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Mujeres benahoaritas: guardianas de lo mundano y lo divino

Felipe Jorge Pais Pais

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En Benahoare, al igual que en el resto del Archipiélago canario, las Culturas Indígenas han sido silenciadas, menospreciadas y hasta manipuladas durante muchísimo tiempo. Incluso, llegó a plantearse su exterminio total. Sin embargo, hoy sabemos, y los estudios de ADN así lo confirman, que los genes amazigh aún corren por las venas de, sobre todo, numerosas mujeres canarias y palmeras. Porque fueron ellas las que mantuvieron la llama viva, tras la conquista, de su cultura, transmitiendo saberes, creencias y formas de vida que, en diferentes aspectos, se han mantenido hasta nuestros días. Al fin y al cabo, fueron ellas las que sobrevivieron y se adaptaron mejor a la nueva sociedad que se les impuso por el poder de las armas y, posteriormente, por una brutal represión de sus creencias y formas de vida ancestrales. Esas ideas, ritos y costumbres fueron transmitidas por ellas entre sus descendientes para que no cayesen en el olvido (bailes, alimentación, uso de plantas medicinales, cuentos y leyendas, tradiciones pastoriles, lugares sagrados, etc.). Esa callada labor pedagógica ha hecho posible que, quinientos años después de su holocausto cultural, sigamos respetando y estudiando el extraordinario legado de nuestros antepasados indígenas.

Las fuentes etnohistóricas que hablan de los benahoaritas son escasas y fragmentarias, ya que solo se limitan a repetir hechos y circunstancias que copiaron unas de otras. Por todo ello, resultan muy llamativas las referencias a las mujeres en una época en la que su rol era ínfimo e irrelevante en una sociedad profundamente atrasada y machista, como la castellana de finales del siglo XV y XVI. Y esas referencias, precisamente, desde nuestro punto de vista, hablan de la importancia que las féminas tuvieron en todos los ámbitos de la Cultura Benahoarita, ya que debió causar enorme sorpresa e incredulidad entre los cronistas de la conquista. En muchas ocasiones, además, esos datos no son explícitos, sino que es preciso leer entre líneas para comprender que su influencia fue mucho más importante de lo que, hasta no hace mucho tiempo, pensábamos. Y es que, cuanto más profundizamos en este tema, más convencidos estamos del papel de las mujeres, tanto indígenas como hasta nuestros días, en el ámbito de los comportamientos cotidianos y, sobre todo, en el mundo de las mentalidades y la espiritualidad.

En las sociedades prehistóricas siempre se ha otorgado a las mujeres un papel secundario relacionado, fundamentalmente, con la gestión doméstica, las relaciones interpersonales y el cuidado y socialización de la infancia. Esta mentalidad ha comenzado a cambiar en los últimos años y cada vez son más los/as investigadores/as que comienzan a cuestionar estos planteamientos conservadores. Desde este trabajo queremos añadir nuestro granito de arena para reivindicar que el papel de las mujeres benahoaritas fue mucho más activo y trascendente de lo que siempre se ha planteado.

Las fuentes etnohistóricas que hablan de los antiguos palmeros, entre las que sobresale la obra de J. Abreu Galindo, resaltan la fuerza, corpulencia y animosidad de las antiguas palmeras, quienes no dudaron en enfrentarse a los conquistadores castellanos luchando contra los invasores. En estos escritos se hace referencia a dos mujeres extraordinarias, la hermana de los capitanes de Tigalate: Juguiro y Garehagua, a la cual la leyenda le ha atribuido el nombre de Arecida, y Guayanfanta, una valerosa benahoarita de Aridane, que se enfrentaron a sus captores y fueron muertas porque corría peligro la integridad de los esclavistas que las capturaron.

A finales del siglo XV, Benahoare estaba compartimentada en 12 cantones independientes, a cuyo frente estaban hasta tres hermanos. No se habla de ninguna mujer que ocupase un puesto relevante al frente de estos bandos. Sin embargo, algunos datos hablan de la existencia de subcantones dentro de esas demarcaciones territoriales principales. Así, Gomes Eanes da Zurara, habla de la captura de 17 indígenas benahoaritas entre los que sobresalía “una reina” de una parte de la Isla. Por otro lado, uno de los poblados de cabañas más extensos de Benahoare se encuentra en la Cruz de La Reina (Puntagorda). Muy poca gente conoce el origen de este topónimo, aunque algunos ancianos consultados nos hablan de una leyenda en la que una benahoarita, reina de estos parajes, se despeñó por el acantilado costero al verse acorralada por los conquistadores castellanos. Algunos sugieren, incluso, que se lanzó al vacío agarrada a su captor. Siempre se ha dado por supuesto que la práctica de la momificación solo se llevaba a cabo con personajes relevantes de la comunidad. Si ello es así, debemos recalcar que el cuerpo momificado del Barranco de El Espigón (Puntallana) perteneció a una benahoarita que fue inhumada con otros doce cuerpos de los cuales, solo otro más, fue sometido a este tratamiento funerario especializado.

Gazmira era un territorio en la parte alta del cantón de Aridane, que se extendía por la zona de Las Cuevas y Barranco del Riachuelo (El Paso), donde poco antes de la conquista de Benahoare, fue capturada una mujer, para algunos fue la reina de este lugar, que fue trasladada a Gran Canaria y bautizada como Francisca de Gazmira. Esta benahoarita extraordinaria, con dotes de mando, fuerte carácter y una determinación inquebrantable, que le permitieron influir e interceder en momentos históricos dramáticos en los que se jugaba el futuro de sus paisanos. Regresó a Benahoare durante la época de la conquista para contribuir a la evangelización de la Isla y negociar con los indígenas su sometimiento a la Corona de Castilla. Y todo ello en medio de una sociedad guerrera, brutal y profundamente conservadora en la que el papel de la mujer era meramente testimonial. Su labor fue tan efectiva que regresó a Gran Canaria con cinco capitanes que fueron bautizados y ayudaron al sometimiento de los aborígenes que no confiaban en la generosidad y la palabra de los conquistadores. Su entereza y valor le llevaron a enfrentarse directamente con Alonso Fernández de Lugo cuando incumple su palabra y vende como esclavos a indígenas, incluso de los bandos de paces. Luchó y pleiteó hasta conseguir que algunos de ellos/as regresaran a su Isla.

Uno de los episodios más espeluznantes de la conquista de Benahoare se produjo durante el intento de captura de Tanausú en sus dominios inexpugnables de Aceró (Caldera de Taburiente). Este personaje, así lo hemos defendido siempre, quiso salvar a su pueblo de una invasión que significaría el fin de su cultura. Pero también se dio cuenta, rápidamente, de que su suerte, y la de los suyos, estaba echada, por lo que decide entregarse a los castellanos en la Fuente del Pino (Barranco del Riachuelo). Pero, previamente a este sacrificio, mandó refugiarse a todas las mujeres y niños en la Cueva de Haysuraguan en la que, desgraciadamente, tras una fuerte nevada, murieron congelados. Pero, por qué las mujeres, si como dicen las crónicas, eran muy fuertes y fieras y defendieron a su isla de los ataques del invasor. Seguramente, fue una decisión muy bien meditada, con su compañera Acerina, porque ambos sabían que su cultura y su pensamiento no caerían en el olvido si sobrevivían algunas mujeres. Solo ellas serían capaces de mantener vivo el recuerdo de su cultura ancestral transmitiendo sus valores a sus descendientes.

Siempre hemos dado por supuesto, y así se ha mantenido durante muchísimo tiempo, que las mujeres eran las responsables de llevar a cabo una serie de actividades como la recolección vegetal, la siembra, el cuidado de niños y niñas, la fabricación de la cerámica, el control de las actividades en las cavidades en que vivían, etc. En este sentido, solo nos vamos a centrar en uno de esos trabajos que, desde nuestro punto de vista, tenían un valor simbólico muy importante. Si estamos de acuerdo en que las vasijas de barro eran fabricadas por mujeres, y cada vez estamos más convencidos de que la decoración tenía un valor mágico-religioso, es incuestionable pensar que también jugaban un papel de enorme relevancia y trascendencia en el mundo de las creencias y mentalidades. En diciembre de 2018 y enero de 2019 el Museo Arqueológico Benahoarita (Los Llanos de Aridane) acogió la exposición La cerámica femenina bereber: del Rif: orígenes comunes con los aborígenes de La Palma que contó con más de un centenar de piezas en las que todo el proceso (selección del barro, creación de los objetos, cocción y decoración) fue realizado por mujeres, algunas de las cuales fueron hechas por féminas de la tribu haouara, que aún pervive, y de la que, con toda probabilidad, procedían los primeros benahoaritas que llegar a la Isla hace unos 2000 años. Por cierto, la decoración tiene un enorme contenido simbólico y mágico-religioso.

Los benahoaritas fue un pueblo profundamente religioso. Aunque su dios principal era Abora, también tenían a la luna como deidad femenina. Los yacimientos arqueológicos de estas características son numerosos y están repartidos por toda la orografía insular y van desde los grabados rupestres, los amontonamientos de piedra o los conjuntos de canalillos-cazoletas. Los rituales que se llevaban en torno a estos lugares no sabemos quiénes los dirigían, aunque hemos dado por supuesto que eran hombres. Estamos absolutamente convencidos de que la participación de la mujer fue muy activa y, en muchos casos, absolutamente primordial. Si partimos de la base, así lo creemos, que los grabados rupestres podrían estar relacionados con cuestiones de fertilidad y fecundidad, igual que sucede con los otros dos tipos de yacimientos anteriormente mencionados, quiénes mejor que las mujeres para participar y dirigir los rituales que se llevaban a cabo en estos espacios sagrados. Así mismo, no debemos olvidar el papel de las mujeres como sanadoras y adivinadoras que aparece recogido expresamente en otras islas del Archipiélago canario y que en Benahoare sería igual de importante.

En los últimos años hemos intentado dar visibilidad al papel de la mujer en diferentes ámbitos de la cultura benahoarita. En este sentido, hemos participado, como asesores científicos, en una serie de cortos cinematográficos como Mah, dirigido por Estrella Monterrey, Iyena, dirigido por Mercedes Afonso, rodados para el Parque Arqueológico de El Tendal (San Andrés y Sauces) y Tanat, dirigido por Mercedes Afonso, que pueden ver en el Centro de Interpretación de los Petroglifos de El Paso (Centro Benehauno) en los que las mujeres benahoaritas tienen un papel esencial y relevante en cada una de las historias que se narran y en todos los aspectos de su cultura: actividades cotidianas, mundo funerario y creencias mágico-religiosas.

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