Manu Marzán: artista inquieto y ciudadano comprometido
Seguimos esta pequeña aventura de coaching artístico con Manu Marzán, artista con mirada inquieta y siempre en actitud proactiva, mira el entorno, se sitúa, y por fin empezamos la charla-entrevista. Comenzamos este viaje retrocediendo en el tiempo, sus primeras referencias son familiares, ubica su argumento de infancia en Santander, las acuarelas de su madre, la relación de su entorno con el arte; dibujos de barcos en la bahía de dicha ciudad y su interés por la caricatura y el cómic, lo que ya delata su futura inclinación por el mundo de la ilustración. Con 17 años, el día de su cumpleaños se aventura a comentar a sus padres su decisión de ser pintor; todos sabemos lo arriesgado que es esta experiencia y que casi siempre genera un rechazo automático. Manu no tira la toalla y con 19 años está estudiando en la Facultad de Bellas Artes de Tenerife; ya está en su mundo, los pinceles, los colores, el olor de trementina. Su formación ya está en marcha, pero su espíritu inquieto y curioso le lleva a Barcelona con 22 años, ciudad ideal para un artista como él, con ganas de aprender y experimentar.
Madrid en los años 80 era Capital Cultural Europea y caldo de cultivo de la posmodernidad, la Transvanguardia italiana, La Movida, la música, el diseño, la escultura, todo es emergente, rápido y ruidoso. Manu, no podía perderse semejante oportunidad, se mueve entre la ilusión y una cierta frustración, típica de los ilustradores que peregrinan por las editoriales y las agencias de publicidad con sus carpetas llenas de trabajos e ilusión contenida. Trabaja en la docencia pero sin abandonar los pinceles, dibujar, pintar, crear, imaginar, soñar, son su principal alimento. No tiene prejuicios al trabajar en una línea satírica o costumbrista, pintar, hacer diseño gráfico y utilizar todos los recursos creativos para proyectar sus inquietudes.
Una isla ( La Palma) y una fecha (1995) son los faros de una nueva etapa en su vida personal y profesional. Puede que huyendo del agobio capitalino, igual buscándose a sí mismo, la isla es el espacio natural y cultural que le aporta estabilidad. La naturaleza, las costumbres locales, la cultura, puede que su gastronomía,... todo le cautiva y le enraíza, de hecho, sus cuadros son un canto a la cultura palmera, los colores vivos, siempre con luz brillante y llenos de movimiento. En la obra de Manu Marzán se pueden apreciar las influencias, que él no niega, de Rousseau, Hopper, Vermeer, Rubens e incluso Goya, hay un poco de todos ellos con un toque de realismo mágico y hasta guiños surrealistas, se podría decir. Todos los grandes maestros de la pintura han reconocido sus influencias y sus referentes, (un estilo propio es la suma de muchos estilos ajenos). Manu sugiere que hay que educar y motivar a la sociedad palmera a un acercamiento al arte, sin miedos, sobre todo desde las instituciones oficiales, apoyando y protegiendo a los artistas locales; argumenta que el arte es la expresión de una sociedad sana.
Mantiene su actitud como artista comprometido con la sociedad y utiliza los pinceles para narrar de forma irónica y a veces satírica, las injusticias sociales, faceta que le ocupa un tiempo importante de su vida. Nunca mejor dicho, estas son unas pinceladas de la vida de un artista inquieto y de un ciudadano comprometido.