Cuidar los 365 días del año, el trabajo ‘invisible’ que saca a la luz la crisis del coronavirus

Una cuidadora junto a una persona mayor en un hospital.

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Hay personas a las que el estado de alarma decretado por el coronavirus apenas ha trastocado su día a día. Se han acostumbrado a que no pueden salir apenas a la calle porque dedican los 365 días del año a cuidar de otra persona. Hay otras a las que sí que les está causando un mayor estrés y ansiedad, no solo por ellas mismas sino porque no pueden pasear con los mayores o dependientes de quienes se encargan o a quienes les afecta que los centros de día se encuentren cerrados. Se trata de las cuidadoras (en su mayoría son mujeres) y de los cuidadores. La ayuda a la dependencia no llega a todas las familias o solo alcanza para unas pocas horas de ayuda a domicilio. Un trabajo muchas veces no reconocido lo suficiente y que cobra mayor fuerza en esta crisis sanitaria.

Y es que, como explica Teresa, “debemos cuidarnos nosotros para proteger a la persona a la que cuidamos”. Atiende a su madre en Fuerteventura en un entorno rural que le permite vivir el confinamiento de una forma más amable, pero las labores de higiene y precaución son muy importantes para las personas que ejercen un papel como el suyo para evitar el contagio del colectivo con mayor riesgo: los mayores y personas dependientes. Su madre no acudía a ningún centro de día, por lo que su vida no ha cambiado tanto durante el confinamiento como para aquellas personas que sí que reciben esta atención en los centros.

Recuerda que en su isla existen pocos recursos para atender a personas dependientes, y en especial cuando se habla de pacientes de alzheimer; motivo que ha llevado a un grupo de personas en la isla a crear una asociación para la toma de conciencia de esta enfermedad. Se trata de AFFA, constituida el pasado año. Señala que sí que han obtenido buena disposición por parte del cabildo de la isla, pero le gustaría que la crisis sanitaria que se está viviendo sirva para apostar más por la atención a la dependencia y por una mayor implicación de las instituciones en general.

La cuidadora lanza un mensaje de optimismo y apela a ser solidaria con los cuidados, ya que “al fin y al cabo todos necesitamos cuidados en alguna etapa de nuestra vida”. Insiste no solo en aplaudir el trabajo de quienes cuidan, sino al de trabajadores sociales que también se vuelcan por una mejor atención a las personas dependientes. Tanto ella como otras cuidadoras subrayan que no debe entenderse la atención a estas personas como una forma de negocio, sino como un derecho, por lo que reivindican que desde las instituciones no se vuelvan a abandonar los servicios sociales. 

“Cuidar al cuidador” es una máxima que animó a constituir una asociación en Gran Canaria. Se trata de Acuigranca, que sirve como red de apoyo para personas que dedican su vida a la atención de otra, pero que también necesitan distraerse y dedicar tiempo a su salud física y psíquica. Su presidenta, Magdalena Fernández, afirma que hay miembros de la asociación que tienen hasta a dos y tres dependientes a su cargo, por lo que el nivel de estrés que viven es bastante elevado. Ahora, debido al confinamiento, algunas viven más agotadas y a la vez con preocupación el hecho de que deben evitar más que nadie el contagio.

Desde esta asociación se convocan talleres, excursiones y otras actividades para que el cuidador o cuidadora se relacione. Otra labor que se realiza es la de asesorar, ya que hay quienes no tienen suficiente información sobre a qué tipo de ayudas pueden acogerse o que simplemente necesitan ser escuchadas. Debido a la situación actual no pueden reunirse, pero Magdalena Fernández está convencida de que se retomarán una vez pasado el estado de alarma. Ahora recuerda que hay quienes no pueden salir ni para hacer la compra o buscar medicamentos por miedo a contagiar a la persona que tiene a cargo.

Gabriel Ojeda es un joven de 23 años de Los Giles y miembro de esta asociación. Cuenta que tiene a dos personas dependientes a su cargo: su madre, que tiene una discapacidad, y su abuela. Alega que no cuenta más que con una pequeña ayuda económica a la espera de que su madre ingrese en un centro, pero que echa de menos que desde las instituciones se le pregunte con frecuencia si necesita algo y, sobre todo, que se realice por los barrios una labor de información, ya que reconoce que le cuesta hacerles entender a estas dos personas por qué no deben salir. Hay días en los que se le está haciendo muy difícil; sin ayuda se ve desbordado a la hora de acudir al supermercado o farmacia y encargarse de la comida, aseos y otras atenciones.

Según un informe del Instituto Canario de Igualdad, son las mujeres quienes dedican más tiempo a las labores domésticas y al cuidado (brecha de 72,20 puntos). Ellas son las que solicitan en mayor medida excedencias para el cuidado de familiares en general (brecha de 68,22 puntos). El documento destaca  que “la correlación entre excedencia laboral para el cuidado y situación de desigualdad en el mercado laboral se convierte en un círculo vicioso difícil de romper: los contratos precarios, a media jornada o temporales, devienen en una desigualdad de derechos y oportunidades de las mujeres”. La Asociación de Directores y Gerentes en Servicios Sociales también ha destacado siempre que el cuidado recae de forma mayoritaria en las mujeres, no por libre elección, sino por imposición social y económica. A finales del año pasado, el actual Gobierno recuperó la cotización para las cuidadoras, pero la medida aún no llega a todas.

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