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Las tres noches de incertidumbre de los 60 migrantes abandonados a las puertas del campamento Canarias 50

Un joven sale del recurso Canarias 50, mientras otro que ha sido expulsado (i) por mal comportamiento solicita volver a entrar

Andrea Domínguez Torres

Las Palmas de Gran Canaria —

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Al raso, bajo la lluvia y el frío de febrero. Así pasaron la primera noche Nabil y otros 63 jóvenes magrebíes que abandonaron el campamento para migrantes de Canarias 50 el pasado viernes. Hace dos días, Cruz Roja, la ONG contratada por el Gobierno de España para dirigir este centro, informó a los residentes de que “para mejorar las condiciones de acogida y realizar obras” se debía trasladar a 62 migrantes de un sector del centro a otro, según aseguró la organización a este periódico. A partir de aquí, las versiones de la dirección y la de los usuarios acogidos en el antiguo acuartelamiento militar se contradicen. Los residentes afirman que en lugar de compartir habitación con una treintena de personas como suele ser habitual, con esta medida lo harían en grupos de 50. El miedo a contagiarse de COVID  y el temor a los robos y a los enfrentamientos hicieron que muchos de ellos se negaran a convivir aún más apretados. De este modo, se resistieron a ser trasladados. “Si no quieres esto, fuera. A la calle”, sentenciaron los responsables de este centro, según declaran varios migrantes desde dentro y fuera del recinto.

Nabil, con tono enfadado, acusa a la ONG de querer meter a demasiadas personas en un mismo espacio en medio de una pandemia: “La patrona de Cruz Roja nos dijo que teníamos que dormir todos juntos y  preguntamos: ¿cuántas personas? No está bien, hay coronavirus”. La organización sostiene que los migrantes “decidieron abandonar” el campamento porque no querían trasladarse a otras tiendas, “a pesar de haber mediado dos horas con ellos para que no abandonaran el lugar”.

Por el contrario, Abdeslam (nombre ficticio), uno de los jóvenes que permanece en el interior del recurso, afirma que desde la dirección de la entidad se les dio un ultimátum: o hacinarse en una carpa con medio centenar de personas o ser expulsados del campamento. Durante la confrontación por el traslado a otro sector, la ONG acusa a algunas personas de tener “actitudes violentas o agresivas”. En este sentido, el testimonio de los migrantes es unánime, tanto los que han salido del recurso como los que no niegan los episodios de violencia a los que alude la institución. 

Abdeslam es una de las 319 personas que permanecen alojadas en Canarias 50. El joven, procedente del sur de Marruecos, recuerda al detalle cómo sucedieron los hechos y aunque no le gusta cómo es la situación dentro del campamento admite no tener otra opción. “No conozco a nadie aquí, no puedo ir a ningún otro lado”, se entristece. Abdeslam afirma que dentro del campamento algunos monitores son racistas con los usuarios, pero se resigna.

La primera noche fuera del campamento

La misma noche de la disputa entre la organización y los usuarios, 64 de ellos durmieron sobre el asfalto de la zona industrial del barrio de La Isleta, a diez minutos de la arteria principal de Las Palmas de Gran Canaria. La Policía Nacional desalojó a los 60 migrantes del lugar y algunos decidieron marcharse a la playa de El Confital, también en el mismo barrio, donde hay cuevas naturales entre las montañas para cobijarse del frío. Los vecinos del lugar apuntan que esta zona es peligrosa a causa de los desprendimientos, por lo que la vida de los jóvenes podría correr peligro. 

Tras ser alertada por los residentes del barrio, la Policía desalojó a una treintena de personas también de la playa. Sin un lugar a donde ir, los migrantes se dividieron en diferentes grupos y vagaron por la capital grancanaria en busca de refugio. Algunas personas tuvieron más suerte que otras en las dos días siguientes. Sin embargo, para Nabil, la tercera noche fuera del campamento tampoco ha sido fácil. 

“Vinimos buscando una vida bonita y nos encontramos una vida de mierda”, lamenta Nabil, quien acusa a la Cruz Roja de tratarlos “como a animales”. El joven de origen marroquí tiene 27 años y el sueño de reagruparse con su familia en Italia. Nabil dormía en la calle en Marruecos, pero prefiere volver a su país a quedarse aquí si no lo dejan continuar su viaje hasta Italia. “No tengo a nadie”, lamenta, sus padres murieron y su única familia está en el país europeo, entre ellos, su sobrina enferma. 

Nabil era una persona sin hogar en África y lo es ahora también en Canarias. Después de tres noches durmiendo en el suelo, se enfrenta a un nuevo día sin “tener qué comer o dónde dormir”. Hasta este domingo estaba convencido de no volver al recurso, pero este lunes, agotado y triste, espera a las puertas de Cruz Roja por su readmisión. “He pasado la noche en un aparcamiento, con frío y lluvia. Esta mañana unos vecinos me han ayudado y me han dado comida”, relata. 

Otros de sus compañeros corrieron una mayor suerte gracias al párroco de la Iglesia de San Pedro, Jorge Hernández, quien decidió acoger en el lugar de culto a 44 personas que andaban sin rumbo por el barrio de Las Palmas de Gran Canaria. “Durmieron aquí, en el patio de la Iglesia, cerca de 50 personas”, revela el cura. La mayoría de los chicos tienen entre 18 de 25 años, vaticina Hernández, quien apunta que la presencia de hombres con 30 o 40 años es mucho menor.

Una red solidaria en la Isleta ayudó a los jóvenes que pernoctaban en el recinto a preparar un documento para solicitar la vuelta al Canarias 50: “Anoche preparamos 44 documentos, cada uno presentaba el suyo. Ahora con ese papel esperan a las puertas del centro. No sabemos qué va a pasar, si serán readmitidos o no”, asevera Hernández. Este domingo, Cruz Roja afirmó que “se habló una a una con todas las personas que abandonaron el recurso, pero ninguna de ellas ha solicitado la readmisión”.

El párroco opina que la organización “patinó en su decisión” de expulsar a 64 chicos del lugar. “Si alguien ha cometido un delito, se le detiene y punto, pero no puedes coger a 60 personas y decirles a la calle”. Hernández narra cómo esta decisión supone un problema para los vecinos, pero también para los jóvenes: “¿Qué pasa con los demás que estamos alrededor, tenemos que asumir una decisión mal tomada?”, apostilla.

“La pobreza aquí no llegó con la inmigración”, afirma el cura de este barrio de la capital isleña, quien señala a la mala gestión de la crisis migratoria por parte de “las instituciones y algunas organizaciones no gubernamentales”: “Aquí todo el mundo improvisa, no hay un plan. Cruz Roja improvisa y ahora nosotros (los vecinos) también tenemos que hacerlo”, relata. 

Tras tres días de incertidumbre y falta de recursos en este pueblo con problemas estructurales y sociales, Nabil espera junto a sus compañeros la reincorporación al centro. No quiere asilo en España, solo quiere que le permitan continuar su ruta hacia Italia. “No puedes poner a 60 personas en la calle, porque estás creando un problema social y lo estás cargando a la sociedad”, critica el párroco. “Qué fácil es lanzarlos a la calle y que se busquen la vida, que luego se asienten en un lugar y los quiten de ahí porque los vecinos protestan”. Para Hernández tener a tantas personas vagando por las calles es molesto para los vecinos, pero también para ellos mismos “que se sienten marginados y malmirados”. “La exclusión genera violencia, siempre genera violencia”, señala.

También desbordados están los miembros de la Asociación Atlas, una iniciativa vecinal de La Isleta que acoge a personas migrantes en situación de calle. Preguntados por si tendrían huecos para admitir a una persona más, sentencian que están “desesperados buscando nuevos recursos”. “Ahora mismo tenemos una situación crítica con 30 marroquíes”, todos ellos procedentes del Canarias 50.

Frustrados ante el bloqueo

Un kilómetro y medio separa este recinto que atrapa cientos de sueños de personas migrantes de la playa turística de Las Canteras, en la que se puede ver a chicos marroquíes paseando por el lugar tratando de matar el tiempo. “No llegamos solo para comer, dormir e ir al baño. Vinimos a España para conseguir un trabajo y construirnos un futuro”, sostiene Abdeslam. En este sentido el párroco de La Isleta sentencia que los inmigrantes “están acorralados”. “El nivel de frustración es tan alto que esto requiere una salida rápida”, comenta Hernández.

No es la primera vez que el recurso alojativo de Canarias 50 está en el ojo del huracán. Desde su apertura el pasado 15 de enero, el centro ha sufrido críticas después de que varios residentes denunciaran a través de vídeos las condiciones que vivían dentro del lugar. El 8 de febrero, una “incidencia técnica ajena al espacio”, según declaró la dirección del centro, acabó con un sinfín de aguas fecales corriendo por el asfalto del campamento. También otro día la lluvia provocó la inundación de una de las carpas en la que duermen los usuarios, “no podemos dormir, está todo mojado”, narraban los residentes. Esta misma carpa es, según la versión de los usuarios, el motivo por el que han acabado en la calle 64 personas. Ahora, estas mismas personas denuncian problemas con la comida y con el trato.

Como Abdesalam, también Mohammed continúa viviendo en este antiguo espacio militar pero critica la dirección del recinto: “Haría lo que fuera para ayudar a mis compañeros. Hay muchas cosas que están mal aquí: robos, comida de mierda, donde dormimos, el agua. Vivimos en una chabola”, denuncia. En sintonía con los testimonios de otros migrantes, acusa a Cruz Roja de abandonar a 64 personas en la calle: “¿Dónde van a vivir?”. A la espera de una respuesta por parte de la dirección del Canarias 50, la tensión entre los migrantes sigue en aumento. Ante la incertidumbre actual también se cuestiona Jorge Hernández “¿cuál será el criterio para admitirlos o no? No sabemos qué va a pasar, si se aceptará que todos vuelvan”.

Aunque todos sean readmitidos, el bloqueo por parte del Estado español hace que los migrantes vean el Archipiélago como una cárcel, tampoco las condiciones dentro de los campamentos ayudan a apaciguar la situación. La escasez de comida, el estado de las carpas, los sueños frustrados escalan una frustración cada vez más palpable en las islas. Muchos tienen familias a su cargo que dependen del trabajo que puedan conseguir en Europa.

Más de 100 personas migrantes viven en la calle

Los chicos que han salido del centro Canarias 50 se suman al centenar de migrantes que a finales de enero ya vivían en las calles de Gran Canaria, según datos de Cruz Roja. Las personas que son expulsadas de los diferentes recursos de acogida permanecen en un limbo, sin un lugar donde dormir o comer. La caridad y el buenhacer de los vecinos canarios es muchas veces lo único que tienen estas personas para sobrevivir a diario en la calle. Las cuevas naturales en la montaña o zonas de árboles en las playas son algunos de los espacios escogidos para resguardarse del frío, el viento y la lluvia. 

Otros chicos que temen la deportación a sus países de origen también deciden abandonar los recursos alojativos, tanto hoteles como campamentos, con el sueño de seguir con su ruta migratoria. “Necesito ayuda, algo de comida y dinero”, súplica Moukhamed, un joven hospedado en uno de los alojamientos turísticos del sur de Gran Canaria: “Ayúdame a salir de aquí”.

A pesar de haber arriesgado su vida en una patera, muchos de ellos confiesan que prefieren volver a sus países de origen a estar aquí. El párroco de La Isleta también lo cree: “Muchos tendrán ganas de volver a su tierra, viendo que no hay posibilidades aquí para atenderlos a todos”. Sin embargo, Hernández pide soluciones: “La migración va a seguir funcionando en la medida que haya pobreza y desigualdad”. 

Este cura grancanario advierte que migrar a veces sale mal, “por lo que tienes que decidir dónde quieres pasar hambre, en tu país o en la tierra extranjera”. En este sentido, considera que debería haber un plan para facilitar a los migrantes volver a sus países de origen: “A veces nos sale mejor ayudar a gente para que vuelva a su tierra a que estén aquí en la calle, pasándolo mal y frustrados porque necesitan comer todos los días o porque sus sueños están rotos”. “Esta situación vuelve loco a cualquiera, con 25 años es una locura. No podemos permitir que esto se convierta en un lugar en el que no hay escapatoria”, señala. Nabil lo tiene claro, prefiere volver a vivir en la calle en Marruecos que continuar con esta situación en Gran Canaria.

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