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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

La solidaridad como alternativa a la caridad

I Encuentro Estatal de la RSP (19-10-2013).

Fernando Del Rosal

Las Palmas de Gran Canaria —

“Hemos decidido que es más efectivo un compromiso de los afectados por la crisis para empoderarlos y que ellos no sientan que están pidiendo caridad, sino que gestionan y trabajan para obtener el beneficio mutuo de su fruto”. Así describe Manuel Rodríguez la metodología y la lógica de actuación de la Red de Solidaridad Popular (RSP) que coordina y que acoge la sede del Colectivo Vecinal La Concepción, situada en el número 6 de la calle Granada, en el pueblo de Jinámar. En el grancanario barrio entre municipios (Telde y Las Palmas), la población a medio camino entre urbes que antaño daba cobijo a agricultores de tomate, naranja y caña de azúcar y con el tiempo fue alojando a la clase trabajadora de la capital grancanaria en un conglomerado de edificios colmena, ha dado comienzo una iniciativa de empoderamiento de la población más necesitada que desde el pasado 28 de diciembre cuenta con una despensa popular de productos de primera necesidad como recurso nuclear de una red social y comunitaria que nace como fuerza de choque contra la pobreza. Engendrada en marzo de 2013, en las sombras de la crisis económica, la red se organizó en primer lugar en las localidades madrileñas de Rivas Vaciamadrid y Fuenlabrada, y más tarde se extendió tanto a otros barrios y poblaciones de la Comunidad de Madrid, como a distintos lugares en Andalucía, Aragón, Cantabria, Cartagena, o la Comunidad Valenciana.

En Jinámar y según describe Rodríguez, “por el momento hemos hecho tres grupos por necesidades prioritarias”, y pone como ejemplo a algunas personas a las que se les ha cortado el suministro de agua, luz y gas y otras que están a cargo de menores. La ausencia de ingresos y las cargas familiares poseen el mayor peso en este baremo. Las 25 personas que integran en este momento la RSP de Jinámar se organizan en asamblea, donde verbalizan y discuten sus propuestas y reparten los roles de contabilización y reparto de bienes, así como gestionan otras herramientas de cohesión y ayuda como el intercambio de conocimientos y de tiempo: El aprovechamiento de las habilidades de cada uno para resolver problemas concretos, o el hecho de que unos pueden llevar a los hijos de otros a la escuela mientras sus padres realizan gestiones inaplazables.

Ismael González, coordinador de la Red de Solidaridad Popular a nivel estatal, explica el por qué de crear un entramado que en estos momentos funciona a toda máquina para cumplir con unos objetivos comunes: “Lo que hablamos es que la gente se tiene que auto organizar, empezar a articular una respuesta frente a esa agresión que se le está haciendo al pueblo, en primer lugar para dar salida a las necesidades más concretas, en segundo lugar para pasar de la autodefensa a la resistencia, empezar a pasar a la ofensiva”. Así pues, se trata de una organización de tipo político que pugna por lograr la autosuficiencia en la gestión propia económica, social y cultural. “El proceso es difícil, porque no es lo mismo decir que hay que auto organizarse y que esto lo hagan las personas más afectadas por la crisis, que tienen que hacerlo” adelanta González. En primer lugar dilucidaron la forma de organización: “En base a una asamblea en clave local”, de forma que cada inmueble de asociación de vecinos que sirve de base a las asambleas conforma un nódulo de esa red. En este punto, lo inmediato es “hacer un análisis de lo que está ocurriendo en cada lugar: quiénes tienen más problemas, qué tipo de problemas acucian a la población, si son alimenticios, higiénicos, recortes en Educación, en Sanidad”, al fin, “en qué situación quedan frente a esta política de austeridad”, expone el coordinador.

En respuesta a la crisis se elaboran programas de solidaridad que se sitúan en contraposición a la actividad caritativa o benéfica ya conocida. Aquí se produce una convergencia entre los que necesitan y los que desean ayudar, encuentro que se produce “en nivel de igualdad” y en el que se rompe la verticalidad mediante el principio bidireccional de “yo doy yo recibo”, dice González. Él, uno de los promotores de la RSP, hace hincapié en que este es un proceso más largo que el “voy a recoger alimentos y me marcho”, así que “tarda en cristalizar”, se marca como un proceso dilatado en el tiempo. “Queremos evitar la imagen de las colas, no queremos la foto de la miseria, sino recuperar la dignidad de las personas”, y eso, recalca, “se hace en un proceso donde la gente se sienta en pie de igualdad en una asamblea de la red”. Es en este momento cuando da comienzo el ejercicio de la red en su célula local. Las experiencias que fructifican en los locales de la RSP van desde la despensa solidaria, hasta clases de apoyo para niños que no tienen recursos para suplir las carencias académicas o “incluso que están fuera del sistema educativo”, pasando por huertos solidarios que se enmarcan en dinámicas más amplias de intercambio de conocimientos en base al concepto del banco de tiempo, según el propio González.

Un origen político

En origen, la semilla de la RSP la ponen la izquierda política y militante y las organizaciones barriales y de vecinos. El Partido Comunista de España, Izquierda Unida y varios movimientos sociales empujan a la RSP desde el minuto cero, si bien el pasado mes de octubre se adhirieron a la idea una suerte de organizaciones a raíz de un encuentro estatal, de quienes la Red está pendiente de recibir sus distintas motivaciones. Entre ellas se encuentran Izquierda Anticapitalista, distintas organizaciones vecinales, el Mercado Social de Madrid, Ecologistas en Acción a nivel estatal, organizaciones de inmigrantes como la Federación De Asociaciones de Inmigrantes (Ferine) y movimientos sociales “anti crisis” como los Yayoflautas o la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, con la que ya han puesto en marcha proyectos de autosuficiencia energética para los integrantes de la red a partir de las energías renovables. Así que el encuentro ha sido automático, y como añade González, “es un espacio muy fácil para converger”, un modelo en Red que responde a la reconfiguración estructural de la propia sociedad.

En lo coyuntural, el “ahora” que condiciona esta respuesta, hay un posicionamiento, incide González, como rechazo hacia “esta estafa” que se produce por una “crisis” propia “del capitalismo”. En lo ideológico, la inspiración viene de “experiencias concretas”, que históricamente valoraron el “empoderamiento” como metodología para mejorar determinadas situaciones sociales. Este concepto, que a grandes rasgos significa “dar poder”, emergió poco a poco como una idea recurrente en los contextos de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en la Cooperación Internacional, y en las acciones de Ayuda Humanitaria durante los años 80 y 90 del siglo XX. Y sin embargo, la solidaridad y el apoyo mutuo son precedentes en el tiempo, “nosotros en nuestro proyectos hablamos de lo que fue la experiencia del Socorro Rojo Internacional (SRI)” y “hablamos de cómo se organizaba la resistencia (obrera) frente a la represión en los años 20”. Las premisas del SRI, rememora González, consistían en “organizar a las clases populares para revertir una represión en las clase trabajadora” lo que desembocó en “una estructura como, en el caso del Estado español, la base del Sistema Sanitario español”, en un tránsito a través del trabajo colectivo para el establecimiento de una estructura sanitaria. La revolución minera de 1934, en Asturias, la resistencia que los trabajadores ejercieron en aquel momento, sustentada en un fuerte sostén solidario, es otro elemento de inspiración, según apunta el activista. Otras experiencias como la de los Panteras Negras en Estados Unidos y sus programas de supervivencia, que no se limitaban a un planteamiento de raza sino también de “supervivencia” y político de “defensa frente a una situación de explotación laboral o en ese caso casi de esclavismo”, o “muchas experiencia en América Latina que nos han adelantado” tanto “en democracia participativa” como “en articular procesos de apoyo mutuo y de trabajo común”, caso de las Misiones Bolivarianas (o Misión Cristo) en Venezuela, o el del Programa de Apoyo a la Democracia Municipal (PADEM), en Bolivia.

Los principios y el trabajo

La RSP es una iniciativa que va más allá de una red de centros físicos donde se ejerce la solidaridad, en ella flota una actitud concebida para afrontar un problema colectivo de forma colectiva. He aquí que, para formar un centro que pretenda adherirse a la Red, deben cumplirse unos requisitos mínimos. “Tenemos una carta de principios (publicada en la dirección electrónica http://www.reddesolidaridadpopular.org/red/noticias/carta-principios) para explicar el proyecto de la RSP” y que los promotores decidan aceptarla, o no, “es lo que pedimos para que la gente se una”. Desde ese momento la asamblea en cuestión puede atenerse a la metodología establecida (también en la web), una metodología a la que “incluso se le pueden implementar experiencias concretas” y que, articulada en 10 puntos, se basa en el motu proprio, la solidaridad y la organización del reparto y el trabajo en base a las necesidades y capacidades. “Hacemos una experiencia previa para ver qué programa concreto se quiere implementar, o cuáles”, especifica González, que anticipa su conocimiento de la iniciativa grancanaria en Jinámar y a cuyos integrantes les resta el envío vía email del proyecto a los responsables de la coordinación para cumplir con la formalidad y ser contemplados nominalmente en la red; la experiencia previa no se ha llevado a cabo por el escollo económico que supone el traslado al Archipiélago de algún miembro del equipo de la RSP.

Tres equipos funcionan de forma coordinada en la RSP, el tecnológico, el de comunicación y el de extensión, que es el que se traslada para entablar contacto con las distintas asambleas a fin de coordinar y gestionar un cuerpo vivo en expansión que “al tran tran” ha “desbordado” las capacidades de su sistema nervioso, de sus promotores. Actualmente hay 22 redes contrastadas en España, la de Jinámar al margen, y el equipo, procedente del ámbito político, los movimientos sociales y un grueso de trabajadores que vienen de la acción social (trabajadores y dinamizadores sociales, abogados y psicólogos), que en conjunto confeccionan la Red en lo técnico a nivel estatal, lo conforman entre 20 y 30 personas, según pormenoriza el propio González. Lo que ahora demandan desde la Red es capital humano sanitario: médicos, enfermeros y auxiliares, no en vano los recortes en Sanidad se están cobrando una gran parte del sufrimiento que desde la RSP se pretende combatir.

En lo que respecta al entramado humano de afectados por la crisis, los datos recopilados por la coordinadora de la RSP arrojan cifras estimadas de 150 familias en Fuenlabrada involucradas en la Red; alrededor de 70 niños y niñas, en Rivas Vaciamadrid, a los que la Red les procura clases de apoyo martes y miércoles, fruto de un trabajo organizativo común y activo en el que solo se puede recurrir a los recursos propios del colectivo. “Puedo hacer una estimación en todo el territorio de 500 personas” que ya han buscado imbricarse en la RSP, dice González, pero su función y la del equipo, recalca, es la de dirimir cuestiones metodológicas, y que el funcionamiento de facto es una cuestión local.

La asistencia social es de “vergüenza”

El último trabajo que ejerció Marcos Vallejo fue el de transportista de productos para Mercalaspalmas, hace casi cuatro años. Ahora es parado de larga duración, pues desde que le diagnosticaran un problema en la ciática y le despidieran no ha “podido encontrar trabajo”; en aquella ocasión le dijeron que “como iba a estar un tiempo ahí, mejor para”. Marcos, que reside en Jinámar, emigró hace 13 años desde Ecuador a las Islas en busca de trabajo. Su familia reside fuera de las Islas y a su cargo tiene a sus cuatro hijos y otros dos menores, hijos de su actual pareja, canaria, una situación que desde hace un año afronta sin cobrar ninguna prestación. Recibe ayuda de la familia de su actual pareja, si bien “no podemos estar siempre así, la gente se molesta y nos da vergüenza acudir”. Con la RSP de Jinámar vio la oportunidad de “ayudarnos unos a otros” como alternativa a los repartos en comedores sociales. “Te piden un montón de papeles”, alega el ecuatoriano, datos y documentación, como son el empadronamiento, el número de personas que habitan la vivienda, y el documento de Vida Laboral. “Cuando acudes a la asistenta social te dan un reparto, pero el reparto es de vergüenza”. Vallejo recuerda cómo, en el último reparto, su pareja recibió un ‘tetrabrick ‘ pequeño de zumo, seis litros de leche, una bolsa de siete polvorones y un poco de grano, “y con eso hasta el próximo mes”. Claro que Vallejo y su pareja cuidan de dos niños, el más pequeño de cinco años, “que tendría que beber un litro de leche diario”.

En lo que a la RSP se refiere, “me parece correctísimo lo que estamos haciendo en la Red, las personas que estamos aquí intentamos salir adelante, porque las instituciones públicas prácticamente no están haciendo nada con nosotros, más bien se están riendo a espaldas de nosotros y no se puede hacer nada absolutamente”, declara el propio Vallejo. Las necesidades marcan la agenda y el reparto en la RSP, si las familias con niños recurren a pañales, toallitas y enseres para la higiene, las personas en paro reclaman alimentos y materias primas para la cocina, como aceite, sal y azúcar. “Ahora estamos con la organización”, que comenzaron a principios de diciembre, “y nos ha ido bien”, opina Vallejo, “ahora veremos cómo las personas que lo necesitan van a acudir y nos vamos a ayudar entre nosotros”, y así le dedican dos o tres días semanales, una hora cada jornada a la puesta en común y el trabajo de organización; “tenemos que organizarnos poco a poco” puesto que “esto así no puede continuar, si no nos movemos no vamos a salir adelante, si esperamos a las instituciones públicas nos vamos a morir de hambre”, sentencia.

Laura García, vecina de Jinámar, valora la RSP como una plataforma necesaria debido al déficit en la cobertura de las necesidades básicas que están sufriendo tanto ella como su entorno. “Esto está durando demasiado”, comenta la grancanaria, “hay necesidades por todos lados, el trabajo, las leyes, cambiándolas, los ciudadanos cada vez tienen menos derechos, esto va muy mal”, añade. Para García “lo peor” es el perjuicio que recae sobre los niños “los padres no tienen para comprar el uniforme” en el colegio público, pero no pasa por alto el desdén con el que, desde su punto de vista, las empresas “emplean a menores de 30 años para que el gobierno les pague pero por encima de los 30 no hay trabajo”, mas muchos “no reciben prestación alguna”. El drama de la vivienda indigna a la jinamera, “se están vendiendo casas de protección oficial por no pagar la comunidad” y saca a relucir su caso personal, expulsada de su hogar “por no pagar 133 euros”. Dice García que, con los 420 euros mensuales de que dispone como prestación por desempleo, es habitual el que proporcione comida a una amiga para alimentar a sus hijos, “no tenía ni un vaso de leche para darle, porque la prestación económica de emergencia le tardaba un año (la solución del trámite)”, la ayuda de los Servicios Sociales para “personas o familias que presenten situaciones puntuales en las que se vean privadas de los medios imprescindibles para cubrir sus necesidades básicas”. García se enfrenta a la ausencia de ingresos cuando en febrero consuma el último plazo de su prestación y carece de derecho a prórroga, “a buscarme la vida y a esperar a los servicios sociales y la de emergencia, y mientras tanto mis hijos se mueren de hambre”, tres menores de 14, 12 y 10 años. “He tenido trabajo en lo que siempre ha habido”, empaquetadora de tomates y de pepinos, de cocinera, ayudante de cocina y limpiadora, o en una lavandería. Del último empleo se fue sin explicación alguna de su superior, cuando trabajaba como camarera en la cafetería de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación y Electrónica de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC): “El empresario echaba a las camareras antes de que cumplieran los 30 días de contrato”.

En defensa de la lucha

Los principios de la RSP incluyen la defensa y la promoción de amnistías cuando sean necesarias de los activistas represaliados, un extremo al que aún no han recurrido, si bien la RSP tuvo en la huelga de los trabajadores de limpieza urbana de la comunidad de Madrid su primer trabajo de cohesión solidaria. Entonces, los trabajadores, declarados en huelga indefinida, acudieron a la todavía en ciernes RSP para que gestionara su caja de resistencia, los fondos propios de los barrenderos y jardineros huelguistas acumulados para invertir recursos económicos en caso de necesidad, sea para posibles multas o trámites administrativos, sea para cubrir necesidades económicas derivadas de las quitas de salario, sea por cubrir unos más que probables costes de naturaleza judicial.

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