Fuerteventura: paisaje con marrones
Fuerteventura tiene en su interior, en pleno corazón de la isla, los mejores marrones, la mejor gama de canelos y el mayor arco de tonalidades amarillas. Y mejor no hablar de los colores que da su cielo, claro y alto. En la isla más antigua del archipiélago, la belleza de las formas modeladas por los agentes erosivos es patente en el trayecto que va del municipio de La Oliva, en el norte, al de Betancuria, tierra antigua encajada entre montañas y también espacio histórico.
El paisaje y las estructuras que se divisan en ese recorrido son todo un lujo: de colores, de edificios redondeados y poco ofensivos, de laderas y de llanuras. El centro de Fuerteventura, quizá el espacio más olvidado de la isla, merece la pena en todos sus rincones y, por ello, una excursión por esos lugares es muy recomendable y se convierte, con la llegada final a la vieja Betancuria (antigua capital de la isla), en algo muy reconfortante y gratificante.
El punto de partida de este viaje de interior, que puede parecer hasta continental, es la callada Villaverde, muy cerca del ruidoso Corralejo y dentro del municipio de La Oliva. Desde Villaverde, tierra labrada, se llega en nada al centro antiguo de La Oliva, donde se puede poner el freno para apreciar el patrimonio arquitectónico que el pueblo posee, en especial la recién restaurada Casa de los Coroneles y las muestras vivas de construcción religiosa.
De aquí a Tindaya, se llega en un momento. La montaña mágica de los majoreros hay que verla de cerca. Desde las faldas de este edificio volcánico, pelado y afilado por el paso del tiempo, amado por los aborígenes y con huellas de los antepasados, se puede retomar el camino hacia Betancuria, con paso previo por Antigua.
Tindaya se abandona para tomar rumbo a Tefía, lugar de paso hacia Antigua, antes de tocar el topónimo de La Ampuyeta y a poco de entrar en el centro de Antigua. En todo ese tramo, dominan las montañas y las llanuras, y entre estas formas prenden las laderas lavadas y alisadas por la fuerte erosión.
Con la llegada a Antigua, paisaje rural típico del centro de Fuerteventura, con sus molinos de viento a la vista, se está a nada de subir las montañas que invitan a conocer el pueblo de Betancuria, metido entre colinas, tradicional y casi un regalo de la naturaleza.
Betancuria, primera capital
Betancuria es tranquilidad, emoción y posibilidad de disfrutar del pasado en su vertiente natural y con sus componentes humanos. En este lugar, se impone el paseo para apreciar un trazado de pueblo clásico, una arquitectura sobria pero imponente y todas las huellas del pasado, desde los tiempos prehispánicos. En Betancuria, es posible alcanzar por un momento la gloria, dentro del valle, entre montañas y con cielo azul y nubes altas de cúpula.