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Las pardelas en Canarias vuelan hacia las vías de extinción

Pardela volando sobre el mar.

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

Cada año por esta época el sonido de las pardelas resuena en muchos pueblos canarios. Las aves marinas se convierten en las protagonistas de los cielos nocturnos. Los pollos comienzan a salir de sus uras –nombre con el que se conoce al nido de estos animales– para emprender su viaje, en muchas ocasiones hacia el otro lado del Atlántico. Pero, lo que podría ser un proceso natural de migración, en algunas ocasiones se convierte en un fatal destino. Las pardelas se enfrentan diariamente a las consecuencias de uno de los problemas ambientales más preocupantes de este siglo: la contaminación. Se estima que solo durante las campañas se accidentan debido a la contaminación lumínica entre 1.500 y 2.000 animales, pero esta no es su única amenaza. Aunque no están catalogadas como especies en peligro de extinción, la popular pardela cenicienta vuela sin frenos hacia la vías de desaparición en las Islas. 

Las pardelas son aves marinas oceánicas o pelágicas. Gran parte de su vida transcurre en mar abierto. Desde que terminan de criar en el área macaronésica ponen rumbo hacia el otro lado del Atlántico, llegan a las costas de Brasil y Uruguay, donde hacen una pequeña parada, para volver hasta el sur de Namibia, en África, detalla el naturalista y uno de los fundadores del colectivo Azaenegue Naturalistas, Daniel González. Luego, hacen el mismo recorrido de vuelta para llegar a criar al mismo nido donde lo hicieron el año anterior y, si es posible, con la misma pareja. En el caso de los pollos, muchos acaban nadando en mar abierto en el mismo entorno donde nacieron y otros alcanzan a los adultos pero hacen “movimientos diferentes”. 

El naturalista asegura que “es muy difícil” estudiar cuánto viven, pero se calcula que hasta 30 años. “Es un animal que tiene una media de vida bastante alta aunque con todos los problemas que está teniendo cada vez se estará reduciendo más. La estrategia es esa, vive mucho tiempo pero tiene poca descendencia” –solo un huevo por campaña–. Se conoce que se reparten por toda la geografía, señalan desde la Asociación Amigos de Las Pardelas. “Hay nidos desde el nivel del mar hasta 1.000 metros de altitud, eso sí eligen unas localidades muy concretas”, destaca. En la isla de Gran Canaria donde más abundan es en el Parque Natural de Tamadaba, sobre el Roque de Faneque y por la zona suroeste, desde Guguy a Mogán. Si bien es cierto que en el norte también hay muchísimas poblaciones pequeñas. El colectivo cuenta con voluntarios por toda la isla, sobre todo en los municipios donde más animales caen, entre ellos se distribuyen los horarios y la organización. 

Estas aves se alimentan de pequeños peces, sardinas, caballas, o de pequeños cefalópodos como calamares. Planean sobre el mar atrapando todo lo que ven a su paso, por lo que la contaminación de los mares es otra de sus grandes enemigas. Los microplásticos se convierten en un gran problema para estas aves ya que en muchas ocasiones los consumen confundiéndolos con alimentos. A todo esto, se le suma la sobrepesca, que las deja sin alimentos, la destrucción de las colonias de crías, los gatos asilvestrados, las ratas e incluso la culebra californiana. “En las colonias de reproducción, por cada 100 parejas que empiezan a criar, menos del 50% saca adelante el pollo. Bien porque devoran el huevo o a algunos de los adultos, las pérdidas son muy lastimosas”, destacan desde la asociación. 

No obstante, en estos momentos lo que produce los accidentes de pardelas que vemos a diario es la contaminación lumínica. “Se vende que se están haciendo políticas para reducir la contaminación lumínica pero muchas de las medidas que se adoptan son totalmente contraproducentes”, afirma González. El naturalista aclara que los led (diodo de emisor de luz) blancos que en los últimos años se han colocado en muchos municipios de la isla, desde el ámbito de la eficiencia energética si funcionan, ya que consumen menos energía, pero desde el punto de vista de la contaminación, en algunas ocasiones, son más perjudiciales que otro tipo de luces. “A veces son más contaminantes que las propias luces que se están sustituyendo”.

González afirma que hay una relación directa entre el aumento de ledes y los accidentes de estos animales. Una hipótesis con la que coincide el colectivo Amigos de Las Pardelas: “Hemos visto un incremento en el número de caídas de pollos y creemos que está asociado al cambio de luminaria de vapor de sodio a led”. “Está claro que el led blanco no está pensado para la fauna silvestre”, subrayan.

El municipio de Mogán es un claro ejemplo de ello: este año se cambió la luminaria en el casco y ha aumentado el número de siniestros. En La Aldea de San Nicolás se da una circunstancia parecida, a raíz de la instalación de las farolas en el último tramo de la nueva carretera, es habitual que estas aves se choquen con ellas y aparezcan heridas en el suelo. “Echamos en falta la existencia de una legislación que regule la contaminación lumínica a nivel insular y regional”, exponen desde la asociación. Desde el colectivo consideran que debería ponerse en marcha una normativa que brinde de “nociones básicas” a los ayuntamientos sobre como ordenar su iluminación para que sea lo “menos nociva” para el entorno y para las personas. “Sabemos que existen borradores de leyes pero no se trabajan sobre ellas”, afirman.

Las aves marinas se guían de las luces del cielo, son “muy importantes” en su migración, insiste González. Por ello, cuando salen del nido siendo pollos, sin ninguna referencia y sin haber visto nunca las luces artificiales de los puertos, avenidas, campos de fútbol… tienen tantos siniestros. “Se deslumbran, van hacia esos lugares y en muchos casos se chocan contra ellos y caen al suelo”, comenta. “Cuando se accidentan en los pueblos caen en lugares que no les permiten volver a despegar, además son animales indefensos totalmente que quedan expuestos a atropellos cuando se accidentan en una carretera, a los depredadores y a muchísimas otras amenazas. Por ello es tan importante que esos animales que se accidentan se recojan y se puedan volver a liberar de manera que se pueda volver a empezar la migración”.

“El 5% de los animales accidentados se sacrifican”

El veterinario coordinador del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria, Alejandro Suárez, afirma que el 95% de las pardelas cenicientas que llegan al centro son pollos que se desubicaron al salir del nido. Es allí donde se evalúan y si el animal está débil se le administra suero y al día siguiente, una vez esté recuperado del trauma, se intenta liberar. Si en el momento de ir a buscarlos están preparados para volver a alzar el vuelo se sueltan en ese mismo momento.

Las pardelas que han perdido un ala tienen una fractura de pico o un golpe muy fuerte en la cabeza se sacrifican. El veterinario estima que representan el 5% de las aves que llegan, que son entre 1.500 y 2.000 por campaña. “Son animales que no se pueden operar porque necesitaríamos un posoperatorio tan largo que no soportarían vivir en cautividad tanto tiempo”.

Cogerlas, ponerlas en un lugar tranquilo y llamar al 112

Los dos colectivos coinciden en que, siempre que sea posible, lo ideal es recoger el ave. Se recomienda que se haga con guantes, ya que tienen un pico bastante contundente que se puede hacer daño. A partir de ahí se pone en una caja y se guarda en un lugar tranquilo hasta que el 112 coordine la recogida con algún servicio autorizado que se encargue de recogerla. Además, existe la posibilidad de ponerse en contacto con la asociación para que ellos se encarguen de llevárselo y soltarlo si puede volver a alzar el vuelo.

En algunos puntos de la isla se forman grupos de suelta que se encargan de liberar a las pardelas que están en buen estado. La suelta es muy importante hacerla durante el día porque si la liberas durante la noche se vuelve a desorientar y se vuelve a accidentar, destaca González. El naturalista destaca que son aves “planeadoras” por lo que necesitan de mucho espacio para volver a alzar el vuelo.  “Es importante que se suelten en puntos donde haya una corriente de aire para que ellas empiecen a motivarse y a abrir las alas y se lancen”.

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