El cambio climático amenaza de muerte a la Laurisilva canaria

Bosque de Laurisilva en el Barranco de la Madre del Agua, Gran Canaria.

Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

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La Laurisilva de Canarias y los llamados bosques afromontanos, los últimos retazos de lo que un día fueron los bosques subtropicales de África, sufrirán en los próximos años “un alarmante retroceso” que puede llevarlos al “colapso”, debido al cambio climático y a la acción del hombre. Este es el pronóstico que realizan investigadores del CSIC de dos de los jardines botánicos de referencia en España (el Real de Madrid y el Viera y Clavijo de Las Palmas de Gran Canaria), junto a otros cinco científicos franceses y suizos en el último número de la revista “Annals of Botany”, publicada por la Universidad de Óxford.

En Canarias, los característicos bosques de monteverde que atrapan la humedad de las nubes apenas ocupan ya el 12 % del territorio que potencialmente les corresponde por condiciones ecológicas, remarcan los autores, porque durante siglos ha sido talados y arrinconados por el hombre. De hecho, en islas como Gran Canaria, la Laurisilva está confinada a reductos residuales.

Y algo parecido ha ocurrido con los bosques afromontanos (propios de zonas de montaña de África diseminadas por varios puntos del continente), que casi han desaparecido en lugares como Etiopía.

Este estudio examina su salud a partir de una de sus especies características, la flor Canarina, un grupo de campanillas formado por tres especies que un día habitaron todo el norte de África, pero que hoy están separada por más de 7.000 kilómetros de desierto: la variedad propia de Canarias (Canarina canariensis) y las propias de los bosques del Este de África (C. eminii y C. abyssinica), que pueden encontrarse desde Etiopía hasta Malawi.

Los botánicos consideran a estas flores auténticos “fósiles vivientes”, porque son los últimos representantes de una “diversidad única y evolutivamente antigua”, destaca este artículo, cuyos primeros firmantes son Mario Marial, del Real Jardín Botánico de Madrid, que ahora trabaja para la Universidad de Stellenbosh (Suráfrica), y Juli Caujapé, director del Jardín Viera y Clavijo.

Los responsables de esta investigación escogieron a la Canarina, conocida en las islas como “bicacarera”, como un posible buen indicador de la salud de esos bosques, porque se trata de una especie rara, pero relativamente extendida por África

Sin embargo, su estudio molecular ha revelado un “alarmante declive en la diversidad genética de todas las poblaciones” de las campanillas que han estudiado para este trabajo, que probablemente comenzó hace al menos 10.000 años, tras las últimas glaciaciones, y que se ha ido agudizando progresivamente hasta el presente.

De hecho, su conclusión apunta a que arrastra una importante “deuda de extinción”, un concepto que los biólogos manejan para definir los fenómenos naturales (o inducidos por el hombre) que acaban abocando a una especie a la desaparición, pero cuyos efectos no se manifiestan de inmediato, sino mucho tiempo después.

El hecho de que una planta muy extendida por África Oriental y las islas de la Macaronesia sufra un alto grado de amenaza lleva a este grupo de investigadores a inferir que el mismo peligro de “colapso y extinción” se cierne sobre el conjunto de los bosques donde habita, debido al cambio climático y la acción humana. A su juicio, también las laurisilvas de Canarias y los bosques afromontanos tienen encima “una alarmante deuda de extinción”

“La espiral de extinción a la que se enfrentan estos organismos demanda medidas urgentes de conservación, necesarias para preservar los últimos retazos de estos bosques que quedan en el mundo”, advierten.

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