Releía hace unos días un breve artículo de Juan Jesús Ayala en el que, refiriéndose a Arure, lo nombraba como pueblo de hidalguía. Ello me llevó a repensar un poco este asunto. La nobleza, el cuerpo, el porte… lo tiene. Este bello rincón fue capital de Valle Gran Rey. Nadie lo diría, no. Pero conserva el semblante de los pueblos de medianías: sus tierras, su cultivo, sus viviendas que gozaron de esplendor. Incluso alguna construcción de comienzos del XX con sus molduras en puertas y ventanas bien acondicionadas. Pero Arure es su gente; el mantenimiento de la tradición. Arure es el Ramo y Arure es su Virgen de la Salud. Llega agosto, y como cada 16 regresa San Salvador. Este año es conocido su pero al calor de una celebración en un pueblo vecino. Todo se arreglará, no me cabe duda. Porque de sentimientos y valores nadie entiende mejor que el gomero. Parafraseando a Ayala, “llegar a Arure es darle la vuelta a la imaginación”; añado: es un viaje a lo más profundo de las tradiciones.