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El pobre estado del debate

El presidente Fernando Clavijo en el debate sobre el estado de la Nacionalidad.

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Seguí, el martes, la primera parte del debate sobre el Estado de la Nacionalidad y me levanté del sillón de la tele decidido a no cascarme la segunda. En realidad, no se advierte voluntad de dar una idea de cómo han ido las cosas y de las expectativas inmediatas de futuro y no es cosa de perder el tiempo con rituales sin sentido. Con tan poco sentido que sus resoluciones no obligan al Ejecutivo.

Hace meses un pariente de Fernando Clavijo me sugirió que no me apresurara a enjuiciarlo, convencido de que el hombre acabaría sorprendiendo con su buen hacer como presidente de Canarias. No ha sido así, como no lo ha sido en presidencias anteriores, si bien no creo que sea tanto problema de quienes se han ido sucediendo en el cargo como de la concepción, la naturaleza y la estructura de las autonomías españolas que son, más bien, simples descentralizaciones, no autonomías políticas de verdad: prácticamente no hay competencia alguna, ni siquiera de las exclusivas de las comunidades autónomas, que se le escape a la administración central. La impotencia política para lograr una mayor adecuación del sistema autonómico a las necesidades de las Islas y no de éstas al sistema es evidente.

Malos comienzos

Malos comienzosEmpezamos ya mal al crearse las autonomías de acuerdo con la Constitución de 1978. Los políticos canarios estaban más atentos a agradar a sus jefes de fila estatales que a otra cosa. Unos porque consideraban prioritario el establecimiento de un régimen democrático; otros por ignorancia o desprecio del pasado canario, de sus tradiciones y experiencias históricas; y no pocos porque vieron la posibilidad de escalar en la Administración central practicando la virtud de la obediencia, lo cierto es que aceptaron la visión de Madrid muy marcada por las inercias centralistas apenas corregidas por la determinación autonomista de vascos y catalanes. Siempre he pensado que a ellos se debe que accedieran a la descentralización los encastillados en la Administración central. Es fama, por cierto, que ésta no redujo efectivos funcionariales a pesar de las transferencias a las comunidades, pensando, quizá, que cuando pasara el sarampión las competencias cogerían el camino de vuelta a casa, pobrecitas.

La cuestión es que tanto por la izquierda como por la derecha y el centro recién inventado no estuvieron los políticos canarios a la altura de las circunstancias. Hubo quien, andando el tiempo, justificó aquel entreguismo por la necesidad de no darle cancha a los independentistas canarios en el ambiente de tensión de la época generado por el conflicto sahariano, las repatriaciones de españoles residentes en AOE, el apoyo de Argelia al Polisario, el clima golpista en España, las emisiones desde Argel de Antonio Cubillo, el miedo a la democracia de los franquistas, etcétera. Entre todos la mataron y ella sola se murió.

La matraquilla del REF

La matraquilla del REF

No tiene sentido volver sobre cuanto he mencionado en el epígrafe anterior como no lo tiene remontarnos a principios de los 70 y a la polémica del REF en la que, por vez primera bajo el franquismo, hubo quienes se atrevieron en Canarias a hablar de autonomía. Son asuntos para quien desee historiar periodo tan movido. Lo que interesa ahora es que las tragaderas de los políticos canarios de la Transición, que aceptaron los puntos de vista de Madrid, hacen que hoy, por ejemplo, asistamos al intento de incluir los fondos REF en los Presupuestos Generales del Estado, so pretexto de la necesidad de caminar hacia la mayor igualdad de todos los españoles mediante la eliminación de regímenes especiales, como el REF. Con olvido de que los fondos REF son, precisamente, para igualar a los canarios con los peninsulares mediante compensaciones a su insularidad, la lejanía y demás respecto al resto del territorio del Estado. Que a estas alturas alguien por esas Españas razone de esa manera, con semejante desconocimiento, indigna menos que la ausencia de explicaciones políticas de los representantes canarios más allá del palabrerío parlamentario, es decir, que apunten ya a la movilización ciudadana en defensa de lo que en tiempos llamábamos “peculiaridades”; lo que implica la información puntual y ponderada a los canarios de lo que se cuece para y hasta contra nosotros. En el caso de Euskadi bastó que se mencionara la posibilidad de acabar con el régimen foral vasco para que se apercibiera a Ciudadanos, padre de la criatura, de que ojito. Los catalanes no rechistaron de entretenidos en lo suyo.

Conviene recordar que REF son las siglas del Régimen Económico y Fiscal, que tiene, como su propio nombre indica y nunca mejor dicho, una parte Fiscal, de casi exclusiva utilidad para el empresariado, y otra Económica, la que afecta al común. Y no creo casual, a lo que voy, que Madrid haya aprobado ya la parte fiscal y sigamos a la espera de que ocurra lo propio con la económica, la que interesa al grueso de la población. Bien sabemos cuáles son los intereses dominantes en países como el que nos ha tocado; sólo indicaré que los empresarios y sus organizaciones están en mejor situación y disponen de los medios necesarios para hacerse escuchar y atender y es por eso que deberían los políticos compensar el desequilibrio resultante de la inexistencia operativa de instancias que defiendan los intereses del común. La crisis ha sido la oportunidad para desarbolar lo poco que había organizado en las clases medias y populares que han retrocedido y si los partidos no están por la labor de reequilibrar, si de los sindicatos no se sabe lo que ha sido de ellos, el asociacionismo brilla por su ausencia y el empresariado no es solidario por falta de visión de futuro y de noción de cuanto gana si la fiesta discurre en paz poco cabe esperar. Nada nuevo apuntó el debate en esta dirección de la que no debería permanecer ausente quien aspira al liderazgo de la presidencia del Gobierno. O quienes acechan la oportunidad de ser califa en lugar del califa.

Clavijo, el empresariado y el turismo

Clavijo, el empresariado y el turismo

Antes de hacer unas consideraciones acerca de Clavijo y el empresariado, recordaré algo que he señalado en alguna ocasión: los gobiernos canarios hasta la fecha se han mostrado especialmente activos en gestionar particularmente los intereses del empresariado. Y subrayo lo de “particularmente” porque lo que está feo no es atender a los empresarios, que están en su derecho a ser apoyados, sino la repetida constatación de que los gobiernos canarios sólo se rompen el culo cuando andan de por medio los intereses de los más poderosos por razones bien conocidas en las que no entraré ahora. Lo dicho acerca de la reforma parcial del REF, circunscrita a los aspectos fiscales mientras los económicos siguen sin perro que les ladre, es ilustrativo. Clavijo debió explicar lo que hay pues se trata de un tema que entra de lleno en el estado de la Nacionalidad.

Cabe aceptar que Clavijo lleva poco tiempo de presidente pero está claro que apunta maneras de más de lo mismo. Lo que nada tiene de particular porque el sistema es el que es, la democracia de lo que no hay y poco puede hacerse con el “buen rollito”. El que ha practicado, por ejemplo, con José Manuel Soria, un sujeto políticamente tóxico al que le une sólo, espero aunque no confío, cuanto aborrecen los dos a Paulino. Pero volvamos al empresariado.

Entre sus actuaciones más negativas figura la contribución a desmontar y olvidar el antes llamado “acervo económico canario”, del que ya ni se habla, con lo que enterraron toda una tradición económica y empresarial que, quizá, pudo servirle a las Islas para abordar la cuestión de la integración canaria en la UE. Evitaré volver a aquella discusión, pero lo cierto es que la fórmula inicialmente aprobada, que estaba en la línea de aquella tradición, llegó a entrar en vigor pero se abandonó enseguida, sin darle tiempo a mostrar sus posibilidades, en beneficio del potente sector importador con los plataneros de “fuerza de choque” tentado con las subvenciones europeas al sector. Ahora me pregunto de qué forma va Fernando Clavijo a organizar la defensa de las producciones canarias que acaba de prometer en un mercado interior en que el 80% o el 90% del consumo es importado. ¿Se enfrentará a los importadores y al sector turístico para imponer en los hoteles los productos de la tierra? ¿Podrá contrarrestarse la guerra comercial que harán seguramente los importadores? Anoto, por cierto, la ironía de Román Rodríguez al imaginar a los turistas comiendo papas de Tenerife, magníficas si bien queda por ver si el turismo de masas barato que nos viene las apreciará como para pagarlas a su precio. Si piensa el Gobierno que el impuesto turístico sería muy negativo ¿por qué no van a ser los productos canarios un factor de encarecimiento incluso superior? Como en estas islas hay que explicarse de fijo, aclararé que no me disgusta la idea de que se “exporten” frutos y productos de la tierra sin embarcarlos, sólo promoviéndolos entre los turistas; pero me pregunto cómo piensa hacerlo Clavijo. También les diré que no es cosa de aferrarse al acervo económico de marras; como tampoco, pongo por caso y ejemplo, a los Puertos Francos que, como cualquier otro instrumento económico, puede favorecer a un sector y perjudicar a otro y dejar en un momento dado de ser útil para tornarse contraproducente ante las nuevas realidades sobrevenidas. La cuestión, en definitiva, es que Canarias tenía un acervo histórico acumulado durante siglos al que se dio de lado y se renunció de hecho ante la UE sin amarrar las debidas compensaciones ni recabar un respeto. Para ir a parar por último al grupo de las Regiones Ultraperiféricas con las que nada tenemos en común. Se ha lucido la dirigencia canaria. Y vuelven a ser intereses ajenos a las Islas, hoy como hace 600 años, lo que debemos hacer y a qué dedicarnos.

Clavijo y la ley del Suelo

Clavijo y la ley del Suelo

En alguna ocasión he escrito de esas comidas festeras al aire libre en casa de algún cristianito de las medianías. Si algo está garantizado en tales celebraciones es el empacho porque te atiborran a comida y a poco te resistas corres el riesgo de que te consideren un tipo estirado y antipático; y siempre encuentras alguien que te dice: “¡Aproveche y coma mientras ‘haiga’, que mañana no sabemos si ‘haberá’!”. Es la forma de no olvidar los apuritos de los tiempos faltos (los de carencias, quiere decirse) que muy bien pueden volver; que la escasez es como la reculada del carnero, dicen.

Es lo que ocurre con el momento turístico: estamos en un periodo de abundancia. Y da la impresión de que, por encima de todo, tratan de aprovecharlo mientras haiga turistas, o sea, antes de que se normalicen y recuperen los destinos competidores hoy inutilizados por los conflictos y volvamos a las cuotas de mercado normales.

Desde niño oí decir al respecto que los canarios vivimos en pecado mortal porque deseamos o poco menos las desgracias ajenas, de las que nos aprovechamos. Recuerdo cuando, allá por el 56 o 57, Nasser nacionalizó el canal de Suez. Los Estados Unidos y el Reino Unido se negaron a apoyar financieramente la construcción de la presa de Assuan y los egipcios hundieron cuarenta barcos y cerraron Suez; lo que provocó una desastrosa invasión de franceses y británicos, principales accionistas del Canal. El conflicto duró unos meses en los que se disparó el tráfico del Puerto de La Luz, entró dinero a punta pala y así entendí por primera vez lo de “puente entre tres continentes”; que mientras duró aquel cierre fueron cuatro.

En 1960 comenzaba a despegar el turismo de masas al producirse el terremoto que destruyó la ciudad marroquí de Agadir, en el Souss y los turistas fueron desviados a las islas que comenzaron entonces a sonar. No tengo muy claro cómo fue aquello, pero recuerdo, años después, ya metido a plumilla, un mediodía en que aparecí por el Guanche a enterarme de cómo iban los tomates en el mercado inglés y encontré a los exportadores habituales allí al mediodía dándole al Moët&Chandon y a la Viuda de Clicquot, que no la del Gaitero: celebraban las heladas y los pedriscos peninsulares que había destruido los cultivos de hortalizas peninsulares y elevaron las cotizaciones de las canarias.

Ahora mismo, el sector turístico no ignora la causa de lo bien que les va, como es natural. No sé si están en pecado mortal pero sí que lo han cometido quienes han puesto en primer plano la ley del Suelo que los dirigentes de las organizaciones empresariales han saludado con entusiasmo por cuanto, aseguran, eliminará las trabas burocráticas que obstaculizan gravemente, siguen asegurando, la inversión y la actividad económica. Desde luego, no sabría decirles si realmente son tan graves los obstáculos. Pero aceptemos que lo son aunque sin entrar en si la selvatización jurídica, legal y ordenancista, la han provocado o no las presiones de promotores avariciosos que han forzado a políticos y funcionarios a retorcer, de buen o mal grado (esa es otra historia) las normas para encontrar un resquicio por el que conseguir sacar adelante los proyectos. Dejo estar ese aspecto para subrayar que el entusiasmo de los dirigentes no deriva de esa “toma de conciencia” del Gobierno sino de la eliminación de la COTMAC, es decir, del control gubernamental del territorio y el medio ambiente. Dicen que ya hay leyes suficientes para asegurar el cuidado del territorio y del medio, lo que no deja de ser un ejercicio de cinismo pues a la vista está la forma desaforada en que se ha construido durante tantos años; en régimen de barra libre o de discretos reservados. Habrá que repetirlo: lo preocupante es la eliminación del control de la COTMAC y que los ayuntamientos y cabildos tomen el relevo. Los antecedentes no son tranquilizadores. Se olvida la memoria de la Fiscalía del TSJC de hace unos años en la que se responsabilizaba de buena parte de las barbaridades urbanísticas precisamente a los alcaldes. Hubo un buen escándalo con protestas ofendidas y demás y enseguida se olvidó el asunto. Pero se impone la pregunta: ¿Qué garantías hay de que no volverán alcaldes y promotores a las andadas?

Pero si el posicionamiento empresarial no sorprende, por lo repetitivo, sí me parece revelador el recochineo argumental de Fernando Clavijo en defensa de su ley. Recordó el presidente en el Parlamento que la COTMAC a eliminar depende directamente del Gobierno canario y por tanto de su presidente; de él, en definitiva. O sea, la desaparición de la COTMAC significa la renuncia por su parte a una competencia de la que se harán cargo los ayuntamientos. De momento, dejaré la cosa aquí y añadiré que también defiende Clavijo la nueva ley del Suelo apelando a los agricultores y ganaderos que no pueden desarrollar su actividad por las dificultades que les crean la burocracia y los ecologistas para mejorar y ampliar sus instalaciones. Un argumento muy similar al de quienes insisten en que la demora o paralización de sus iniciativas impide la creación de puestos de trabajo. ¿Ingenuidad o designio político?

Todos estos son extremos a investigar para determinar el peso real del turismo en la economía canaria no midiéndolo sólo por sus números sino en relación a otros factores como el volumen de recursos naturales que consume. Porque, a lo mejor, resulta que el verdadero negocio no es el turismo propiamente dicho sino la construcción de nuevos edificios para lo que se necesita traer más y más visitantes, no apostar por un turismo de mayor poder adquisitivo, que fue la orientación de Lanzarote de la mano de César Manrique. Tanta celebración de la nueva ley del Suelo, bendecida por Soria y el PP, puede venir por la reanimación de la construcción vinculada al turismo y a la especulación y la esperanza de que se eche tierra a más de cuatro barbaridades pendientes de juicio o de ejecución de sentencia. Hay en todo esto, al menos eso me han comentado profesionales del turismo, una estrategia de tierra quemada que, llegado el caso, una vez amortizadas las inversiones y agotadas las posibilidades de las islas, permitiría trasladar el mismo modelo a otro lugar. Imagino que alguien, en algún sitio, habrá estudiado estos asuntos, conocerá el límite de la capacidad del Archipiélago, que recibe cada año un número de turistas cinco o seis veces superior al de sus habitantes y no le faltarán análisis prospectivos para determinar hasta donde podemos llegar, etcétera. No parece que alardear de récords y hacerlo a sabiendas de las circunstancias que han desviado turistas hacia las islas sea una forma realista de valorar nuestras posibilidades de cara a un futuro no muy lejano.

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