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La generación de la lucha contra la mente: aumentan los intentos de suicidio en jóvenes en Canarias

La superviviente Sofía Páez, durante la entrevista

Andrea Domínguez Torres

10 de septiembre de 2021 15:51 h

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Sara intentó suicidarse el 29 de septiembre de 2020. En los primeros cinco meses de ese año, en plena pandemia de COVID-19, 1.347 personas se quitaron la vida en España. En 2019 las cifras de suicidios en nuestro país aumentaron un 3,7% en comparación con 2018. Los datos los recaba el Instituto Nacional de Estadística (INE) y los más actualizados corresponden al periodo entre enero y mayo de 2020. Aún no se conoce la repercusión total que la pandemia ha tenido en los suicidios en los meses restantes. Tampoco cómo ha afectado la crisis sanitaria en la salud mental en Canarias. Según esta estadística, al día diez personas se quitan la vida en España, pero las cifras crecen al hablar con expertos en la materia, ya que algunos suicidios “encubiertos” se contabilizan en otras causas y pasan por accidentes. 

Sara Tadeo nació en Gran Canaria y tiene 24 años. Hace uno trató de quitarse la vida. La ansiedad la había acompañado siempre, pero en los últimos tres años se convirtió en algo más frecuente hasta derivar en un Trastorno de Ansiedad Generalizado y, posteriormente, en un trastorno ansioso depresivo. El alto nivel de estrés y la dificultad para afrontar sus emociones la llevaron a aislarse de su entorno, a sentir que no merecía ayuda del resto. “De la tensión al ataque de pánico hay un pensamiento”, recuerda sobre su proceso ahora. En ese periodo la única atención sanitaria que recibió fue de un médico de cabecera que le recetó ansiolíticos y una cita en Psiquiatría con nueve meses de espera en la Comunidad de Madrid, donde estudiaba. 

La sanidad pública llegó tarde y antes de recibir la cita su situación se agravó. En medio de la pandemia regresó a Gran Canaria. El confinamiento fue su salvación, pero no fue hasta el intento de suicidio que acabó con un ingreso de urgencia en la Unidad de Psiquiatría que no comenzó a mejorar. En Canarias se suicidan nueve personas por cada 100.000 habitantes, una tasa que está por encima de la media nacional. 

Si necesitas hablar llama al teléfono de la Esperanza (928/922 33 40 50)

Con datos actualizados en junio de 2021, la especialidad de Psiquiatría tiene una lista de espera de 2.796 personas en la Comunidad Autónoma. Las islas donde hay más pacientes a la cola son: Gran Canaria, con 1.133 usuarios esperando; Tenerife, con 1.031; y Fuerteventura, con 561. A pesar de que la población de Fuerteventura es un 5,5% del total de Canarias, ocupa el 20% de las personas afectadas a la espera de atención psiquiátrica en el conjunto del Archipiélago. 20 de cada 100 habitantes aguardan a ser atendidos por el Servicio Canario de Salud en el área de Psiquiatría en Fuerteventura, mientras que en Gran Canaria o Tenerife son 11 y 13, respectivamente. 

La ideación del suicidio o el propio acto suicida no suele ser unicausal, sino que tiene forma poliédrica. Es por ello que cuando una persona comienza a pensar en la idea de quitarse la vida debe recibir un apoyo social, familiar y profesional. Por el servicio público y gratuito las derivaciones al área de Psiquiatría se hacen desde la consulta del médico de familia del centro de salud correspondiente. El problema se agrava al hablar con expertos. Tomás Higueras, médico de familia en el centro de salud de Valle de Guerra (La Laguna, Tenerife), afirma que ha habido un aumento de personas jóvenes que acuden al centro de salud a pedir ayuda por problemas psicológicos. 

Además “asistimos a una medicalización de la frustración”, señala Higueras. En este sentido, admite que sería ideal tener a un especialista en psicología clínica en cada centro de salud del Archipiélago para poder diagnosticar y tratar en conjunto a pacientes que lo necesiten, pero no hay este apoyo. Las necesidades psicológicas se cubren con la atención del médico de cabecera que, con su trabajo y conocimiento, trata de dar salida y ayuda a los pacientes. Si el médico valora que el paciente puede esperar, lo deriva al servicio de psiquiatría de forma preferente. Estas derivaciones tardan de dos a cuatro meses en ser atendidas, mientras que en casos muy urgentes, menos de una semana. Al mismo tiempo, es importante hablar con la familia, crear una vigilancia activa sobre esa persona. 

La falta de recursos en los servicios públicos se convierte en una dificultad añadida para luchar contra los intentos autolíticos y de suicidio y deriva en un uso excesivo de los psicofármacos para paliar trastornos que podrían ser tratados con terapias. “A veces te desesperas porque ves que pasa mucho tiempo”, confiesa Higueras, quien afirma que los médicos de cabecera tienen formación para atender a pacientes con trastornos ansiosos o depresivos. 

Actuación ante un intento de suicidio

“Todavía tenemos muchos compañeros que tienen la idea errónea de que la persona que intenta suicidarse viene a dar más trabajo, pero hay que desterrar ese pensamiento”, defiende. “Es un enfermo que ha tomado una decisión vital y hay que darle ayuda”. Una vez se le presta atención a la patología aguda en el centro de salud, el paciente se traslada al servicio de urgencias psiquiátricas correspondiente a la zona. 

“Por ese entonces comencé a autolesionarse como una especie de placer culpable por hacerme daño y por aliviar la incapacidad para sentir nada”, cuenta Daniel Marichal. El joven de 24 años intentó suicidarse en 2017, después de dos años de pensamientos depresivos que derivaron en pensamientos suicidas. “Si un amigo hubiera estado así lo hubiese impulsado para pedir ayuda, pero conmigo mismo no se me ocurría”, afirma. Antes de su intento de suicidio asistió al Servicio Canario de Salud (SCS) para pedir ayuda, pero la atención psicológica en su caso fue “ineficiente e inútil”. Las citas eran demasiado cortas y espaciadas en el tiempo.

Por su parte, el médico residente de Psiquiatría en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) José Tascón explica que atiende a pacientes con un mes entre citas, en casos muy graves con reuniones quincenales. Sin embargo, las agendas de sus otros compañeros tienen más carga de trabajo y tiempos más prolongados.

Ante un intento de suicidio se valora el riesgo autolítico, donde convergen diversos factores, así como sus características, la situación sociofamiliar, la existencia o no de trastornos mentales graves, se realiza un cuadro psicótico o anímico que pueda motivar al suicidio y se valora si se hospitaliza o no a esa personas, explica Tascón. La enfermera de urgencias Cristina Ávila afirma que “ningún paciente que se ha intentado suicidar presenta un patrón común”. “Pero me llama la atención como sanitaria haber recibido a pacientes jóvenes con intentos autolíticos y sin antecedentes psiquiátricos previos”, revela.

No todas las personas que se intentan suicidar sufren un trastorno. En el servicio de urgencias del HUC hay solo una enfermera en el área de Psiquiatría. Por su parte, en el servicio de urgencias general Ávila ofrece una segunda atención a los pacientes derivados de los centros de salud, pero también a los que acuden directamente al hospital. En primer lugar se espera a la valoración del médico del servicio de urgencias y después actúa enfermería. Luego, una vez se estabilice al paciente y se garantice su seguridad, se deriva al servicio de Psiquiatría. En el caso de enfermería, Ávila sentencia que no existe una formación especializada para atender a pacientes psiquiátricos, a no ser que se realice la especialización en Enfermero Interno Residente (EIR).

No poder costear un psicólogo privado

El padre de Celia da Casa desarrolló una depresión en el verano de 2018 y no la había informado a ella ni a sus hermanos. Ella nació en Cartagena pero se había desplazado a otra ciudad a estudiar. En febrero de 2020 su padre se intentó suicidar, justo antes de la pandemia. “Me sentí mal porque no sabía cómo estaba él, ahora está vivo porque llegamos a tiempo”, confiesa Celia. “Tan mal tiene que estar para haber llegado hasta aquí y yo sin enterarme”, se cuestiona su hija un año después de lo ocurrido. Su familia no tenía dinero para poder acudir a un psicólogo privado. Celia asocia el desconocimiento de la enfermedad de su padre a un problema mucho mayor: tratar el suicidio y la salud mental como un tabú.

Las deficiencias de la atención psicológica en la pública lleva a muchas personas a abandonar el sistema gratuito para sumergirse en terapias privadas, con el coste añadido que esto conlleva. La tasa de riesgo de pobreza o exclusión social en Canarias está en un 35% de la población, 10 por encima de la media de España, según los datos publicados por el ISTAC sobre el año 2019. Es por ello que no todo el mundo puede costearse una atención psicológica continuada fuera del Servicio Canario de Salud. Asimismo, a esta entrevista no llegan todas las personas. Faltan aquellas que aún no han podido estabilizar su proceso, que están en fase de recuperación, con recaídas o que aún no han podido pedir o conseguir ayuda de especialistas. La problemática del suicidio está lejos de ser únicamente un problema sanitario, es en mayor medida un problema social, económico y político.

Falta de respuestas políticas

A pesar de que el INE recoge los datos de suicidios en España y en Canarias, “el problema de las cifras con las que trabajamos es que no son reales aunque sean oficiales; algunos datos catalogados como muertes son en realidad suicidios”, explica Carmen Linares, decana del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife (COP). La profesional señala que no existe en España un plan estatal de prevención del suicidio. Tampoco en Canarias llevan la delantera en esta situación. Después de haber revisado el anuncio de la estrategia de prevención del suicidio que presentará el Gobierno de Canarias este viernes, sigue pensando que en Canarias “están a años luz de tener un plan de intervención en condiciones”. 

Para subsanar parte del problema desde el COP se creó un grupo de intervención, formación y prevención del suicidio, dirigido por Felipe Lagarejo. Este proyecto consiste en “recopilar datos e información, darle forma y tratar de concienciar al Gobierno de la importancia del suicidio”. Este proyecto no está avalado por ningún organismo más allá del altruismo de los profesionales y por el propio Colegio con sus limitaciones. Si alguna persona no puede costear las terapias puede solicitar ayuda al COP.

Cómo actuar ante la ideación suicida

“Tratar el suicidio con la normalidad con la que se trata cualquier enfermedad” es el consejo de Lagarejo. “Te callas, abres la cremallera de tu corazón y le escuchas de forma empática”. Crear un espacio de confianza y calidez es fundamental para poder ayudar a una persona que tiene intención o pensamientos autolíticos y suicidas. Después de esto hay que tratar por “todos los medios” que vaya a un profesional. “Es un problema temporal y tiene solución, pero la solución tiene que venir dada por un profesional”, señala.

Lagarejo aconseja a los seres queridos de personas que estén en un proceso de ideación suicida suprimir todos los objetos que pueden ser empleados para hacerse daño, así como no dejar a esa persona sola, al mismo tiempo en que la convencen de acudir a un profesional. “La persona que sufre necesita ayuda y va a ser muy fácil ayudarle si sabemos cómo”, atestigua. “Quienes tratan de suicidarse no quieren morir, solo que no les duela lo que tienen, que no se les haga insoportable, sentir una esperanza y en esos momentos cualquier razón (un ser querido, una mascota, un hijo) puede ser un buen motivo para aferrarse a la vida o darle un nuevo sentido”.

Un componente de género en los intentos suicidas

15 de cada 100 personas que llaman al teléfono de la Esperanza piensan, expresan o planean su suicidio. La Asociación Internacional Teléfono de la Esperanza está dirigida a personas que se encuentran en una crisis vital. Así lo expresa el director técnico de la empresa en Canarias, el psicólogo especialista en psicología clínica José Cabrera Pérez. La asociación atiende a personas de todas las edades, y además tiene un proyecto conjunto con la Fundación Anar dedicado a personas jóvenes. Durante el año 2020, 7.205 personas llamaron al teléfono de la Esperanza en las Islas, un aumento del 46% con respecto al año anterior. Dentro de ellas, 1.123 eran llamadas relacionadas con el suicidio. 

En Canarias las llamadas suelen ser de mujeres en el 60% de los casos y de hombres en el 40% restante. La explicación que Cabrera le da a este fenómeno tiene que ver con la carga y las dificultades extras que sufren las mujeres a causa del sistema machista y además a que son personas que tienden a expresarse más. En Canarias se suicida un hombre por cada cinco mujeres. El periodista Guillermo Córdoba, especializado en información para la prevención del suicidio y coordinador del proyecto Periodismo Responsable sobre el suicidio en Papageno afirma que “aunque se intentan suicidar más mujeres que hombres, los métodos empleados por los hombres son más efectivos”. Papageno es un portal profesional de prevención del suicidio (número de ayuda: 633 169 129), confidencial y gratuito que asesora a personas con ideación suicida, apoya a colectivos vulnerables y forma a profesionales sobre prevención.

Las redes sociales: un arma de doble filo

María Fernanda Suárez se ocupa de su salud mental desde hace años. Comenzó con problemas alimenticios desde los 12, que le derivaron en una bulimia nerviosa. Tras un periodo de desconcierto pidió ayuda. “Cuando hay conciencia y quieres salir tienes el 70% del trabajo”, apunta ahora. Suárez fue dando tumbos entre diferentes especialistas, el proceso de encontrar a la profesional y el método más efectivo para cada caso es un handicap. Después de pasar por cinco psicólogos privados ahora sabe ver que su trastorno alimenticio era solo un síntoma, pero no la causa. “Sufro ansiedad crónica, soy una persona muy perfeccionista y siempre he sido muy dura conmigo misma”, confiesa. 

La joven necesitó en su adolescencia que alguien le explicara que no tenía que cumplir con todos los estándares, ni alcanzar todos los topes. “No eres un número, no eres una nota”, se repite ahora. A día de hoy mantiene sesiones continuas con quien le gusta llamar su “psicólogo de cabecera”. En el instituto se comparaba con otras mujeres y ahora tiene las redes sociales desinstaladas porque cayó en compararse con otras vidas y cuerpos. “No podemos permitir que el resto nos diga quiénes somos”, asevera. A pesar de encontrarse estable sabe que “hay recaídas y las va a haber”. “Cuando dejé de sentirme mal por tener la posibilidad de recaer, empecé a reconciliarme conmigo misma”, reflexiona.

Lo mismo le pasó a Pedro (nombre ficticio), un joven de 26 años que prefiere mantenerse en el anonimato. En él, el impacto de las redes sociales y la vida ideal de Instagram hicieron mella cuando su salud mental estaba en el peor momento. Pedro acudió al médico y le realizaron varias pruebas. “Me realizaron resonancias, la prueba del VIH y otras tantas durante meses”, explica. No fue hasta un tiempo más tarde que descubrieron su diagnóstico: trastorno de ansiedad que derivó durante la cuarentena en un Trastorno Obsesivo Compulsivo Puro. Cada día, en periodos de cinco y diez segundos escuchaba en su mente que quería morir. Los pensamientos intrusivos fueron desapareciendo con terapias privadas, costeadas entre él y su familia. “No digo que no vuelva a caer, pero ahora tengo los mecanismos, conozco mi cerebro y sé cómo actuar”, explica. 

Mientras tanto, Sofía Páez, de 25 años, ha encontrado un apoyo positivo en las redes sociales. En ellas descubrió a personas con las que hablar de la ansiedad que sufre desde los 10 años. “Yo he querido buscar que fuera de esa manera, he buscado a profesionales, gente con la que hablar, con la que compartir arte o música y eso me ha ayudado”, revela. 

Las importancia de las redes de apoyo

Cuando Sofía comenzó a sufrir ansiedad no encontró apoyo en su familia. “Cuando no puedes hablar con tu entorno es muy jodido”, confiesa. La madre de Sofía tenía problemas de ansiedad y depresión muy fuertes, con ataques de ira, lo que le llevó a normalizar vivir con ansiedad. “Empiezas a pedir ayuda desde que empieza a pasar, pero a veces no sabes cómo hacerlo”. Sofía necesitaba las herramientas para poder superar su situación, pero también una red de apoyo en su entorno que la ayudara.

En su caso, la psicología conductual ha sido un punto de inflexión. Además de las terapias, el apoyo de su pareja de ese momento la ayudó a avanzar en sus problemas psicológicos. Para ella los puntos claves para estabilizarse fueron encontrar ayuda profesional, cambiar el entorno y encontrar un espacio en el que poder canalizarlo. “Si estás en un momento muy complicado, hasta lo que más te gustaba no te gusta”, explica. “Todos nos merecemos tener ayuda psicológica, te la mereces siempre”, aconseja a otras personas que puedan estar en su situación.

Felipe Lagarejo invita a la reflexión: “Solamente un joven que se suicide en estas sociedades modernas y avanzadas que nos jactamos de tener es toda una desgracia. No podemos permitirnos que un solo joven se suicide. ¿Qué es lo que está fallando, qué es lo que estamos haciendo mal para que los jóvenes, que deberían estar dedicándose a crear su futuro, a mantener nuestro futuro, el de la nación y de la humanidad, se estén matando?”. 

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