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Zoila Gálvez, el ébano del bel canto

Juan Calero Rodríguez

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En el bel canto, como en la poesía, hay que mirar a lo clásicos. 

Zoila Gálvez fue la primera mujer de raza negra del hemisferio americano que cantó en la Scala de Milán. 

Confieso que crecí admirando a la legendaria María Teresa Vera, con su “Veinte años”, entre otras tantas canciones y con la simple curiosidad por la actriz Estrellita Rodríguez, la que hizo furor rodando algunas películas en Hollywood; sin embargo, de vez en cuando escuché que hubo una Zoila Gálvez, pero nunca conocí su dimensión como artista. 

Gracias a la invitación que me ofrece Whigman Montoya Deler, desde Houston a colaborar en una antología sobre mujeres cubanas poco conocidas es que me introduzco a investigar su nombre  y cuál es mi mayor sorpresa. 

Zoila Gálvez, o mejor dicho Josefina Zoila Gálvez Pérez, nació en la pequeña ciudad de Guanajay, situada a 45 km hacia el oeste del punto cero frente al Capitolio Nacional el 19 de marzo de 1899. 

No ha sido ni recordada en su justa magnitud ni ha ocupado un lugar destacado en la cultura del municipio, a pesar de ser la primera cantante lírica negra cubana con éxito internacional. Dada la época que le tocó vivir, les persiguieron tres hándicaps: dedicarse al nada popular bel canto, ser mujer y negra. 

Hija de un coronel mambí, se cuenta que su padre, el oficial más joven del estado mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo, siendo aún adolescente y escuchando a una pianista española, se prometió a sí mismo que haría que sus hijos fueran músicos. 

La muchacha de piel de ébano y voz singular, venció innumerables dificultades para lograr un espacio en el arte cubano y fuera de las fronteras de la Isla. La vida, entretanto, le depararía muchas sorpresas a quien se adelantó triunfante a su época. 

Comenzó su andadura musical desde los cinco años con maestros italianos en Cuba. Luego continuó sus estudios formales en el Conservatorio Hubert de Blanck de La Habana y culminó sus estudios de piano con 17 años, pero sin que nadie intercediera se había inscrito también en las clases de canto. Al finalizar marchó a Italia donde pasó cuatro años realizando estudios de canto y en la Academia de Santa Cecilia de Roma y también en Barcelona,  en los cuales desarrolló un hermoso e inigualable tono de soprano de coloratura. Entre sus maestros estuvieron Giacomo Marino y el tenor español, Francisco Viñas. 

En Milán, Italia fue su debut ante el público internacionalmente. En una nota publicada en 1922, en Il Piccolo, se decía de ella que era una auténtica gran cantante, de voz extensa y clara, gran agilidad y admirable manera de expresar, que nos hace situarla junto a las más famosas artistas de su cuerda. Su debut en Cuba lo hizo en 1922 con la Orquesta Sinfónica de La Habana; en Roma con Rigoleto de Verdi en 1924 y en París en la Sala Pleyel en 1925. Luego vinieron giras por Estados Unidos, México y Europa de la mano de Gonzalo Roig. 

En su legado cabe destacar que fue la primera mujer latinoamericana que canto en el Teatro La Scala de Milán (evento considerado un hito en la carrera de cualquier artista de ópera), en 1946; mientras que Mattiwilda Dobbs (Estados Unidos) fue la primera mujer afro-americana que canto en dicho teatro y lo hizo en 1953, o sea unos siete años después que Zoila. Esto significa que casi seguramente Zoila fue también la primera mujer de raza negra del hemisferio americano que cantó en ese escenario y, probablemente, la primera mujer negra, en general, que lo hizo. 

Varias creaciones de autores cubanos fueron concebidas especialmente para su voz llegando a tener en su repertorio cerca de cuatrocientas obras de concierto. 

Los prejuicios de la época sobre su color de piel siempre le jugaron una mala pasada, Tuvo que esperar hasta 1950 para que en The Town Hall de Nueva York obtuviera su primer éxito, seguido años más tarde con otro en el Carnegie Hall con el maestro Borislav Bazala al piano, lo que le abrió definitivamente las puertas en Estados Unidos. 

En programas de radio y televisión compartió escenario con figuras de la talla de Ernesto Lecuona e Ignacio Villa (Bola de nieve)

En su extenso repertorio destacaron las óperas de Verdi, interpretó la Lucia di Lammermoor de Donizeeti, Lakme de Léo Delibes o La sonámbula de Vincenzo Bellini.

Se inició como profesora de canto en el Conservatorio Amadeo Roldán de La Habana en 1927, en el Teatro Nacional de Guiñol y en otras compañías de representación dramática como el Grupo Holguín o el Grupo de Teatro Musical de La Habana. También ofreció clases de técnica vocal y asesoría de la educación musical para niños y niñas. 

Zoila Gálvez fue fundadora de la Sociedad de Estudios Afrocubanos dirigida por Fernando Ortiz, el cual la calificó de “auténtica y suprema, la soprano y pedagoga Zoila Gálvez merece un reconocimiento especial por su legado al arte lírico cubano, su canto y magisterio”. 

Como dijera ella en una ocasión:  “Mi consejo para las figuras líricas que entre nosotros empiezan, es que se inspiren en las vidas de los grandes artistas del pasado, quienes, a pesar de lo que se sostiene, en muchos casos injustamente, dedicaron una gran parte de su existencia al estudio y superación cultural y educativa, llevando una vida de privaciones y sacrificios para mejorar y conservar sus facultades, no solamente para lucro y beneficio propio, sino para bien de la humanidad”. 

Entre sus reconocimientos encontramos: 

Socia de Honor de la Asociación de Cultura Musical de San José, Costa Rica.

Miembro y fundadora del Instituto Internacional de Estudios Afroamericanos de México, la Sociedad de Estudios Afrocubanos de La Habana y el Instituto Cubano Puertorriqueño de Cultura.

Distinción Raúl Gómez García 

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