Un accidente con catorce horas de incógnitas

Motor del vehículo accidentado en la madrugada del 12 de noviembre en la Avenida Marítima de la capital grancanaria. (POLICÍA LOCAL)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

Martes 11 de noviembre, 04.15 horas. Un Wolkswagen Lupo de color negro que circula a alta velocidad por la Avenida Marítima de Las Palmas de Gran Canaria, a la altura de la Biblioteca Pública del Estado, choca contra el bordillo de la mediana y salta hacia la calle paralela, alcalde José Ramírez Bethencourt. El coche da dos vueltas de campana y el motor sale despedido unos 50 metros por la dureza del impacto. El pavimento está húmedo por la lluvia.

Cuando la Policía Local llega al lugar, uno de los heridos, el propietario del vehículo, está consciente e informa a los agentes en un primer momento de que viajaba solo. Posteriormente, aclara que le acompaña una mujer, que se encuentra a escasos metros con importantes lesiones. Nada dice de un tercer ocupante. La Policía Local inspecciona la zona durante una hora y media, pero no encuentra a nadie más. Los dos afectados son trasladados al hospital con heridas de consideración: él tiene rota la clavícula, ella se fractura la tibia y el peroné.

Catorce horas después, sobre las 18.00 horas, dos mujeres se acercan al lugar. Saben que su hermano, de 27 años, viajaba en ese coche y van a buscarlo. Lo hallan a treinta metros del punto donde ocurrió el siniestro. Está oculto entre unos matorrales, gravemente herido. Nadie hasta ese momento había advertido su presencia ni reparado en su ausencia. Los recursos de emergencias se vuelven a personar en la zona del siniestro y una ambulancia traslada al tercer herido al Hospital Insular de Gran Canaria, donde fallece la madrugada del jueves 13 a consecuencia de las graves lesiones sufridas.

¿Cómo pudo permanecer un herido crítico catorce horas abandonado entre unos matorrales sin que nadie lo viera? ¿Por qué no fue encontrado por los agentes en la inspección ocular? El grupo de Homicidos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional y el Juzgado de Instrucción 8 de Las Palmas de Gran Canaria intentan despejar las incógnitas de un caso con muchas aristas. Hasta el momento las pesquisas se han centrado en averiguar cómo llegó el joven de 27 años a ese zona ajardinada.

La hipótesis de que la víctima saliera expulsada del vehículo hasta caer sobre los matorrales ha quedado descartada. “Ningún cuerpo sale despedido 30 metros”, indican fuentes cercanas a la investigación, que apuntan a que el tercer ocupante pudo salir por su propio pie para esconderse. “La Guardia Civil de Tráfico y los traumatólogos nos han dicho que es algo que puede pasar. Sales aturdido, en caliente, y puedes recorrer entre 25 y 50 metros, pero cuando te enfrías, caes donde estás”, explican las mismas fuentes.

Con esta teoría prácticamente confirmada por los investigadores, surge otra duda: ¿De qué se escondía? El joven fallecido en el accidente tenía antecedentes policiales por tráfico de estupefacientes -al igual que los otros dos ocupantes del vehículo- y había salido hacía poco tiempo de prisión. Por lo tanto, una de las hipótesis que cobra más fuerza es que, ante los problemas legales que tenía, intentara huir para evitar el reingreso en la cárcel.

En este sentido, el grupo de Homicidios baraja dos opciones. La primera de ellas es que fuera él quien conducía a pesar de estar bajo los efectos del alcohol. El fallecido tenía una fuerte laceración en el hombro izquierdo que podría haber sido producida por el cinturón de seguridad. Esta marca, sin embargo, no puede ser concluyente, ya que, si bien no descarta que pudiera estar situado en el momento del impacto en el asiento del conductor, tampoco excluye la posibilidad de que pudiera ir en el asiento trasero, en la parte izquierda del vehículo. Además, el joven de 27 años portaba en el momento del suceso una riñonera y se analiza si la llevaba cruzada , tipo bandolera, lo que también explicaría la lesión.

En cualquier caso, serán las pruebas de ADN obtenidas de los restos de sangre que quedaron en el volante y en el airbag del vehículo las que determinen quién era el conductor.

La segunda hipótesis sobre la teoría de la huida es que intentara ocultar otra acción delictiva no relacionada con la seguridad vial. En esta línea, las sospechas se centran, precisamente, en la cantidad de dinero encontrada en la riñonera que llevaba.

Actuación de la Policía Local

Otro de los frentes abiertos en la investigación es la actuación de los agentes de la Policía Local en el suceso. La cúpula de la Policía Nacional destituyó recientemente al jefe del grupo de Homicidios que investigaba este caso por, entre otras cosas, descartar una posible negligencia en la intervención del cuerpo de seguridad municipal. Sin embargo, según las primeras conclusiones de la pesquisas, la Policía Local actuó de forma correcta.

“Según los parámetros lógicos, era materialmente imposible haber localizado al herido, que se supiera donde estaba. Primero, porque se les preguntó a los otros dos ocupantes si había más implicados y no dijeron nada. Y después, porque el lugar donde apareció no entraba en el radio de búsqueda normal de un accidente de tráfico. Los cuerpos no son como los objetos, no pueden rodar 30 metros”, concluyen fuentes cercanas a la investigación.

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