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El debate: la teoría y la práctica
El análisis del resultado de un debate tiene una doble vertiente, por un lado, la percepción de la audiencia, que va ligada a afinidades ideológicas y está altamente vinculada a la intención de voto. Por otro lado, la evaluación interna de cada partido respecto a la capacidad del candidato para cumplir con los objetivos propuestos en su estrategia comunicativa. Los componentes de esta son estudiados con paciencia y responden a un patrón desarrollado a partir de la lógica del marketing político. En este debate, no ha habido cabos sueltos, ni adoquines espontáneos. Por lo tanto, salir triunfante no implica salir ganador en las encuestas post-debate, sino haber sido capaz de cumplir con el objetivo propuesto a priori. En este sentido, las diferentes metas de los cinco partidos merecen un análisis en profundidad que vincule el fin con los medios empleados durante el evento.
La teoría
En el caso de Ciudadanos, los resultados obtenidos en las últimas encuestas han sido decisivos para la implementación de una política comunicativa de carácter humano, aspirando a diferenciarse del Partido Popular y recuperando elementos del discurso más propios de las elecciones de 2015. Además, el partido de Albert Rivera buscaba clarificar su posición respecto a los acuerdos en el bloque de la derecha para evitar la fuga electoral hacia el Partido Popular.
El Partido Popular, por su parte, procuraba mantener la línea del debate en un eje bipartidista, para mostrarse como única alternativa de gobierno y reforzar la percepción pública de Pablo Casado como potencial presidente.
En tercer lugar, la novedad en el plató venía determinada por la figura de Santiago Abascal, líder de la formación de extrema derecha, que albergaba la esperanza de afianzar su posición en las encuestas y mantener la tendencia de crecimiento tras la cita televisiva. El candidato de VOX perseguía legitimar su discurso dirigiéndose a los espectadores en un tono calmado al tiempo que se desmarcarse de las otras formaciones y mostrarse como outsider del panorama político nacional.
Unidas Podemos tenía como propósito hacer visible el rechazo del Partido Socialista respecto a la idea de un pacto de gobierno para apelar al votante socialista decepcionado a replantear su voto. Asimismo, la formación morada trataba de mantener la imagen de sosiego y altura política ya representada en el anterior debate electoral.
Por último, el Partido Socialista buscaba incidir en una posición centrista, a partir de la dualidad cohesión social/cohesión territorial y mantener la línea del debate desde la posición del gobierno en funciones.
La práctica
A la hora de alcanzar estas metas, los partidos han adoptado diferentes tácticas discursivas que pueden simplificarse a partir de tres tipos ideales. En primer lugar, la estrategia agresiva, que ha caracterizado las interacciones entre el dirigente popular y el candidato de Ciudadanos, implica una inversión muy alta en energía dialéctica destinada a reaccionar, interrumpir y replicar ante las intervenciones de otros candidatos. La formación naranja no ha escatimado en el uso de imágenes, titulares e ítems informativos, siendo particularmente destacable la decisión de sacar un adoquín a colación de la situación en Cataluña. Este gesto, a pesar de que pueda resultar simple o gracioso a ojos del espectador, cae bajo la lógica del marketing viral, una táctica que persigue saturar las redes obteniendo el máximo de visibilidad con el mínimo de inversión en términos de contenido político. El estallido en Twitter y Facebook no se hizo esperar, obteniendo un resultado similar al logrado con el video de Albert Rivera sosteniendo a un cachorro. Otra característica de la discursiva agresiva empleada por Ciudadanos queda plasmada en el minuto final, en el que han optado por personalizar el mensaje, apelando a la segmentación ideológica a partir de la retórica del emprendedor liberal. En general, la gesticulación del barcelonés revelaba intencionalidad tanto en los movimientos de hombros como en la marcada expresión facial determinada por los continuos arqueamientos de cejas.
Por su parte, Pablo Casado mantuvo su línea argumentativa dirigida a criticar al Partido Socialista, haciendo alusiones constantes a las medidas aprobadas por el partido de Pedro Sánchez antes de que este llegara a ser Secretario General. La idea central del candidato de los populares ha sido alertar sobre las posibles consecuencias del fraccionamiento del bloque de la derecha, manteniéndose ecuánime respecto a VOX e incidiendo en la necesidad de unidad frente a la izquierda, consiguiendo situarse en el imaginario colectivo como posible futuro presidente. Por último, la estética del líder del Partido Popular ha ido transformándose a lo largo de los últimos meses, particularmente a raíz de la prominente y cuidada barba que ha lucido Pablo Casado en el debate, un símbolo que incide en la percepción del candidato como más longevo y, para ciertos segmentos electorales, más preparado para gobernar.
En el extremo opuesto se encuentra la estrategia discursiva que ha caracterizado las intervenciones del candidato de extrema derecha, una actitud de sosiego que le ha permitido a Santiago Abascal ser percibido como un candidato en igualdad de condiciones al resto de sus oponentes. El lenguaje no verbal empleado por el líder de VOX, a partir de posturas expansivas y escasos movimientos bruscos, lo posicionan como un participante respetuoso de cara al televidente, rompiendo con el imaginario colectivo respecto a las actitudes atribuidas a las posiciones situadas en los extremos del espectro ideológico. La estética elegida responde al objetivo de posicionarse como outsider en el debate, siendo el único candidato que no llevaba corbata, reflejando la retórica contra lo políticamente correcto que ha defendido el partido de Abascal durante el debate.
El candidato de Unidas Podemos ha adoptado una táctica comunicativa similar, haciendo uso de un tono de voz decidido, hablando a velocidad media y manteniéndose al margen de los enfrentamientos directos. La idea más repetida en su discurso ha sido la posibilidad de un pacto entre el Partido Socialista y el Partido Popular, apelando a Pedro Sánchez a responder en diferentes ocasiones. Pablo Iglesias ha aprovechado el cierre del debate dedicando su minuto de oro a citar un ejemplo real de demandas de la ciudadanía, aportando un elemento de originalidad y cercanía al discurso, para culminar con el clásico gesto del puño al corazón.
Finalmente, Pedro Sánchez ha remarcado su posición como presidente en funciones empleando una estrategia defensiva, enfocada en reorientar las críticas, aprovechando las constantes alusiones directas del candidato de los populares para corregir debilidades. Para ello ha empleado una discursiva tradicional y ordenada, dirigida principalmente al núcleo de voto potencial e indeciso. El gesto más repetido por Pedro Sánchez ha sido encogerse de hombros, dando a entender al espectador desentendimiento respecto a las intervenciones de Pablo Casado y Santiago Abascal principalmente.
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