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Woody Allen, noventa años menos un día

Woody Allen.

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Woody Allen nació el 1 de diciembre de 1935 y Allan Stewart Konigsberg nació el 30 de noviembre del mismo año, exactamente un día antes. La primera fecha es la que conocíamos hasta que el cineasta de Nueva York publicó su autobiografía A propósito de nada, en la que contó que realmente nació en la segunda fecha, pero que fue registrado en la primera. Explicado así no tiene mayor relevancia, pero puede adquirir un significado más profundo si lo pensamos en términos menos terrenales. Y a los que escribimos nos gusta encontrarle al mundo un sentido menos terrenal, más elevado, menos sujeto a la aburrida ley de la gravedad. 

Así que empecemos de nuevo: Woody Allen nació el 1 de diciembre de 1935 y Allan Stewart Konigsberg nació el día anterior. O sea, la persona nació primero, luego vino el artista. Tal es así que la persona que nació antes tiene un nombre diferente a la que llegó después. Entiéndase que no se puso el nombre artístico hasta pasado un tiempo, es un tipo inteligente pero no tanto como para renombrarse con un solo día de vida. Pero para todo el mundo, hasta hace nada, había nacido el día 1 de diciembre. O sea que, para todos nosotros, oficialmente es Woody Allen desde ese día (maldita sea, siempre son necesarias estas explicaciones, siempre hay que bajar a la tierra). Bien, sigamos... Woody y Allan, nacidos en días diferentes, han convivido juntos todo este tiempo. Nada más y nada menos que durante noventa años han vivido dos personas en una. De ellas conocemos más a Woody y menos a Allan y no sabemos dónde empieza uno y dónde acaba el otro. Como uno hace películas y escribe obras de teatro y textos literarios, creemos que lo conocemos mucho, pues en sus películas viste igual que en su vida real y se manifiesta con unos rasgos personales, unos tics y un modo de ver el mundo común a gran parte de sus protagonistas. Es decir, en gran parte de su obra ha interpretado al mismo neurótico angustiado por los misterios de la existencia. Y cuando no ha tenido la edad para interpretarlo ha colocado a actores más jóvenes como sus alter ego.

Ahora que sabemos que tiene dos fechas de nacimiento podríamos juzgarlo (ya que nos gusta tanto juzgar a los demás) en base a ese criterio y nos quitaríamos de un plumazo todo este interminable debate sobre si juzgar a la persona o al artista, que es algo que no podemos evitar por muy intelectuales que algunos nos pongamos. Pues dentro de todo intelectual hay una maruja que quiere salir al mundo y manifestarse en todo su ser. Bien, si lo hiciéramos así, podríase condenar públicamente a Allan y disfrutar tranquilamente de las películas de Woody. Allan cargaría con los pecados y Woody recibiría todos los frutos de su trabajo artístico. No tengo la menor idea de si Allan ha hecho nada especialmente malo, pues sólo conozco a Woody. Pero poniendo por caso que así fuera, la solución sería ideal. No hay que extrañarse tanto de esto: Allan no es el único que convive con otra persona, en este caso con Woody. Todos nosotros somos uno y, como mínimo, dos a lo largo de nuestra vida. Hoy mismo, usted, seguro que ha sido al menos dos personas. Si es, digamos, un profesor universitario, no se dirigirá a sus alumnos del mismo modo que a su pareja en la intimidad de su hogar. En el aula podría llevar puesta una elegante blusa o una camisa de botones y quizá una bonita chaqueta encima, y en el salón de su casa podría vestir una camiseta rota de Frutería Mari. Los alumnos verán las uñas de sus manos perfectamente cortadas cuando se acerquen a su mesa de docente y su pareja observará que las uñas de sus pies, apoyados éstos en la mesita del salón, hace al menos dos meses que crecen salvajes. No me digan que esas no son dos personas.

Todos hemos sido al menos dos en multitud de ocasiones. Cuando conocimos a nuestra pareja fuimos simpáticos, buenos oyentes, sonrientes, empáticos. Después de veinte años de convivencia sólo queda una sombra de aquel modelo de conducta, nos convertimos en otros. También somos varios a lo largo del día: progres por la mañana, machistas al mediodía, herejes por la tarde y temerosos de Dios por la noche. Por ejemplo. Y si caemos en una falta verdaderamente grave, ¿por qué no puede cargar el malo con la culpa? Nosotros nos libraríamos. El problema es quién es “nosotros”. Cuál es el auténtico, el que tiene que pagar la multa o pasar por el calabozo (ya sé, ya sé, somos dos pero con un solo cuerpo, recuérdese que esto es una triquiñuela ilusoria, un ardid literario, estábamos en modo poético).

Desde la adolescencia soy un auténtico flipado de Woody Allen pero últimamente, será porque me hago mayor, pienso también en Allan Stewart. Y si bien nunca voy a dejar de disfrutar del primero, albergo unas cuantas reticencias con el segundo: su equidistancia con lo que sucede en Gaza o su mercantilismo al aceptar financiación para hacer películas que han de llevar en el título el nombre de la ciudad que las subvenciona. Quiero pensar que es Allan el que firma y Woody el que filma. Y creo no exagerar si digo que al segundo le debo buena parte de lo que soy. Al menos uno de mis yoes se lo debe. Feliz cumpleaños, Woody Allen.

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