Un experto de la ONU advierte de que la supervivencia de los océanos exige “un pacto ético con el mar”
La supervivencia de los océanos requiere “un nuevo pacto ético” con el mar, alejado de una mirada demasiado geocentrista que los considera inmensos recipientes para verter los desperdicios y una fuente inagotable de recursos, defiende el asesor de Naciones Unidas José Vicente Troya
“Necesitamos una nueva epistemología, hemos sido demasiado geocentristas, hemos mirado los océanos siempre desde tierra firme, los hemos visto siempre como algo líquido”, ha indicado el asesor regional sobre agua y océanos para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En una entrevista con Efe, Troya advierte de que hasta el lenguaje común “excluye” a los océanos, con expresiones como las que definen como “tierra firme” algo que se considera bueno.
“Hemos despreciado los océanos por considerarlos lo otro, lo ajeno”, dice este experto, que visita Las Palmas de Gran Canaria coincidiendo con el Día Mundial de los Océanos, el 8 de junio, para recibir el galardón que la Sociedad Atlántica de Oceanógrafos entrega este año al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por su defensa en la conservación de los mares.
Troya destaca la trascendencia de la Conferencia de los Océanos que la ONU celebra estos días en Fiji, en la que está previsto aprobar un Llamamiento a la acción para apoyar la consecución del Objetivo 14 (conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible), así como una lista de compromisos voluntarios para su consecución.
Este experto del PNUD destaca, con alegría, que la Conferencia haya logrado ya mil compromisos voluntarios, “lo que hace un mes parecía una meta imposible”.
“No es suficiente, pero por lo menos en esta cumbre se está pasando de la declaración de intenciones a acciones concretas”, señala.
La situación es urgente y las metas de desarrollo sostenible en los océanos deben conseguirse cuanto antes, en 2020, “son metas muy complicadas, muy ambiciosas”.
“El grado de urgencia y la precariedad de muchos indicadores de los océanos es preocupante”, el 30 por ciento de las pesquerías están sobreexplotadas, mientras que el 50 por ciento están completamente explotado, según datos de la ONU.
Los hábitats costeros están bajo presión, con la pérdida de aproximadamente el 20% del coral y la degradación de otro 20 %.
“Cada año se vierten en los océanos entre diez y veinte millones de toneladas de plástico, que pueden conducirnos a un futuro extremadamente sombrío si el ritmo persiste en esa tasa de acumulación, de manera que, en 2050, podría suceder que la masa de plástico supere el peso de la biomasa de peces, algo que sería vergonzoso”.
Además, los deshechos de plástico matan un millón de pájaros y unos 100.000 mamíferos marinos al año. “El plástico es la gran amenaza”, enfatiza.
Se estima que el 80 % de la polución marina procede de actividades en la tierra y los grupos vulnerables, como las mujeres, los niños, los indígenas, las comunidades costeras y los países con una gran dependencia de los océanos y sus recursos marinos están especialmente afectados, avisa la ONU.
A pesar de estos datos, Troya mantiene la esperanza y destaca cómo las nuevas generaciones y las poblaciones costeras protagonizan la defensa del medioambiente marino, entendido como “un espacio de vida que forja la cultura, el sentido de pertenencia y la identidad de esos pueblos”.
En su opinión, los territorios insulares tienen un mayor diálogo con el océano, pues dependen en gran medida del mar, y muchos de ellos proponen ya una economía azul, entendida de una manera integral, no únicamente como una fuente de recursos.
Troya comenta cómo, en algunos lugares, esas comunidades han establecido vedas para la pesca que van más allá de las fijadas por las leyes, con el fin de proteger los recursos.
Pero no es suficiente, el especialista del PNUD cree necesaria mayor implicación de los gobiernos, para que no se concedan ayudas a las prácticas pesqueras nocivas para el medio ambiente, especialmente en países desarrollados.
“Una de cada diez personas depende de la pesca y la acuicultura en el mundo, y más de 1.000 millones de personas obtienen el 20 por ciento de sus proteínas de origen animal de esos sectores. Son palabras mayores, estamos jugando con el futuro”, advierte.
“Debemos pensar en las generaciones futuras y preguntarnos si seremos capaces de mantener la cabeza alta frente a ellas por cómo nos comportamos ahora”, reflexiona Troya.