La Carlota, una de las grandes sorpresas gastronómicas de Las Palmas de Gran Canaria

Restaurante La Carlota

Javier Suárez

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Hay establecimientos que nacen con aires de grandeza contando lo que están haciendo aún a riesgo de estrellarse antes de despegar, pero también hay otros establecimientos que apuestan por todo lo contrario, intentar hacerlo bien y que eso sea lo que lleve al cliente a sentarse en sus mesas. Hoy les hablaré sobre un establecimiento que juega en esta liga, la de la humildad, el esfuerzo y el trabajo como señas de identidad propia: La Carlota.

Lo primero que llama la atención es el local, podríamos decir que “maldito” en la capital grancanaria, por el que han transitado multitud de negocios desde los primeros años 90, donde el tristemente fallecido Pepe McDonald y su incombustible aliado Tommy Roca nos hacían beber y bailar en unos tiempos que hoy parecerían de ciencia ficción y en los últimos años fue el Transformer, un conocido local de copas. Por eso, cuando uno conoce donde está ubicado el lugar no puede más que fruncir el ceño pensando en qué se les habrá pasado por la cabeza a unos jóvenes emprendedores a la hora de darle por completo la vuelta al sitio de manera que se transforme en un restaurante, dudas que desaparecen en cuanto uno se planta frente a la puerta, mira hacia dentro y observa con perplejidad uno de los establecimientos más bonitos y acogedores de los que se han abierto últimamente en la isla. Presidido por una barra que invita a disfrutar de la gastronomía y un espacio interior dividido en secciones donde uno pueda comer en solitario, acompañado o en grupos pequeños, como marcan los cánones de seguridad a día de hoy. La sensación de que algo bueno se cocina es algo que se respira en todo momento.

Jose Suárez, propietario del local junto a su familia me explicaba antes de conocer su propuesta que “esto ha sido una apuesta arriesgada por parte de toda mi familia, desde mi hermana (la tenista Carla Suárez, de ahí el nombre de La Carlota) como mis padres, todos hemos puesto lo mejor de cada uno a la hora de levantar este restaurante que el único objetivo que tiene es el de dar de comer bien al comensal con unos precios asequibles y cuidando también el servicio de sala y la carta de vinos o cocktails que tenemos. No somos cocina canaria, yo estudié en el CETT de la Universidad de Barcelona, para después irme a trabajar en un hotel de Filipinas y ya volver a mi isla con la intención de buscar un local que tuviera lo que yo sentía que quería hacer, este se puso a tiro y aunque somos conscientes de que contamos con un hándicap a la hora de atraer al comensal, estamos muy contentos del resultado final y creo que la sorpresa que se encuentra al llegar vale mucho la pena”.

Ahora Jose ha decidido confiar en Richard Aguiar para que pilote la cocina, “ahora se me apetece mucho más la gestión integral de un restaurante que estar al frente de los fogones todo el día. Encontrar a Richard ha sido todo un regalo, confiamos mucho en su gran criterio y su llegada está siendo un soplo de energía y creatividad que nos está ayudando a todos”. Como ya adelantaba Jose, la otra gran baza de La Carlota es su recientemente incorporado nuevo jefe de cocina, Richard Aguiar, formado en Hecansa (Hoteles Escuela de Canarias) y en el Basque Culinary Center durante el último año. Ganador del I Concurso de Cocina Profesional de la Feria Gran Canaria Me Gusta y cuya experiencia más destacada en cocina tuvo lugar bajo la tutela de Abraham Ortega en los tiempos donde el chef comandaba la cocina de El Santo Restaurante (ahora es el propietario del Restaurante Tabaiba) donde obtuvieron el preciado BIB Gourmand Michelin.

En la sala lleva el mando Fernando Cubillas, joven camarero con muchas ganas y lo más importante, una actitud sobresaliente a la hora de escuchar e interrelacionar con la mesa. Con un poco más de formación y experiencia tiene mimbres para ser un grande de la sala, de esos que tanta falta nos hace en las islas. Y ahora, a lo que esperan, la experiencia gastronómica.

Lo primero que me gusta y llama poderosamente la atención es que nos encontremos frente a una carta no muy amplia, lo que ya manda el primer mensaje de frescor en los productos, a la que se le suma una buena selección de vinos con presencia canaria y también foránea, culminando una amplia gama de destilados y cocktails pensados sobre todo para el aperitivo, esas maravillosas tardes donde el almuerzo se prolonga un poco más de lo habitual o ese cierre de cenas en la que tanto apetece. En cuanto a los platos, cuando un restaurante lo primero que te trae a la mesa es la que para mí es la mejor sal de Canarias, Bocacangrejo y un sabroso aceite picual de Jaén, todo pinta bien, eso sí, mejorable el pan aunque me consta que ya están con ello. Sobresaliente el saam de atún rojo canario, de los últimos de la temporada, con aguacate de Mogán y aliño suave que mantiene los sabores del túnido. Casi perfecta la ensaladilla rusa con mayonesa casera de piquillos, batata, bacalao y langostinos, con emulsión de sus cabezas. El punto para que fuera perfecta lo obtendrá cuando cambie el bacalao por un pescado local como puede ser el cherne, mero o incluso la lubina atlántica Aquanaria, que sí aparece en otros platos de la carta.

Excelso el arroz con lubina gracias a los puntos de cocción tanto del arroz (mucho ojo al manejo de uno de los ingredientes más difíciles de la cocina que atesora Richard) como por la perfección de la lubina, piel crujiente e interior sedoso. Impecable a su vez la carrillera de cerdo ibérico, puré de batata y mojo hervido, otro ingrediente muy de nuestra tierra.

Y dejo para el final los dos platos que más me gustaron de todo el menú, por un lado, callos a la madrileña, untuosos a la vez que picantes en su justo punto, que no necesitaban ese extra que aporta el aceite picante Pepe Oil, aunque sí lo usé por pura gula. El cierre ha sido de fuegos artificiales: un canelón de cochino canario en bechamel especiada. En mi próxima visita este plato cae en ración normal y no como menú degustación, ya aviso. Como auténtico broche de oro un pase dulce en forma de Torrija horneada con pan brioche y helado de manzana verde del clásico insular, la Heladería Peña la Vieja.

Para terminar el artículo permítanme que les cuente algo que pocas veces me atrevo a decir directamente y es pedirles encarecidamente que le den una oportunidad a La Carlota, porque me dio mucha pena observar que un restaurante de esta apuesta y calidad, un miércoles al mediodía tuviera tantas mesas disponibles con la ubicación tan buena que tiene, justo en el cruce de Olof Palme con Mesa y López, a escasos 100 metros de la ahora peatonal Plaza de España. Si Carla Suárez ha defendido con honor y fuerza su espíritu grancanario por las pistas de tenis del mundo entero, correspondamos confiando en el buen hacer de su familia al frente de La Carlota. Yo, lo tengo claro y desde hoy seré un miembro más del equipo #SomosLaCarlota, (@somoslacarlota en Instagram), ahora le toca a ustedes decidir si se animan a jugar este partido.

Dirección, Avda Mesa y López 35. Tfno 828.08.37.70. Precio medio 30€ en adelante.

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