A Dios rogando y con el mazo dando
No es fácil acojonar a un palmero, a alguien que lleva en su currículum personal, en su árbol genealógico y en su ADN volcanes indescriptibles, emigraciónde cruzar océanos en cáscaras de nuez, sequías de cielos estreñidos, vientos inmisericordes y los clásicos abusos del poder que siempre cree que abusar no tiene consecuencias. Al final todos morimos, pero el pueblo sobrevive por los siglos de los siglos con amén y sin amén. Pero no se pasen, agüita con los senderistas que vienen a la isla a enseñarnos cómo se camina por ahí fuera y luego hay que rescatarlos de riscos y barranqueras, día sí y día también, por esos héroes anónimos de nuestros servicios de busca y rescate y no te digo nada de los que quieren hacernos comulgar con las ruedas de molino de centros vulcanológicos compartidos, hasta financian películas sobre terribles volcanes en la isla hermana para decirnos que sus volcanes de ficción son más terribles que nuestros volcanes reales, o que es más rentable para la isla el overbooking de observatorios astronómicos que un desarrollo turístico a nuestra imagen y semejanza o que los milagros que necesitamos se van a producir paseando a la Virgen de aquí para allá, que me parece muy bien, no seré yo quien me oponga a estos paseos, pues soy tan devoto como el que más, pero no olvidemos aquello de que a Dios rogando y con el mazo dando, y no sólo con el Mazo, sino con el resto de ayuntamientos de la isla. En fin.
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