Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Priorizar la unidad? Sí, claro que sí
Las personas progresistas en todo el mundo viven momentos de auténtica zozobra ante el imperial avance de la ultraderecha, de sus retrógradas ideas y de sus terribles concreciones prácticas. No se trata de un asunto baladí. Nos estamos jugando las libertades democráticas, los derechos de las mujeres, las conquistas de los colectivos LGTBI… Y, asimismo, las pensiones públicas, las políticas de apoyo a los más vulnerables y el reconocimiento de los migrantes como personas, no como objetos sobre los que volcar el más irracional e inhumano de los odios.
En numerosas ocasiones ya no son los ultras los que hacen el trabajo sucio, los que toman decisiones para restringir unos derechos que tanto costó alcanzar. Como ocurre en el Estado español. Su influencia es suficiente para que el PP, tembloroso al ver que le pisan los pies electorales, lo haga por ellos. Este es el caso de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, donde la simpar Ayuso se sitúa a la derecha de Vox y, por supuesto, de otras ultraderechistas europeas, como Marine Le Pen, cuya formación política apoyó el blindaje del aborto en la Constitución francesa.
La drástica reducción del papel del Estado y el abandono de los más vulnerables es otra de las metas de los nuevos liberales. Lo vienen haciendo donde pueden. Empeñados en ahogar financieramente a la educación y a la sanidad públicas. Así como en acabar con las pensiones públicas, con las prestaciones al desempleo o con las rentas de ciudadanía, hoy si cabe más importantes en una sociedad que se robotiza y que expulsará del espacio laboral a muchos hombres y mujeres. Hacer, en definitiva, un mundo donde, como hoy ya está sucediendo, los ricos sean cada vez más ultrarricos. Y en la que las armamentísticas son las principales empresas por potenciar. Haz la guerra, no el amor. Cambiaron los tiempos.
Acuerdos
No resulta nada fácil dar respuesta al avance reaccionario, facilitado por una sucesión de circunstancias críticas que, desde 2008, ha debilitado a las sociedades, empobrecido a mucha gente, reducido el poder adquisitivo de los salarios o dificultado hasta el extremo el acceso a una vivienda digna. Un avance reaccionario que dispone del apoyo de potentes medios de comunicación y redes sociales.
Frente a esa dura realidad, lo menos que se puede demandar es que las izquierdas establezcan acuerdos unitarios para tratar de evitar una regresión catastrófica. Es imprescindible la unidad de los que aspiran a un mundo con mayor equidad y libertad, con impuestos progresivos y justos, con servicios públicos de calidad y con apoyo a los más vulnerables, sean mayores, menores, discapacitados o desempleados. Poniendo por delante lo que une en una encrucijada histórica que no admite frivolidades. Y en la que debe imponerse la generosidad y la cordura.
Tal vez por eso, no debe sorprendernos que quien mejora sustancialmente en los estudios sociológicos, sondeo a sondeo, sea Gabriel Rufián. Un verso libre dentro de ERC que se empeña en que las izquierdas no se destruyan mutuamente y promueve que comiencen a colaborar y a proyectar alianzas unitarias ante unos comicios generales que pueden producirse en cualquier momento. Y que, de persistir el actual grado de desunión e inquina, auguran un resultado desastroso.
Circunstancias que también pueden trasladarse al caso canario. Conseguir los máximos niveles de unidad posible entre las izquierdas resulta esencial si no queremos tener en 2027 el Parlamento más derechizado de las últimas décadas; con una amplia bancada ultra, además. Y en el que se consoliden las actuales políticas conservadoras de CC y PP, las de las bajadas de impuestos a los ricos, desprecio a la protección del territorio y del medio ambiente, fortalecimiento de un modelo de crecimiento económico insostenible y sin futuro y grave incumplimiento de las leyes, como sucede con la de educación de 2014, que pretende fortalecer, con suficientes inversiones, nuestro sistema educativo público.
Blanqueando a extrema derecha
Y, asimismo, prácticas políticas que conducen al blanqueo de la extrema derecha en las instituciones, como han venido haciendo este mandato integrándolos en grupos de gobierno en varios ayuntamientos de Lanzarote, Tenerife y Gran Canaria. No les quepa duda de que, si les hacen falta, aceptarían sus votos en el Parlamento para formar el futuro ejecutivo canario tras los comicios de 2027. Y tampoco las tengan de que votarían a un posible Gobierno del PP sustentado en el apoyo de la extrema derecha; ya lo hicieron en 2023, aunque la operación fracasó entonces gracias a las izquierdas y a los nacionalistas.
Se precisa la unidad, por tanto, para resistir al huracán de la extrema derecha y para avanzar en los ámbitos sociales y nacionales, para lograr mejores condiciones de vida y para que no se produzca un retroceso social sin precedentes. No, en ningún caso, para forjar alianzas que solo sirven para reforzar, con nuevos mimbres, el conservadurismo actual; y para ahondar más en lo que hay: desarrollismo, desigual distribución de la riqueza, abismos sociales… Y si esto es lo primero que hacen, confluir con las derechas, cómo será lo último.
Ante el actual y muy crítico panorama, estoy plenamente convencido de las enormes virtudes del entendimiento programático y de la imperiosa necesidad de la confluencia electoral. ¿Priorizar la unidad de las plurales y diversas izquierdas, allá y aquí? Sí, claro que sí. Están tardando.
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