hábitat natural, cerrando cremallera o botones para asegurar tanto su protección como el pudor, la intimidad y el debido respeto al transeúnte. Pero, ¡que si quieres arroz, Catalina!, no sólo no dejaba de darle al manubrio sino que se puso en plan lascivo ante los uniformes, porras y pistolas, susurrando con voz melosa: “Oh, sí, mi amor. Oh, sí, mi amor”. Algo inaudito hasta el momento en la España de las Autonomías. Una paradoja, un auténtico auto sacramental, una experiencia religiosa como la de Enrique: en vez de ser las Fuerzas del Orden quienes esgrimían la porra, era el pajeador rebelde quien la mantenía en erección y fricción continua, sin interrupciones, sin darse siquiera un descanso o un kit kat. Tremendo.
El agente regado
No parece, a tenor de mis informaciones, que el galán fuera un eyaculador precoz ni que tuviera problemas de concentración en su trabajo. El diálogo con los policías se extendió bastante, de modo que el prepucio acudía al glande y volvía a la estación de origen una y otra vez, como un tren de cercanías en incesante ejercicio de transporte, área fundamental de cualquier economía. Seguramente, las voces más xenófobas aprovecharán el episodio para apoyar la política de establecimiento de muros, puesto que este especial corredor de fondo es de nacionalidad peruana y hasta puede que haya subido al Machu Pichu en alguna ocasión. No obstante, la embajada de su país no ha emitido nota alguna advirtiendo que también en aquella montaña mágica le dio por la calentura y el frotar sin estropajo. Decía que el tiempo tuvo su tiempo. No podía ser de otra manera, puesto que se enfrentaban dos poderes: las Fuerzas del Orden y la Fuerza de la Naturaleza desbocada por la testosterona más inconformista. No hay cosa mejor, llegado este punto, que acudir al atestado policial para penetrar – es lo correcto – las profundidades del conato revolucionario o desobediencia civil. Que nuestro peruano se acelera como la derby de Ángel Nieto, incrementa la cadencia de la rumba, notable in crescendo, hasta que expulsa su semen en la mano izquierda del agente encargado de frustrar aquel acto dionisíaco al amanecer. Evidentemente, no tuvo la perspicacia ni la prevención de medir las distancias. El atestado policial es de una genialidad jamás vista en un país donde el surrealismo se limita, y de manera muy burda, a la política y la economía. Así, destaca: “Un líquido de color blanquecino sale de su órgano genital en la dirección del policía antes mencionado, cayendo al suelo y sobre la mano izquierda de este hombre”. ¡Acojonante! Luego, todo fue más predecible y banal: el peruano pone pies en polvorosa, sin quedarse a esperar una posible fecundación, y es detenido cuando tropieza y se precipita al asfalto. Ya en el calabozo pronunció estas sabias palabras: “Muchas gracias mi amor, me salvasteis la vida. Perdón por hacerme caca, es de la emoción”, según ha quedado reflejado en las diligencias policiales. Masturbarse en la vía pública, según el Código Penal, no es delito si no hay “menores o incapaces” delante, momento en el que se convierte en exhibicionismo. Nuestro hombre ha sido acusado de “atentado contra la autoridad”. Se ha omitido señalar que fue pene en mano. Esto, a mi juicio, representa un duro golpe contra el feminismo radical, ya que la vulgarmente llamada polla no está considerada un arma.
Del antecedente más excepcional
Por lo que yo conozco, considero que la masturbación a cielo abierto en la Calle de la Cruz ¡Qué Cruz de calle!, tiene el antecedente más notable en el episodio del Cipote de Archidona, que vivió con brillante ejecución literaria el escritor y Premio Nobel Camilo José Cela, aquel que dejara este mundo, dicen, al grito de ¡Viva Iria Flavia! Su amigo Alfonso Canales jugó también un papel fundamental.
El 31 de octubre de 1971, en Archidona, provincia de Málaga, tuvo lugar un caso de eyaculación que Camilo José Cela y Alfonso Canales calificarían como: La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona. “Era de noche y una pareja de novios disfrutaba viendo en el cine del pueblo una película musical de la época. De pronto, la muchacha, puede que exaltada por la emoción del musical (lo dudo) o por que se aburría como una ostra (más probable) o porque ya era una costumbre en la pareja (mucho más probable), inició una maniobra de aproximación a la bragueta de su acompañante. Este, jubiloso, facilitó la laboriosa tarea mientras se espachurraba complacido en el asiento. En la parte del novio destinataria de los tocamientos, el cipote, el cuerpo esponjoso que rodea la uretra se llenó de sangre, proveniente de una red de pequeñas arterias y tal aumento hizo que, por la presión hidrostática del fluido se produjese y mantuviese la erección. Ambos se entregaron en cuerpo y alma a la causa y el desenlace de los hechos da buena cuenta de ello. La ejecución magistral de ella, hizo que los espasmos musculares de la base del cipote, debidos a la fuerza del músculo pubococcígeo, produjesen la eyaculación y el semen se proyectase, con una potencia inusual, por encima de varios espectadores” (Laura Morrón). Escribe Alfonso Canales: “El caso es que, en arribando al trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza que más parecía botella de champán, si no geiser de Islandia. Lo cierto es que el chaparrón seminal salpicó a los espectadores de la fila trasera e incluso a los de la posterior… Se armó un gran alboroto, alguien enciende la luz, la novia enrojeció al verse sorprendida; una señora de la alta sociedad estalla en gritos al descubrir gotas de semen en su cabello…” Y contesta Don Camilo:
“Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos permite la contemporaneidad con estos cipotes preconciliares y sus riadas y aún cataratas fluyentes. ¡Amén! ¡Viva España! ¡Cuán grandes son los países en los que los carajos son procesados por causa de un siniestro!”.
Sobre este blog
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.