Florece el paisaje amable del almendro en flor

La realidad nos indica que no son muchas las islas que, como sucede en La Palma, puedan ofertar una variedad tan grande de paisajes en tan escasa superficie. Ese es nuestro principal recurso turístico, al que se unen otros de carácter histórico, monumental y festivo, que forman parte de nuestra cultura e identidad como pueblo. Estos primeros días de febrero, por ejemplo, resultan especiales para disfrutar del paisaje amable y tranquilo de Puntagorda que, con el sello peculiar de sus almendros en flor, se torna un poco mas bullicioso. “Más allá de la bruma, elijo en sus senderos / una estela de azul y oro, camino del ocaso/ Un sol de ensueño que busca el mar, último paso,/ tras el blanco tapiz de los almendros”. En ocasiones, la naturaleza nos ofrece imágenes que reflejan nuestra pequeñez y provocan la admiración de todos. En Puntagorda, se ha logrado una completa integración entre el uso y el disfrute de los recursos naturales, sin que pierda un ápice de su encanto; un rincón habitable, cuidado y atractivo, que forma parte de un entorno único, que estos días despierta con la flor de sus almendros. Una flor que habla por sí sola con palabras que son bocanadas mudas y verdades silenciosas, pues, ante belleza tanta, no hace falta pregonar sus dones.

Estas fiestas son un compendio de tradición y solera. Se nos permite participar de ellas con ciertas dosis de perplejidad, ante el universo cercano que proclaman. Nos agrada la raíz existencial que las engancha al pasado y nos compensa ese guiño feliz de la gente del pueblo para lograr que en él, nadie se sienta forastero.

“La estampa es flor que se abre a nuestros ojos

para hacer de la fiesta placentera,

versos, baile y canto, tras la espera,

con notas musicales a manojos.

Y olvidamos al tiempo los abrojos,

pues la paz florece en Puntagorda;

la paz de los almendros en la fronda,

anticipo feliz de primavera.

Colorido sin fin que nos revela

un hermoso jardín de sol y sombra“.

Los molinos, casas y pajeros, monumentos de nuestra arquitectura rural, se han conservado en medio del paisaje, como una muestra de un desafío al tiempo. En contraste las nuevas y necesarias infraestructuras propician el bienestar de todos y hablan bien de la responsabilidad y compromiso de los últimos regidores municipales, cuya labor invita a recordar aquel proverbio ruso: “Las grandes obras las sueñan genios locos, las ejecutan los luchadores natos, las disfrutan los felices cuerdos y la critican los inútiles crónicos”. Don Vicente Rodríguez Lorenzo, actual alcalde del municipio, es uno de esos luchadores natos, que pretende que su manera de hacer política responda a los intereses comunes de los vecinos. Sabe que el futuro no se logra sin trabajo y por tanto, para él, el trabajo siempre está presente. Su última y loable iniciativa es proponer que “dadas sus características y la singularidad paisajística de la localidad donde se celebran, las Fiestas del Almendro en Flor sean declaradas de Interés Turístico”. Desde este rincón digital, me uno a tal propuesta y, sin pretender imitar a los verseadores y a esa facilidad que tienen para repentizar, termino con dos décimas que podrían cantar dos de estos poetas del pueblo:

POETA (1)

Puntagorda, la divina

tierra sembrada de aroma,

donde el paisaje se asoma

al hombre que la camina.

Sus plácidas colinas

y su monte soberano

de brezo y faya crinado

bajo el azul de su cielo,

revelan que este suelo

ha sido por Dios tocado.

POETA (2)

Al ponerle Dios su mano,

el encanto resplandece

y el pueblo nos parece

más celestial que humano.

Hoy que gozo campechano

de su expresivo color,

sé que si pierdo un amor

lo buscaré en Puntagorda

para encontrarlo a la sombra

de sus almendros en flor.

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