Las noches sin dormir de Thimbo Samb

El actor senegalés Thimbo Samb (c) conversa con compatriotas suyos en el campamento de acogida de inmigrantes Las Canteras en La Laguna (Tenerife), donde se ha reencontrado con su hermano mayor que llegó la pasada semana en cayuco a la isla de El Hierro

Efe / José María Rodríguez

18 de octubre de 2023 10:00 h

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Decenas de jóvenes caminan hacia La Laguna (Tenerife) por la carretera TF-13 para pasar el día antes de que el calor apriete; proceden en su mayoría de Senegal, así que no tardan en reconocer al hombre que se acerca al centro donde pernoctan.

Los de Kayar incluso lo saludan: es ese pescador de su pueblo que cumplió el sueño de ser actor tras haber llegado a España en cayuco, como todos ellos, solo que mucho antes. Y viene en busca de su hermano.

Conocido por sus papeles en series como Antidusturbios o Fuerza de paz y películas como El silencio del pantano, Thimbo Samb llega al campamento de acogida de inmigrantes de Las Canteras vestido con el chándal y el uniforme oficial de los leones, la selección de fútbol de Senegal, para que queden pocas dudas.

No solo viste de león, lo es: un activista político y social al que hoy le tiemblan las piernas. “Esto es muy fuerte, es que conozco a la mayoría”, confiesa.

En busca de su hermano mayor

Pronto lo rodean. “Na nga def” (“¿cómo estás?”), saluda en wolof. Se detiene con cada uno, estrecha manos sin parar y reparte sonrisas, pero no deja de mirar hacia el campamento, inquieto, hasta que encuentra justo en la puerta el rostro de B., su hermano mayor, el motivo por el que Thimbo Samb está estos días en Canarias.

Abdoulaye “Thimbo” Samb llegó con 17 años a Tenerife en 2006, en la primera “crisis de los cayucos” y ha hecho su vida en España. Ha dormido en la calle, ha pasado penurias y ha salido adelante.

Su hermano tiene 38 años, solo dos más que él, pero parece de otra generación. Como todo pescador, su cara refleja la dureza del trabajo en la mar. Era su vida hasta principios de mes, cuando tiró la toalla y se subió a un cayuco destino a Canarias con 247 personas más, 32 de ellas mujeres, la mayoría de Kayar. Y se lo ocultó a Thimbo, que se enteró de todo por su madre, cuando llevaban ya tres días en el Atlántico.

“No he parado de mirar el móvil desde que me enteré, a ver si llamaban, a ver si se sabía algo... Y tampoco puedes llamar porque con un cayuco hay cero comunicación. De repente, ya no me entraba la comida y me costaba mucho dormir. Creo que he molestado a todos los que conocía que pensaba que podían tener información sobre ese cayuco”, relata a EFE Thimbo Samb, al que no le cuesta admitir que ha pasado más miedo ahora que cuando él mismo hizo la travesía.

En Kayar, su pueblo, todo el mundo sabe el riesgo que se corre en un cayuco, por sólido que sea el barco y por experimentado que sea quien lo gobierna. De hecho, precisa Samb, raro es quien no tiene algún familiar o conocido que ha desaparecido de camino a Canarias.

Es su caso: en agosto perdió a varios amigos en un cayuco que se quedó a la deriva y terminó en Cabo Verde. Fue una tragedia en la que murieron 62 de los 101 ocupantes de la embarcación y que Samb no ha podido sacarse de la cabeza durante más de una semana, en concreto hasta el 13 de octubre, cuando su hermano llegó a El Hierro.

“No aconsejo a nadie que venga en patera, pero lo entiendo”

“De verdad, yo no aconsejo a nadie, absolutamente a nadie, que venga en patera, pero también lo entiendo”, asegura. Thimbo Samb no solo comprende los motivos, sino que además se siente responsable, en parte, de la travesía de su hermano. Dice que se ha significado tanto en contra del Gobierno de Macky Sall y a favor del líder opositor Ousmane Sonko, en prisión preventiva desde julio por acusaciones de insurrección, que siente que Senegal ya no es seguro para su familia.

El reencuentro entre los dos hermanos Samb en la puerta del centro de acogida de Las Canteras es emotivo, pero no hay abrazos. No es su cultura, precisa Thimbo. Ya habían hablado antes por teléfono y se habían puesto al día sobre la travesía y sus preocupaciones comunes.

B. enseña a Thimbo su orden de devolución, la que recibe todo el que llega a Canarias en patera nada más pisar tierra. Por un lado, representa una amenaza; por otro, es el documento que lo identifica en España. Su salvoconducto si lo llevan a península. “¡No puede ser, otra vez!”, exclama, al ver que han escrito mal el nombre de B.

Sabe lo que se dice: en 2006 alguien escribió mal en un documento como ese su identidad (no lo registraron por su nombre, Abdoulaye, sino por apodo, “Thiambou”, y castellanizado, “Thimbo”) y la confusión le costó ocho años de retraso para regularizar sus papeles.

Thimbo Samb mira a los chicos de Las Canteras y se alegra por todos, pero también le desborda la rabia. Para ellos no hay visados: ni alguien como él, subraya, con trabajo, 16 años en España, domicilio en el país, documentos en regla y al día con todos sus impuestos ha logrado traer por la vía legal a su mujer y a su hijo. Mucho menos a sus hermanos. “Luego preguntamos por qué vienen así”.

Sus reproches van más allá. Señalan también a los gobiernos “corruptos” de varios países de África y a las políticas de la Unión Europea que los financian a cambio de controlar la salida de emigrantes, sin reparar en que, de ese modo, les entregan una vía para conseguir más dinero cada vez que quieran: abrir de nuevo las fronteras. “Eso no funciona. Se vio en la crisis de 2006 y se está viendo ahora”.

Al hermano de Thimbo Samb le esperan meses duros, si es que logra regularizar su situación. “Lo bueno es que me tiene aquí. Si tenemos que comer arroz con pollo, pues arroz con pollo, pero no le pasará lo que me pasó a mí, que dormí en la calle tres meses. El tendrá una casa, tendrá un techo mientras yo esté aquí”.

En este viaje a Canarias, Thimbo también tiene previsto desplazarse a La Restinga. Quiere ver el muelle al que llegó su hermano mayor y le empuja además una preocupación profunda. Sus noches sin dormir y de nudo en el estómago aún no han terminado. 

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