Secretos del patrimonio gomero

Fachada del convento de Hermigua.

Pablo Jerez Sabater

San Sebastián de La Gomera —

Para el caso de las Islas Canarias y, concretamente en la isla de La Gomera, numerosas son las cuestiones vinculadas al patrimonio histórico – artístico que, de una u otra manera, son poco o escasamente conocidas o divulgadas. Vamos intentar arrojar un poco de luz o, al menos, contribuir al conocimiento de algunos elementos vinculados a la isla de La Gomera y que han pasado desapercibidos para la historiografía, pero también para los propios habitantes de la isla.

San Sebastián o el enigma del patrimonio colombino

En general, hablar de patrimonio artístico en la isla de La Gomera es hacerlo sobre San Sebastián, su capital, y sobre aquellos elementos que han sido históricamente vinculados a la hazaña colombina.

Si bien es cierto que el Almirante Cristóbal Colón arribó a la isla en agosto de 1492, lo hizo por ser éste el mejor puerto de las islas. La rada de San Sebastián estuvo considerada durante los siglos XV, XVI y XVII como el mejor y más seguro puerto de las Canarias, a pesar de haber sufrido diversos ataques piratas, como los de los hugonotes franceses en la última década del Quinientos, o el de los berberiscos a comienzos de la siguiente.

Pero aun siendo esta la verdadera razón que impulsó a Colón a aguar en La Gomera, siempre ha quedado unida a la leyenda su posible o no relación con Beatriz de Bobadilla y cuestiones por el estilo. Nada de lo que digamos aquí servirá para desmitificar esta cuestión, pues la única verdad es que el Almirante tomó puerto en esta isla por simple operativa, puesto que, recordemos, en estos momentos el Real de Las Palmas no era aún puerto seguro, Tenerife no se había terminado de conquistar y La Palma tampoco. Por tanto, partiendo de esta premisa, el patrimonio que históricamente ha vinculado a La Gomera con Colón ha convivido con una realidad que no siempre es correcta, desde un punto de vista histórico.

Pongamos, solamente, algunos ejemplos sobre esta cuestión que estamos abordando: la Casa de la Aguada, donde se conserva un pequeño pozo con una cartela donde se expone que “con esta agua se bautizó América”, es una construcción de finales del siglo XVIII que se levanta donde antes se encontraba la primitiva casa condal y, además, sabemos por los relatos de Torriani y Gaspar de Frutuoso, que era tal la cantidad de pozos y manantiales que tenía la isla que probablemente Colón aguara en uno público, a las afueras de esa casa y no de la de su interior.

Otro ejemplo puede ser la Torre del Conde o Torre de los Peraza, mandada a levantar a mediados del siglo XV por don Hernán Peraza El Viejo y de la que Colón sólo pudo haber observado su primer cuerpo, pues el estado en el que hoy la conocemos se debió a una reforma en tiempos de Felipe II, casi medio siglo después del fallecimiento del Almirante.

O, por ejemplo, la propia iglesia de La Asunción, que cuando Colón estuvo en la isla, apenas era una ermita de piedras y adobe, puesto que no se comenzará a levantar como la conocemos hasta, al menos, la década de 1530 por algún maestro de origen portugués, tal y como se desprende del uso del sogueado marino, que recuerda al gusto manuelino de esas décadas en Portugal.

Pues bien, como iba diciendo, siempre que pensamos en patrimonio histórico – artístico en la isla de La Gomera acabamos hablando de San Sebastián, pero es un error, porque la isla presenta otras construcciones cuyo interés es más que significativo. Por tanto, lo que pretendo es hacer un breve y pequeño recorrido por ese otro patrimonio, el olvidado, el escasamente divulgado y muy poco conocido.

Hermigua: cuatro siglos de presencia dominica

A mi juicio, si hay una construcción interesante en la isla, salvando las distancias respecto a la iglesia de La Asunción, es sin duda el ex convento dominico de San Pedro Apóstol de Hermigua, hoy parroquia de Santo Domingo de Guzmán.

Estudiada en su momento por el Dr. Darias Príncipe, hoy sabemos bastante sobre su devenir histórico, sobre su construcción y la vida conventual y artística que en él se desarrolló. Sabemos que se fundó el 18 de marzo de 1611, por lo que estamos de enhorabuena. Por tanto, uno de los edificios religiosos más antiguos de la isla.

Antes de que se fundase, ya habían llegado los frailes dominicos a la isla, pero por problemas con los beneficiados de la iglesia de La Asunción, esta fundación no pudo ser realizada con anterioridad. Para ello tomaron la antigua ermita de San Pedro Apóstol, que existía en el valle alto de Hermigua al menos desde mediados del siglo XVI, pero que por un temporal de agua fue reedificada en 1598, tal y como podemos ver en la clave de arco que da acceso a la capilla de Nuestra Señora del Rosario y que llevó al Dr. Darias Príncipe a sospechar que ésta fuese la primitiva ermita, tesis que he podido documentar recientemente.

Del conjunto de la fábrica sorprende el uso de una doble fachada retranqueada, que viene a refrendar el dato que acabamos de apuntar, es decir, la ermita a la que se le adosa un nuevo cuerpo ya en el siglo XVII, tal y como se desprende de una inscripción gravada en el dintel de la antigua sacristía donde reza que un alarife llamado Pedro de Párraga la hizo en 1675. Por tanto, la prosperidad que alcanzó este cenobio durante los siglos XVII y XVIII hizo que se construyeran capillas y retablos por parte de los importantes del lugar que, en estos momentos, contemplaban regidores, alféreces, capitanes de milicias y un buen número de personajes de cierto rango social en el conjunto de la isla.

Efectivamente, esta singular élite local hizo que llegaran piezas de relativo valor artístico al patrimonio del convento, como es el caso de la talla de Santa Rita de Casia, documentada en 1724 y mandada a hacer por el Alférez Enrique de Mora Melián, o la propia titular dominica, la Virgen del Rosario, la cual, al parecer, fue traída de la Península por un vecino llamado Miguel Ramos, tal y como se recoge en el acta de fundación conservado en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Pero quizá una de las curiosidades que quisiera resaltar es el uso de un arco apuntado en la capilla del Rosario, pues se trata de un elemento totalmente anacrónico, ya que en 1598 el lenguaje gótico había desaparecido totalmente de la islas, pero en el caso de La Gomera, aún pervivió hasta estos momentos, quizá porque los maestros allí instalados seguirían inspirándose en la fábrica de la Asunción, cuyo arco apuntado sobresale al exterior junto a un conopial.

Tejiade. Punto y aparte en las ermitas del siglo XVIII

Estas cuestiones vienen a plantear la importancia de redescubrir la isla de La Gomera a nivel patrimonial, a revisitar sus templos y, aún menos conocidas, sus ermitas. Porque, qué duda cabe, la intrincada orografía de la isla ha hecho que diversas construcciones de relativa importancia histórica hayan quedado casi olvidadas como las tierras donde se levantaron han sido paulatinamente deshabitadas.

Para esta cuestión tan significativa voy a traer a colación un ejemplo que recientemente he estudiado, como es de la ermita de San José en Tejiade. Estos pagos pertenecen al municipio de San Sebastián, aunque se encuentre quizá más cercano al vecino municipio de Alajeró.

Otrora fueron tierras de secano y cultivo de cereal y de cría de reses, hoy apenas cuenta con población estable, que subsisten sin luz eléctrica siquiera. Pero estas circunstancias tan poco favorables en la actualidad, no restan valor a la propia ermita de San José, levantada en 1719 por un vecino de Agulo llamado Juan Rodríguez Casanova. Este personaje, del que poco o casi nada conocemos, poseía unas tierras en estos pagos y quiso, mediante diligencia al vicario general, levantar una ermita dedicado al Patriarca San José. Para ello instituyó un diezmo perpetuo para su mantenimiento al que debían acceder sus descendientes también pero, como todo lo ocurrido en la isla durante los difíciles años que transcurrieron desde finales del XVIII hasta bien entrado el XIX, la desidia y la falta de reparación de la obra la llevó casi a desaparecer, aunque por fortuna pudo sobrevivir y llegar hasta nosotros.

En su interior se conserva una interesante talla del titular de comienzos del siglo XVIII que, estilísticamente conecta con dos piezas más de la isla, la imagen del Salvador del homónimo templo en Alajeró, y el San Juan Bautista de la parroquia de San Marcos de Agulo. Es bastante plausible que existiera algún maestro con rudimentos en el arte de la escultura en la isla, al menos es algo que la documentación recoge, como el llamado ‘pintor de Agulo’, a quien se le encargó la hechura de la imagen de San Vicente Ferrer que custodia el convento de Hermigua, o el ‘pintor de Vallehermoso’, que reparó la sagrada imagen de la Virgen de las Mercedes de Agulo en 1735.

Por tanto, pudiera ser que estas piezas procediesen todas de un mismo taller o una misma mano, ya que estilísticamente son muy parecidas y, aunque su valor artístico no sea sobresaliente, tienen el reconocimiento histórico de la devoción que los fieles han tenido en estos núcleos a lo largo del tiempo.

Una escultura flamenca poco conocida

Pero no sólo las construcciones religiosas han sido escasamente divulgadas o conocidas, sino que también algunas piezas han pasado totalmente desapercibidas para la historiografía, algunas de ellas de verdadero valor patrimonial.

Para ilustrar esta cuestión he decidido traer a colación una pequeña imagen que se venera en la ermita de las Nieves en Jerduñe, la conocida como Virgen de la Salud. [Nada más lejos de la realidad, pues su advocación claramente remite a una Candelaria, cuya candela en la mano izquierda es patente].

Pero no me interesa eso ahora, es decir, la iconografía de la misma, sino dar a conocer que, bajo ese repunte que lleva la imagen, se esconde una talla de más que probable origen malinés, es decir, una imagen flamenca de hacia 1540, de la que nada se conoce, pero que, haciendo una análisis estilístico con otras piezas similares, como la propia talla de la patrona de la isla, la Virgen de Guadalupe, obra también de Malinas de hacia 1530, responde a unos modelos muy claros y que imprimen a esta escultura un valor altísimo dentro del panorama artístico insular y que, como hemos señalado, se desconoce por completo, de ahí el interés en sacarla a la luz.

¿Caminando hacia un mejor conocimiento patrimonial?

Queda claro que la isla de La Gomera no ha sabido explotar sus recursos patrimoniales con vistas al turismo, al menos en lo que respecta a lo existente fuera de su núcleo capitalino, pero una seria alternativa al turismo que busca el paisaje y el senderismo en la isla puede ser la rehabilitación de estos espacios patrimoniales como ejemplos históricos de la isla, de su valor como obras de arte, plantear itinerarios culturales en busca del denominado turismo cultural, como por ejemplo rutas por los pescantes, paneles explicativos en los monumentos o aprovechar la importancia de los núcleos mejor conservados, como el de Agulo, para revalorizar y poner en valor la importancia que la arquitectura vernácula tiene en la isla.

Por tanto, estos elementos poco conocidos de la isla pueden servir para que nuevas ideas y nuevos estudios sigan desvelando el patrimonio que sigue escondido, aquel del que nadie se acuerda, pero que, como hemos visto, guarda aún muchas sorpresas por descubrir.

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