El hombre que pone rostro a Los Enanos
Es el ‘padre’ de esas expresivas caras que cautivan a niños y adultos la mágica noche lustral. Luis Martín, jubilado de la banca y técnico superior en Diseño y Artes Plásticas, es el diseñador de las caretas de Los Enanos, el número más querido de las fiestas lustrales de la Bajada de la Virgen, del tapiz de baile y de la caseta en la que se produce la asombrosa transformación. LA PALMA AHORA ha conversado con este artista, muy crítico con varios aspectos de la organización de La Bajada, en su taller del emblemático barrio de San Sebastián de Santa Cruz de La Palma, que desprende un fuerte olor a pintura. En este espacio fabrica y custodia los rostros que cada lustro devuelven a la infancia a los palmeros.
Luis Martín, que bailó la danza en 1965, se mueve entre caretas, pinceles y pinturas, y habita en un mundo mágico. Mientras trabaja en una, pone el ventilador en otra para que se seque la pintura al óleo que dio a unos ojos, a los que quiere imprimir un azul intenso. Al mismo tiempo habla con un joven que bailará la danza el próximo día 9 de julio y que ha visitado el taller para ver cómo va su máscara.
Vive con pasión el número de Los Enanos y critica todos aquellos aspectos que considera perjudiciales para la esencia del espectáculo. “Hay insensibilidad hacia la defensa del enano, se ha convertido en la locomotora económica de La Bajada y se está poniendo en peligro la gran magia que es la transformación”. “Se programan actuaciones muy temprano por imperativo municipal, no por el Patronato, porque eso lo deciden dos o tres personas, que son más políticos que defensores de Los Enanos”, espeta, y advierte: “Si no se constituye una asociación o una fundación, el espectáculo va en caída libre”.
Este artista comenzó a realizar las caretas de Los Enanos en 1990 y tomó el relevo de su padre, Félix Martín Pérez, profesor de la Escuela de Artes y Oficios. “Él las hacía por el sistema tradicional de papel de seda pegado con poliada, no era partidario de usar otro material”, recuerda. “Pero yo fui enano en el 1965 y me di cuenta de que había bajado cuatro kilos y medio en las funciones porque el enano está como en una sauna permanente, y lo que le refresca, paradójicamente, es danzar; la careta no se podía soportar con ese material tradicional: papel, poliada, cretona y cola de carpinteros, que era canelita y olía muy mal porque estaba hecha con residuos de pescado”, detalla.
Luis decidió cambiar los materiales que utilizaba su padre. “Yo hago las caretas con fibra, a la que añado resina con un reactivo para que se solidifique, es como fabricar el casco de un yate”, ejemplifica. “Después se le da un fondo especial para que pueda recibir cualquier tipo de pintura (acrílico, óleo etc.,)”, añade. “Yo pinto con todo, pero los ojos los hago casi siempre en óleo, da más tiempo; el acrílico es muy poco noble porque es rápido, se seca pronto, y el artista tiene que ser muy ligero de mente y de brocha”, subraya.
En el taller de Luis hay varias fotografías de danzantes que quieren que sus caretas tengan un cierto parecido físico a su rostro. En una de esas imágenes hay una anotación del artista: “Ojo a las cejas y al movimiento de los pelos”. “Hay que tener en cuenta que estamos haciendo una especie de comedia francesa de entre 1800 y 1905, nos encontramos a caballo entre dos siglos, y tampoco se debe notar demasiado la semblanza del danzante porque entonces nos acercamos a un tiempo contemporáneo”, justifica. “Las caras tienen semblanzas que transmiten un poco de historia, rostros que ya no se ven por las calles, como esas que lucen el clásico bigotito u otras que reflejan socarronería”. “Lo más importante es que transmitan emoción, porque los árabes decían que para que algo transmitiera tenía que tener luz propia”.
Cada lustro se confeccionan caretas nuevas y otras se reparan “en el astillero”, como llama Luis a su taller. “La primera careta que no fue hecha por mis manos es de Marta Cabrera, autora del cartel anunciador de la Bajada de la Virgen 2015 y licenciada en Bellas Artes; me pidió que le dejara pintar la de su hermano, que bailaba, y yo le dije que pintarla no, hacerla toda; vino aquí, le di las líneas de volumen, se la llevó a su casa, la trabajó en barro, por supuesto, le ayudé a sacar los moldes y el positivo, y salió el hermano con ella”, relata. “Fue la primera vez que una mujer ha hecho una careta”, afirma. Pero las féminas, dice, cometen un fallo a la hora de pintar la boca. “Tienen la costumbre de coger el carmín y entonces dan a los labios una pasada horizontal, pero como los labios son estriados, se tienen que pintar a golpe de pincel de dentro hacia fuera”, precisa.
En 1990, Luis tomó el relevo de su padre, pero en 2000 se dio cuenta de que “la mano mía clonaba las obras, todas se parecían mucho, por lo que empecé a promocionar a artistas que fueran titulados en Bellas Artes y que tuvieran un cierto nivel en pintura, aunque hay algunos que pintan tan bien como los titulados”, deja claro. “En esta edición, la Asociación de Amigos Pintores de Las Breñas se ha involucrado y sus miembros van a pintar cuatro caretas; otra la hará una señora mayor que acude al Centro de Día de Santa Cruz de La Palma, que es de La Galga, y el resto las decorarán otras personas”, apunta, y recalca: “Para mí sería un orgullo hacer solo una o dos de las 30 caretas”.
La intención de Luis es impulsar “una especie de apadrinamiento, y el que pinte la careta que se haga responsable y que la defienda, porque es un gran error darle a un pintor más de dos caretas; entonces estamos cayendo en el mismo error que he caído yo; lo bueno sería que cada careta tuviera un padrino, porque entonces conseguimos un matiz, un color y una variedad de semblanzas que nunca logrará un artista solo”, insiste. “Si yo empezara de cero daría las caretas a distintos artistas para que las hicieran de principio a fin”, admite. Cuando le traen las piezas que ha cedido para su pintado “solo les doy algún toquito, un poco de brillo en los ojos, por ejemplo, pero con un gran respeto a la persona que la ha pintado”, remarca
Ahora, manifiesta Luis, “me gusta más ver Los Enanos, porque no es una obra mía, sino de gente que está conmigo y que espero que tenga la visión de hacer una fundación de Los Enanos, o algo más amplio, de las fiestas lustrales”.
Este artista es también el diseñador del tapiz de baile sobre el que danzan Los Enanos y de la caseta en la que se produce la mágica transformación. “En esta edición hay una relación entre la vestimenta de Los Enanos, la letra y la caseta, que será la portería de San Francisco; el verde del tapiz simboliza el célebre huerto de los naranjos de los franciscanos”, adelanta.
Las caretas, una vez concluida la danza, son custodiadas por Luis en su taller, donde las guarda con mimo y celo. “Lo que me pregunto es que será después de que yo deje esto, no sé si los políticos serán capaces de mantenerlo”, comenta con tono de evidente desconfianza.
Y qué siente Luis cuando contempla la danza, cuando ve a los rostros que ha creado en su taller del artístico barrio de San Sebastián asombrando a locales y visitantes. “No lo sé explicar; algunas veces me voy, pero en La Bajada anterior me senté en el suelo con Luis Morera junto a los niños para ver la careta que él había pintado”. Todos niños una noche.