“La máquina está llorando, porque sabe que no soy yo la que está cosiendo”: María Pilar Sánchez González, Mujer Destacada del Municipio de Santa Cruz de La Palma 2024

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María Pilar Sánchez González (Breña Alta, 29 de julio de 1939), modista y confeccionadora de trajes tradicionales, ha dedicado toda su vida al mundo de la costura. En su casa, su madre era la que les hacía la ropa a ella y a sus hermanos, lo que propició que desde su niñez comenzara a mostrar interés por estas labores. En su adolescencia empezó a aprender por su cuenta, cosiendo la ropa del vecindario de su pueblo en El Hierro, isla donde residió durante gran parte de su juventud. Y así, poco a poco, fue adquiriendo habilidad hasta conseguir sacar el correspondiente diploma acreditativo por correspondencia. Una vez regresó a La Palma, asistió a la Escuela de Artesanía de Villa de Mazo, donde aprendió técnicas de costura y a mejorar la destreza desarrollada durante años, permitiéndole su conversión en la profesional que es ahora.

María Pilar Sánchez se ha dedicado a la confección y al bordado de trajes de novia, vestidos de fiesta, indumentaria tradicional, ropa de comunión, etc., contando con tres carnets oficiales: el de modista a medida, el de trajes típicos y el de ganchillo (el último en obtener). Asimismo, su experiencia la ha llevado al otro lado como examinadora y se ha contado con sus conocimientos para impartir cursos de costura en varios municipios de la isla, donde se ha ganado la simpatía y el cariño del vecindario.

A pesar de que ya no se dedica profesionalmente a la costura, no la ha apartado por completo de su vida, aprovechando cada ratito para seguir consagrándose a su pasión. Todavía realiza encargos y, por las tardes, se reúne en su casa con otras señoras para seguir enseñando todo lo que algún día aprendió con tanto ahínco. 

La presente entrevista fue realizada en las dependencias de la Concejalía de Bienestar Social e Igualdad de Oportunidades, el pasado miércoles, día 13 de marzo de 2024. La transcripción de la grabación corre de la mano de la arqueóloga Daniela Espinosa Hernández, adscrita a la Concejalía de Patrimonio Cultural.

Leticia Martín Ramos. Estamos con doña María Pilar y vamos a empezar la entrevista. A mí me gustaría que empezara hablando de sus inicios en el mundo de la artesanía. Si fue por herencia familiar, si hubo alguien externo, si empezó usted sola… 

María Pilar Sánchez González. Empecé yo sola. Primero fui modista. Tengo el carnet de artesana modista. Tengo tres: el de modista a medida —que fue el primero que saqué de artesanía, porque antiguamente yo trabajaba de eso—, después saqué el de trajes tradicionales y luego el de ganchillo. Pero yo empecé de jovencita. Vivía en El Hierro, porque mi padre era guarda-muelles, y allí no había nada. Yo tenía ilusión por coser porque me encantaba y saqué el diploma por correspondencia.

LMR.  ¿Y cómo conoció usted el oficio si en su casa nadie cosía?

MPSG. Mi madre cosía nuestras ropitas de pequeñas. Las cosía a mano porque no tenía máquina. A mí me encantaba coser, y yo no sabía nada, pero es que me gustaba. Tendría dieciséis o diecisiete años y yo no tenía a nadie que me enseñara. Entonces —yo no sé por dónde— encontré que daban los diplomas por correspondencia. A mí me mandaban los trabajos que yo tenía que hacer: las costuras, los ojales a mano, los ojales a tela… Y yo reenviaba todo eso para afuera y luego ellos me decían si estaba bien o si estaba mal y cómo se hacían los patrones, todo eso. Y después recibí el diploma en el año ‘58.

Después empecé a coserles la ropa a los vecinos de allí, porque en esa época no había nada en el puerto de El Hierro, ¡que no había nada, nada! Y así empecé yo a cortar y a hacer mis pinitos sin saber nada. Luego me vine para aquí. Y aquí ya había más gente que sabía el oficio. Yo estuve yendo a unos cursos de corte y ya luego me inicié sola. Aprendiendo, buscando y haciendo. He hecho trajes de novia preciosos (que tengo un álbum), he hecho comuniones, trajes de pantalón y chaqueta, chaquetas de esas buenas de abrigo. Antes aquí no había nada de eso. Yo me acuerdo que para el traje de comunión de mi hija me fui a Tenerife y vi un modelo allí en los escaparates (porque aquí no había sino dos o tres tiendas, nada más) y vine para aquí y se lo hice. Yo he ido a Tenerife, a un sitio que lo llamaban Vogue, que era de trajes de novia. Había un hombre que me decía como lo tenía que hacer. También me vendía las telas (porque allí es donde estaban las telas buenas para los trajes de novia). Yo hice hasta trajes de novia bordados de perlas, que me sentaba y empezaba perla por perla a bordar.

Después ya entró el boom de los trajes hechos, baratos, y ya eso se fue terminando. Entonces me inicié en la artesanía, hará unos treinta años (los niños eran pequeños). Me fui a la Escuela de Artesanía de Mazo y allí me dieron unos cursos de preparación, como dos o tres, y después yo ya… Yo ya hacía ropa de mago antes de ir, pero a mi manera. Pero luego fui a la Escuela y allí me enseñaron la técnica y la forma, porque yo lo hacía como me saliera. Y así fui desarrollando mis cosas: yo iba, compraba… Porque hace tantos años, que tengo de todo. Yo veía una telita y la compraba. En la pandemia hice muchas mascarillas. Un chico, por teléfono, me pidió una y vino un guardia civil a recoger la mascarilla. Y luego aparecieron más encargos. Yo he hecho de todo, pero en la costura, porque yo otra cosa no sé hacer. Sé bordar también, que he ido a cursos de borde, de pintura…

LMR. El tiempo, bien aprovechado. Y ¿usted compaginaba esta actividad con otra?

MPSG. No, no, solo eso.

LMR. ¿Y colaboraba usted con la economía de la familia?

MPSG. Sí, claro, porque mi marido se quedó en el paro a los cincuenta y cinco años y ganaba… me parece que era en pesetas ¿50.000? Y no daba. Tenía a mis dos hijos estudiando en Tenerife. Gracias a que yo cosía y lo ayudaba.

LMR. Entonces, su marido se quedó en el paro y con los ingresos que él tenía, más su aportación con los trabajos de costura… 

MPSG. Sí, que era poquísimo, porque en la costura era poco, no se ganaba. Me acuerdo de cobrar 10 pesetas por un traje y le pareció caro a la mujer. Eso no se me olvidará nunca en la vida… ¡10 pesetas por un traje! Y mira que yo los hacía bien, no es por alabarme, pero yo coso muy bien. Era una ayuda, pero no era eso de yo tener nada.

LMR. El trabajo no estaba bien pagado. 

MPSG. No, no, no. Yo he trabajado hasta las doce de la noche. Cuando llegaban las Navidades, Fin de Año, haciendo trajes de noche y, ¿total?, barato. No se cobraba mucho. La economía no me daba para mantener a mis hijos en Tenerife estudiando. Lo que yo cosía y lo que yo ganaba era para los gastos y lo que ganaba mi marido era para mis hijos.

LMR. Y con lo suyo se mantenían en su casa.

MPSG. Sí, nos manteníamos en mi casa. Y con lo que mi marido plantaba, porque tenemos arriba unas huertitas (es que mi marido es de Garafía y le encanta la agricultura). Con eso vivíamos porque plantaba sus cebollas, sus esos, todas esas cosas, y gracias a esto, porque si no en aquella época… porque estuvo muchos años en el paro.

LMR. Entonces, ¿para usted fue un oficio desde que estaba en El Hierro?

MPSG. Sí, sí. Primero hice la ropa de los vecinos. Tenía más de cinco trajes de novia que los regalé. Yo no cobraba nada porque las conocía. Las fotos las tengo en el álbum. Si cobré alguno, no me dieron fotos, porque de los que tengo fotos son de los que regalé. Yo, con que me dieran para mis cositas…

LMR. Con que usted tuviera para comer. Y ¿cuando sus hijos eran pequeños?

MPSG. Yo cosía. Ponía a mi hijo aquí, sobre mi regazo, porque era muy desinquieto; le decía: «Pon las manitas aquí», y yo con la máquina, tititi, y él mirando la aguja. Yo, cuando vine a vivir para mi casa (que la compramos), no traje sino la máquina, la mesa de cortar, un sillón y una tele, y el juego de cuarto, que me lo regalaron mis padres cuando me casé. Yo vivía con mis padres hasta que me vine a la casa, para poder ahorrar y tener la entrada para comprarla.

LMR. Lo fundamental era la máquina de coser y la mesa de cortar.

MPSG. Sí. Y no había más nada, y eso que tenía cuatro habitaciones, pero todo vacío. Solo eso. Ya, luego, poquito a poco, la fuimos amueblando. Cuando llegamos a la casa, solo teníamos un sillón que compramos para ver la tele, el juego-cuarto sí, porque me lo regaló mi madre, y la máquina y la mesa.

LMR. Entonces, ¿usted lleva bordando desde los quince años más o menos? 

MPSG. Sí, o dieciséis. Bueno, en el ‘58 me saqué el título, pero yo antes ya hacía mis cosas.

LMR. Como me comentaba, ahora mismo tiene el carnet de modista a medida, el de trajes tradicionales y el de ganchillo, que ha sido de las últimas adquisiciones.

MPSG. Sí, que dije: «Yo voy a sacarme el de ganchillo. Lo voy a hacer». A mí me animaron a sacarme el primer carnet. Primero me dijeron que había un curso de perfeccionamiento de las ropas típicas. Pues lo saqué. Y era en Mazo, y yo iba en guagua. Yo no tengo coche y he ido a todos los sitios a los que el Cabildo me ha mandado (porque antes, sí, aunque ya no, porque ahora tienes que estar dada de alta), a Los Llanos, a Tazacorte, a la montaña de Tenisca, aquí a La Encarnación, a La Dehesa, a Puntallana… A todos sitios iba a dar cursos.

LMR. ¿Y en las ferias? 

MPSG. Sí, en las ferias, sí. Y no tenía ni carnet; iba a todos lados en guagua. Yo llegaba a Los Llanos y cogía otra guagua para ir a Tazacorte. A Los Llanos fui mucho; me tienen cariño allá. Cuando terminó el curso que me mandó el Cabildo, seguí yendo una vez a la semana, año tras año, porque la gente quería que fuera. ¡Cuántas cosas hicieron! Un montón. No era mucho dinero lo que ganaba, pero ellas, encantadas. Aquí, en San Francisco, también di dos cursos. Yo he dado por todos sitios.

LMR. ¿Y le queda algún objetivo por cumplir? ¿Algo que tenga en mente que quiera hacer? 

MPSG. No, porque a mí me llamaron del Cabildo para preguntar si quería hacer polainas y les dije que no. Pero eso no fue ahora, sino antes de la pandemia. Yo ya no quiero aprender más nada. Yo, con lo que ya sé… Yo tengo montones de bordados en seda preciosos. Los tengo ahí, en casa. Cuando vayas te los enseño. He ido a pintar. Tengo también manteles pintados. Yo he hecho de todo.

LMR. Pero siempre ha ido a más. Ha querido aprender y se ha superado. Porque, el de ganchillo, entiendo que no fue hace mucho tiempo.

MPSG. Fue el último, mucho antes de la pandemia. Fui por ir, porque me decían que fuera. Yo he hecho trajes de ganchillo para mi hija. Yo tengo como cinco o seis chalecos, porque no tengo nada que hacer. Me siento a ver la tele y a hacer ganchillo. No es como coser, no hace falta mirar.

LMR. Ya las manos van solas.

MPSG. Sí. Y mira cómo las tengo: todas torcidas.

LMR. ¿De las agujas?

MPSG. No, de dolores. Yo tengo una discapacitación, ¡unos dolores en el cuello y en la cintura…!

LMR. Pero tiene usted unas manos muy bonitas. Entonces, como comentaba, ¿siempre trabajó sola o trabajó en alguna empresa? ¿En la Casa de los Cojines?

MPSG. No, no. Yo no he trabajado para ninguna, sino en casa haciendo encargos. Ahora estoy haciendo un traje de comunión para una niña, que se lo voy a regalar.

LMR. Usted se mantiene activa.

MPSG. Sí, sí. Luego vienen mis niñas —como yo las llamo, aunque son ya mayores—, porque las chicas jóvenes ya no quieren aprender. ¡Me da una pena! Entonces ellas vienen algunos días y, por las tardes, cuando no tengo nada que hacer, yo me pongo. Pero ellas vienen a aprender a hacer algún traje para las nietas, para las hijas… Vienen dos o tres, que es lo que puedo. Hacemos café. A mí me encanta coser y planchar. Es lo fundamental.

LMR. ¿Y usted les enseña?

MPSG. Sí, yo les enseño. Bueno, yo se los hago casi todo, porque muchas ni tienen máquina, ¡pero se han hecho de ropa…! Porque yo, la máquina mía, no se la dejo usar a nadie. Yo me acuerdo, una vez, que se la dejé a alguien, y yo decía: «La máquina está llorando, porque sabe que no soy yo la que está cosiendo».

LMR. Entonces, usted funciona con encargos.

MPSG. Sí, o en las ferias. Yo tengo en mi casa cosas para llevar a las ferias, pero que tampoco llevo todas, sino dos o tres, y, si quieren alguna más, que vengan a buscarlas a casa. Ahora vino una chica a preguntarme si le podía hacer un traje, que ella me traía todo.

LMR. Usted le dice los materiales que necesita. Entonces, ¿siempre ha sido por el boca a boca?

MPSG. Sí, sí, sí. Yo nunca he estado con nadie, ni nada.

LMR. Ha aprovechado las oportunidades de las ferias para que la conozcan.

MPSG. Sí, aunque a veces no vendo ni un duro. Pero sigo participando, porque me distraigo, veo gente y conozco a otras que también van a las ferias.

LMR. ¿Y qué siente usted al coser?

MPSG. ¡Ay, me encanta coser! Sí, sí, sí. Y planchar. Ahora mismo hice un traje de indianos de chaqueta, pantalón y chaleco, pero no tengo ni la foto. Una vez, a mi marido (él trabajaba en una compañía de seguros) le dieron una tela porque querían que fuera de uniforme (de chaqueta). Le dieron una tela para que fuera a un sastre y se lo hice yo. Bien hechos. Eso, cuando era joven. Ahora ya estoy vieja y no puedo. 

LMR. ¿Y alguien de su familia ha seguido sus pasos?

MPSG. A dedicarse a coser toda la vida, no. A mi hermana le gustaba, pero ella es maestra. Ella venía a casa cuando estaba estudiando y traía telas de Tenerife. Era muy presumida y le hacía sus cosas.

LMR. Pero no se ha dedicado a eso. ¿Sus hijos tampoco?

MPSG. Mis hijos no saben ni… Yo le dije a mi hija: «Vamos, para que cosas a máquina». Porque un botoncito y viene: «Mamá, ¿me lo pegas?». Luego un rotulito: «Mamá, ¿me lo coses?». Le digo: «Coges la máquina y te sientas, porque cuando yo no esté, te pones tú a arreglar las cosas». Una vez estuvo cosiendo, pero ella no tiene tiempo.

LMR. Aparte de la Escuela de Artesanía de Mazo, ¿existe algo para garantizar el aprendizaje de las tradiciones? 

MPSG. No, es ahí, en la Escuela de Artesanía.

LMR. ¿Qué le diría usted a las nuevas generaciones?

MPSG. Que vayan a aprender. ¡Que aprendan, que aprendan! Porque yo he visto cosas hechas por los que se dice que saben y… Yo examinaba. Estuve muchos años examinando y les di el carnet a muchas y a otras no porque no sabían. Yo estuve muchos años yendo a Mazo a examinar de modista y de traje típico.

LMR. Usted ha colaborado con la artesanía en la isla. 

MPSG. Sí, sí. Yo he enseñado a mucha gente y he dado también el carnet a muchos.

LMR. Usted sabe que este reconocimiento que se le hace está enmarcado en el 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, de la reivindicación y la lucha en la que muchas mujeres como usted se han involucrado por ocupar un lugar en la sociedad y visibilizarse. 

MPSG. Sí, sí, sí. A enseñar a la gente a que sigan y a que se integren, porque ahora no es como cuando yo. Ahora te puedes meter en una empresa o en lo que sea. Antes, no. 

LMR. No había tantas facilidades como ahora. 

MPSG. No, no. Nada, nada, nada. Cuando yo era joven, no había ni una mujer que trabajara de cara al público en tiendas.

LMR. ¿Solamente eran hombres? 

MPSG. Sí. Yo, una vez, quise trabajar en una tienda de ropa (que es lo que me gusta). No había sino tres o cuatro tiendas, y era todo hombres. La mujer antes no trabajaba en nada, sino coser, en los cojines y en el borde. Estaba que si pichiche y lo otro era las casas de borde que había para que la gente se ganara algo. Porque bordar era baratísimo.

LMR. El precio de venta con el trabajo y el esfuerzo hechos no compensa. O sea, que usted sí ha visto, a pesar de que sea una profesión feminizada, que la gran parte han sido bordadoras, costureras. ¿Usted ha visto una evolución de la mujer? Me habla de que al principio sólo había hombres. 

MPSG. Sí. Mira, yo para sacar el carnet de conducir, como no tenía carrera, no tenía título ni de bachiller (que después lo saqué por Radio Ecca), tenía que hacer un curso (en eso femenino, que no me acuerdo cómo se llamaba [Sección Femenina de Falange Española]) de seis meses para poder sacarme después el carnet. Fíjate tú lo que valía la mujer antes. No valía nada. No lo podías hacer si no estabas casada o no tenías un título. Yo estuve, jovencita, viniendo aquí seis meses y ¿total? Luego no lo saqué.

LMR. En el mundo de la artesanía, ¿usted ha visto alguna desigualdad por ser mujer? 

MPSG. No, yo no he visto nada. En todos estos años en los que me he recorrido la isla en las ferias, yo no he notado ninguna discriminación hacia la mujer. Antiguamente, no es que te discriminaran: ¡es que no te llamaban para trabajar! Las mujeres limpiaban o bordaban.

LMR. ¿Está usted contenta con este reconcomiendo? 

MPSG. ¡Ay, yo sí! Yo tengo un cuñado, hermano de mi marido, que está en Tenerife, al que le gustan mucho las labores. Él se sacó el carnet de borde. Vino a casa y le estuve enseñando todo lo que yo hacía, y me dice: «Eres la única en La Palma, la única mujer que yo he visto que sabe como tú». Y digo yo: «Bueno, ¡cuántas habrá que saben como yo! Muchas».

LMR. Usted fue aprendiendo lo mejor de cada casa.

MPSG. Tengo muchos años. Tengo ochenta y cuatro años y yo he recorrido mucho.

LMR. Y ganas de seguir. 

MPSG. Sí, yo, sí. Vamos a casa para que veas todo lo que tengo.

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