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Confinados en Barcelona el día que sería su boda en Maspalomas

Samuel y Carlos, confinados en Barcelona el día que sería su boda en Maspalomas.

Noelia Viera

Las Palmas de Gran Canaria —

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Samuel Alarcón y Carlos Sabio son dos jóvenes que el pasado sábado 11 de abril, en plena Semana Santa, se tendrían que haber dado el “sí quiero” en el hotel Lopesan Baobab de Maspalomas ante un poco más de un centenar de invitados. Pero el decreto de estado de alarma se interpuso en su camino y echó por tierra sus planes e ilusiones después de dos años y medio organizando la que sería “la boda de sus sueños”.

Samuel es natural de Maspalomas y ha construido su vida en Barcelona, donde se enamoró de Carlos hace 11 años. Decidieron dar el paso de casarse hace tres, y han estado organizado desde entonces el gran día con viajes entre Barcelona y Gran Canaria cuando el tiempo se lo permitía. Tenían todo listo para una boda pensada para que fuera una experiencia inolvidable, para ellos y para todos los invitados. “Queríamos hacer la boda en Canarias para estar más cerca de mi familia, ya que siempre estamos en Barcelona”, comenta Samuel. También tenían claro que sería en el hotel Baobab, a pesar de que el presupuesto era un poco elevado, por eso la organizaron a largo plazo, con el obje­­tivo de ahorrar. “Nos encanta el hotel y celebrarlo ahí es una forma de que la gente de fuera viera un hotel con una escenografía increíble sin necesidad de pagar por alojarse. Queríamos que fuera algo muy especial y que valiera la pena, además teníamos preparado documentación sobre rutas por la isla para que la gente conociera lo mejor de Gran Canaria”.

No es tarea fácil suspender una boda a dos semanas de su celebración. Samuel y Carlos cuentan que, la decisión la tomaron a último momento, sobre todo, a la espera de saber que pasaría con los billetes de avión de la mayoría de invitados que viajarían a la ceremonia, y que gastaron de media unos 300 euros por persona, algunos llegaron a pagar hasta 400. “Hemos podido posponer casi todo los servicios, el hotel nos ha dado todas las facilidades del mundo, pero el mayor problema es la devolución de los billetes de avión, ya que no devuelven el dinero, si no que te dan un bono para cambiar la fecha”, indican. También tenían programada su Luna de Miel en Hawaii, algo que tendrá esperar, y para lo que “afortunadamente” han podido recuperar casi todo el importe, a excepción de algún vuelo interno y hotel.

A pesar de la “desilusión”, aseguran que suspender un día tan especial, no “es nada” con los problemas a los que ahora se enfrentan, ya que debido a la situación de parálisis en el país, parte del presupuesto destinado para la boda se está yendo “en pagar obligaciones”.

Carlos es informático en una empresa de seguros y actualmente continúa teletrabajando. Él es quien sustenta en gran medida el peso de los gastos, como el de la hipoteca. Samuel, por su parte, es autónomo y tiene una empresa que se dedica a desarrollar y producir prendas de punto para pequeñas marcas que hacen producciones (sostenibilidad, marcas de lujo que producen muy poca cantidad…) También da formación en Escuelas. Al mes tiene aproximadamente unos 1.500 euros de gastos entre seguros, gestoría o créditos para el pago de materiales. Tras tres años con su empresa, Samuel afirma que “desde principios de año estoy empezando a generar realmente beneficios que me estaban permitiendo ahorrar y ahora se ha ido todo abajo”.

Tras decretarse el estado de alarma, varios clientes quedaron pendiente de pagos, cuya suma asciende a unos 6.000 euros. “Son clientes a los que ya le había entregado productos y que ya de por si se estaba­n retrasando en los pagos, pero ahora con el coronavirus pues con mas razón”, lamenta. Fue a principios de febrero cuando Samuel comenzó a notar los efectos de la crisis sanitaria, pues la mayoría de sus proveedores son italianos. “Desde la segunda semana de febrero algunos proveedores ya tardaban mucho en contestar los emails, los pedidos se comenzaron a retrasar y no entendía muy bien el por qué. A finales de febrero varios de mis clientes fueron a una feria de Paris a exponer sus colecciones y no había compradores -la mayoría venían de China-, todos estaban cancelando las visitas sobre la marcha”. Había estallado la pandemia. Gran parte de sus clientes prevén reducir el presupuesto a un tercio, los pedidos para la colección de invierno “serán insignificantes”, aunque tampoco saben si podrán producir a tiempo.

Justo dos días después de que iniciara en España el estado de alarma, Samuel tenia programado la firma de un nuevo local para su estudio de trabajo, mientras que el actual lo debía abandonar el 1 de abril. “Los dueños del local me dieron un mes más, pero en Semana Santa me llamaron y me dijeron que tenia que irme o moverme a otro y pagar 250 euros más, algo que era prácticamente imposible pues debía hacer una mudanza en pleno estado de alarma y mover una máquina tricosa de unos 700 kilos”. Los problemas se acumulaban por lo que la situación le generó ansiedad, estrés e insomnio. “Pasé la Semana Santa fatal a base de ansiolíticos, sin saber que iba a hacer. A­hora me han vuelto a llamar y han reconocido que la situación va para largo, por lo que me han dicho que puedo continuar hasta que esto acabe. Sé que otros inquilinos de varios de sus locales también se quieren ir, así que algo tendrá que ver”, comenta. Ahora ha vuelto al trabajo y aunque reconoce que le “cuesta concentrarse” confía en que poco a poco todo vaya volviendo a la normalidad.

El día en el que hubiera sido su boda, Carlos animó a Samuel a dedicarse un momento para los dos. “No teníamos ganas de videollamadas, ni nada festivo, preparamos una cena especial, nos arreglamos un poco y compartimos la velada”, afirman. Los trajes más elegantes aguardan en el armario hasta, de momento, el 24 de octubre, nueva fecha prevista para la boda. Aún así, son conscientes de que quizá deban volver a aplazarla al no conocer las posibles medidas de seguridad tras el confinamiento. Pero tras once años de relación, aseguran que no les preocupa que el “sí quiero” llegue más tarde. De hecho, servirá para hacerlo con más “ilusión” y salir reforzados de esta experiencia hacia la cuenta atrás en la que todos sus familiares y amigos también están deseando gritarles aquello de “¡¡¡vivan los novios!!!”.

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