Escuchar, deliberar y decidir: tres verbos para una medicina más humana
Doctor González, tras su participación en la fase presencial del Título Propio de Experto en Bioética Clínica en Madrid, ¿qué razones le llevaron a interesarse por esta formación y qué valor cree que puede tener para su práctica profesional en La Palma?
Lo decidí porque, además de científica, la medicina debe ser ética. En el día a día tomamos decisiones que afectan a la vida de las personas, a su sufrimiento, a sus familias. Y no siempre tenemos una respuesta clara o que nos parezca la mejor posible. Este curso, con el profesor Diego Gracia al frente, nos ha ofrecido un método para deliberar en esas situaciones y tomar decisiones prudentes, justas y respetuosas con la autonomía de los pacientes.
Para La Palma, la contribución de la Bioética supone la posibilidad de estar cada vez más alineados con los estándares éticos más avanzados. Y el curso tiene además un valor añadido: es internacional, con profesionales de toda España y de América Latina, lo que enriquece mucho el intercambio de experiencias.
La bioética suena a algo académico. ¿Cómo se traduce eso en el trabajo de un hospital?
Se traduce en aspectos muy concretos. Cuando decidimos, por ejemplo, si un tratamiento invasivo o de alta intensidad vale la pena, cuando hablamos con una familia sobre los límites de la medicina en un paciente en fase terminal, o cuando protegemos la confidencialidad de los datos clínicos. No es solo teoría, sino que además supone un marco para tomar decisiones que supongan el menor daño posible y que respeten siempre la dignidad de la persona.
Ha comentado que a veces la ley no basta. ¿Podría poner un ejemplo?
Sí. Imagínate a un paciente que rechaza un tratamiento que los médicos consideramos vital. La ley nos dice qué pasos seguir, pero no siempre resuelve el problema de fondo: ¿respetamos su decisión aun sabiendo el riesgo que corre? Ahí entra la ética, que nos invita a escuchar, a comprender los valores del paciente y a buscar con él la decisión que tenga más sentido para su vida.
¿Y los pacientes están participando más en estas decisiones?
Sin duda. Hemos pasado del modelo paternalista —“el médico sabe siempre lo que le conviene”— a un modelo más participativo. Más deliberativo. Eso exige que sepamos explicar bien, de forma clara, y que respetemos la capacidad de cada persona para decidir. A veces la mejor opción no es la que nosotros habríamos tomado unilateralmente como profesionales, sino a la que llegamos contando también con el propio paciente. Esto nos compromete por nuestra parte poner a disposición, tanto de la persona sobre la que se decidecomo de su familia, la información médica adecuada y que ésta a la vez les resulte comprensible a los receptores.
Uno de los módulos del curso se centra en el final de la vida. ¿Cómo se prepara un hospital para ese momento tan delicado?
Lo primero es humanizar la atención. No se trata solo de tecnología, sino de planificar los cuidados con tiempo, hablar con el paciente y la familia, y priorizar el confort cuando llega el momento. Decidir cuándo limitar un tratamiento, cuándo optar por la sedación paliativa o cómo acompañar el duelo son decisiones que requieren sensibilidad y preparación. La formación en bioética nos da seguridad para afrontar estas situaciones evitando improvisaciones.
El curso cuenta con profesores de mucho prestigio, como Diego Gracia, Blanca Morera y Carlos Pose. ¿Cómo ha sido aprender con ellos?
Un verdadero lujo de docentes. Diego Gracia es un referente internacional y su manera de enseñar la deliberación es única. Blanca Morera y Carlos Pose aportan una gran experiencia clínica, docente y un enfoque muy cercano. Es un equipo que combina, conocimiento, rigor y humanidad. Y eso se nota. Y mucho. Y viene muy bien. No solo en el ámbito sanitario. También en la vida.
La tecnología avanza muy rápido. ¿Qué riesgos ve y qué papel juega la ética en este escenario?
Debemos estar muy atentos. La historia demuestra que el progreso técnico sin control ético puede volverse en nuestra contra. A finales del XIX, el positivismo pensó que la ciencia lo solucionaría todo: máquinas más potentes, importantes avances tecnológicos, armas más sofisticadas… pero sin límites. El resultado fue que apenas a principio del XX sufrimos laprimera guerra mundial y no tanto tiempo después la segunda.
Hoy tenemos inteligencia artificial, biotecnología y avances que parecían increíbles hace solo décadas, pero también necesitamos reglas claras para que estos importantes logros estén al servicio del bien común. De lo contrario, podríamos repetir errores trágicos.
Doctor, cuando se habla de casos difíciles en medicina, muchas veces se les llama “dilemas éticos”. ¿Es así en la práctica?
No siempre. Un dilema es una situación extrema, entre el blanco y el negro, donde cualquier opción parece implicar un mal mayor. Pero la mayoría de los casos clínicos no son así: no se deben ver como dilemas antes los que tenemos solo dos opciones y ante la que tenemos que elegir una contrapuesta a la otra. Por lo general, este tipo de soluciones son malas porque suelen dañar mucho un valor para intentarsalvar otro. Los casos difíciles se deben considerar como problemas éticos que si los analizamos comprenden una amplia escala de grises a considerar.
Lo que hacemos en bioética es trabajar en esos matices para encontrar la solución que menos dañe los valores en juego.
¿Y qué papel juegan los Comités de Ética en todo esto, especialmente en hospitales pequeños?
Son fundamentales. Espacios donde profesionales de distintas áreas — desde la medicina, la enfermería, juristas, trabajadores sociales— se reúnen para analizar casos complejos y buscar juntos la mejor solución. En La Palma debemos trabajar para que cada vez sean más visibles. Que los equipos sanitarios y también los pacientes sepan que pueden contar con ellos.
Para cerrar, ¿qué mensaje le gustaría dejar a sus colegas y a la población?
Que la ética no es un añadido, es parte de la buena medicina. Es indispensable. Las decisiones en salud no deben tomarse por inercia ni solo por la presión del momento. Si formamos a los profesionales para deliberar, escuchar y decidir bien, el sistema sanitario será más humano y más justo. Y todos, pacientes y profesionales, estaremos mejor preparados.Y mejor atendidos. El profesor Gracia nos señala a menudo que las mejores soluciones no son las buenas sino las óptimas.
*Verónica González Benítez es graduada en Periodismo y Filosofía
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