Investigadores españoles elaboran el mapa de genes que regulan la formación de tejidos y órganos
MADRID, 11 (EUROPA PRESS)
Un estudio liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) demuestra que el ADN no codificante, el denominado ADN 'basura', contiene gran cantidad de información implicada en procesos tan importantes como la formación de tejidos y órganos. Su trabajo se publica en la revista 'Nature Communications'.
El trabajo de los españoles presenta un mapa global de las zonas reguladoras del ADN situadas en una región del genoma que contiene genes esenciales para la formación de tejidos y órganos. Junto a los investigadores del CSIC han colaborado científicos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y del Hubrecht Institute-KNAW de Holanda.
Sólo una pequeña fracción del genoma, un cinco por ciento, contiene genes capaces de generar ARN que sirve de mensajero entre el ADN y los mecanismos que se encargan de elaborar las proteínas. El 95 por ciento restante contiene unas regiones reguladoras que controlan la transcripción genética, la generación de ARN a partir del ADN. Estas gestiones son el ADN codificante y el no codificante o 'basura', respectivamente.
Según explica el investigador del CSIC José Luis Gómez Skarmeta, del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, “el gran problema es que estas regiones reguladoras son difíciles de identificar, ya que se desconoce su lenguaje en el código de ADN”.
“Hemos realizado un mapa global de estas regiones reguladoras en la zona del genoma que contiene los genes del complejo Iroquois. Estos genes son esenciales en el proceso de formación de gran cantidad de tejidos y órganos en todos los vertebrados. De esta forma, demostramos que el ADN no codificante contiene gran cantidad de información”, ha señalado.
Los investigadores han utilizado una nueva técnica denominada 'Chromosome Conformation Capture' (3C) que mide las interacciones entre dos regiones del genoma y han descubierto que las regiones reguladoras identificadas interaccionan físicamente con los genes del complejo Iroquois.
“Esto posiblemente se produzca para potenciar la transcripción de los genes. El hecho de que los diferentes genes compartan las regiones reguladoras explica por qué estos genes se han mantenido formando un complejo a lo largo de la evolución”, añade Gómez Skarmeta.
Dentro de este complejo Iroquois los investigadores también han identificado una estructura tridimensional con dos genes físicamente juntos y un tercero separado de ellos que permite que los elementos reguladores actúen más sobre unos genes que sobre otros.
“Esta estructura debió estar presente en este tipo de complejos desde el principio de la evolución de los vertebrados”, concluye el investigador del CSIC.