La Plaza de La Feria: un icono urbano reducido a cochambre

El monumento a Galdós, de Pablo Serrano, visto desde un lateral de la Plaza de la Feria.

Ángeles Arencibia

26 de julio de 2025 13:09 h

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Suponga que tengo un picasso en casa. Lo heredé e ignoro su valor, tanto que hasta dejo que el gato afile sus uñas en él. Si lo rompe, lo arreglo con una pegatina. Eso, más o menos, nos está pasando en la ciudad de Las Palmas con la Plaza de La Feria, una obra conjunta de dos gigantes de la escultura y el urbanismo del siglo XX, que se hunde en el abandono.

Cacas de perro, porque ahora la loma de diseño ha devenido en espontáneo pipican; parches de baldosas baratas aquí y allá que desentonan, como fichas equivocadas, en un pavimento que a ratos se hunde; calvas y agujeros en el césped, alcorques donde una vez hubo un árbol o tal vez una palmera, clausurados; suciedad, mugre, dejadez, olores ….

Ay, si José Ramírez Bethencourt, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria (1955-1970), pudiera ver lo que queda de la plaza que inauguró un domingo de invierno con asistencia del “todo Las Palmas” y un concierto de Los Gofiones.

El 4 de enero de 1970 fue “un día imborrable en la historia de Gran Canaria”, dejó dicho el alcalde Ramírez. Ese día, la ciudad de Las Palmas conmemoraba el 50 aniversario de la muerte de Benito Pérez Galdós, quizás su hijo más universal, por todo lo alto con la inauguración de “un diseño extraordinario”, en palabras de José Luis Gago Vaquero, profesor de arquitectura y autor de numerosos estudios sobre la arquitectura de la capital grancanaria.

La actual plaza de La Feria -o lo que queda de ella- es, junto a los proyectos racionalistas de Miguel Martín Fernández de la Torre, la única pieza arquitectónica contemporánea de la ciudad; es decir, está en línea con lo que se estaba haciendo en ese momento en las grandes capitales del mundo, precisa el experto.

Una de las muestras de abandono que sufre la Plaza de la Feria.

La plaza de León y Castillo, que sería su nombre oficial, nació de una necesidad. La escultura de Galdós obra de Victorio Macho que había sido instalada a finales de los años 20 del siglo pasado en el antiguo muelle de Las Palmas en homenaje al escritor, se desmoronaba por el efecto de la maresía en la piedra caliza.

Era preciso renovar la escultura amenazada por el mar -y que hoy puede contemplarse en la casa museo del novelista-, pero también buscar otro enclave, pues estaba en marcha el proyecto estrella de Ramírez Bethencourt: el relleno que daría lugar a la Avenida Marítima. Está obra no solo cambiaría de manera radical la fisonomía de la capital grancanaria, sino que, además, sepultaría el muelle donde estaba el Galdós de Victorio Macho. Se busca, pues, escultor y enclave.

1968. Sabemos por los periódicos de la época que el escultor canario Eduardo Gregorio renuncia a hacerse cargo del nuevo Galdós por razones de salud. Se amaga con un concurso internacional y hasta con dotarlo con un premio de un millón de pesetas. Al año siguiente el alcalde informa de que el nuevo Galdós lo hará Pablo Serrano (1908-1985), uno de los grandes del arte español del siglo XX, miembro fundador del grupo El Paso, y cuya obra se puede ver en museos de la talla del Moma de Nueva York, el Hermitage de San Petersburgo o el Reina Sofía de Madrid.

De la mano de Pablo Serrano, se suma al proyecto Leandro Silva (1930-2000), el urbanista de origen uruguayo que es considerado maestro de los paisajistas españoles. Silva es discípulo directo del brasileño Roberto Burle Marx (1909-1994), el gran innovador del paisajismo, autor entre otros muchos proyectos del Paseo de Copacabana y colaborador de figuras de la talla de Oscar Niemeyer.

Leandro Silva aplica en su diseño para Las Palmas “la mejor geometría, una solución delicadísima”, observa José Luis Gago. “Lo mismo que la escultura, una joya de la escultura española e internacional. Una mole de piedra, como el Roque Nublo, que todo el mundo reconoce”, añade el profesor que otorga un “valor extraordinario al conjunto”.

La misma opinión respecto al valor del proyecto defiende la paisajista Margarita Arencibia, quien considera la plaza lo mejor que tiene la ciudad en términos de diseño y pone de relieve el hilo que une a la plaza a través de Leandro Silva con el gran Burle Marx, “un referente de la modernidad y el paisajismo”.

Ajenos a estas consideraciones que se harán en el futuro, los periódicos de la época dan fe del interés y el debate que el proyecto genera en el municipio. La información sobre las vicisitudes del proyecto es minuciosa para la época y merece alardes editoriales como esta exclusiva de La Provincia, que en abril de 1969 publica una entrevista con Serrano realizada en su estudio de Madrid por el periodista Tico Medina: “Quiero ir a Canarias pronto, muy pronto (...) . a ver si Leandro Silva, que es un paisajista estupendo, es profesor en Versalles, ¿sabes?, se pone bueno de una gripe que tiene y nos ponemos de. acuerdo y vamos. (…)”.

Las declaraciones del escultor señalan una de las claves de la obra: “La escultura y el tratamiento del entorno fueron concebidos como un todo, fue una creación conjunta de ambos artistas”, apunta la paisajista Luisa Roquero en un artículo publicado en la web de la Asociación de Paisajistas Españoles.

El diseño conlleva un mensaje. El debate, el proceso y la propia inauguración de la obra se producen en pleno franquismo y, sin embargo, el proyecto presenta “una revolucionaria visión democrática de la ciudad”, (Gago Vaquero, en el libro Arquitecturas contemporáneas, Las Palmas de Gran Canaria 1960-2000).

El proyecto del alcalde Ramírez genera polémica y no porque se atisbe el mensaje democrático del que habla Gago, sino por la resistencia a la transformación de la fisonomía de plaza, hasta entonces una explanada diáfana entre los dos edificios públicos: el Gobierno Civil (ahora Delegación del Gobierno) y la Comandancia de Marina, donde jugaban los niños, se celebraron corridas de toros, ferias de ganado y, en tiempos más remotos, se “ahorcó a infelices criminales”.

Y esta es precisamente una de las dudas que plantea esta carta al director publicada en El Eco de Canarias en noviembre de 1969. “(...) parece ser que les importa un pepino todos estos conceptos clásicos del urbanismo y de otros extremos que hemos soslayado: el edificio palacio del Gobierno Civil quedará casi taponado (...).

Pero el resultado es este: “Se disuelve el enfrentamiento entre la Delegación de Gobierno y la Comandancia”, observa Gago Vaquero. “Cuando te metes en la plaza, desaparece el entorno, sobre todo lo político. La primera plaza democrática se construye en Las Palmas. Los poderes políticos y militares quedan fuera: es un triunfo del antifranquismo. Es el primer espacio democrático, en sentido de democracia moderna”, agrega.

Hoy, a pocos meses de que el 4 de enero próximo se cumplan 56 años de la inauguración de la nueva plaza de La Feria, el balance no puede ser más desolador. No solo no se han reparado muchos de los desperfectos causados por el uso y el paso del tiempo, sino que los arreglos que se han hecho son como las pegatinas del picasso heredado. A las baldosas ajenas al pavimento original que salpican la plaza, se suma el arreglo que se hizo en 2023 cuando lo que quedaba del estanquito original fue sustituido por unas jardineras hechas con acero corten, inexistentes en el diseño de Silva.

El presidente de la Asociación de Vecinos Pamochamoso, Domingo Santana, no se anda con chiquitas: “Estado de abandono total”, diagnostica sin ambages. Esta asociación junto a la denominada Fuera de la Portada, ambas del barrio de Arenales, trabajan con el concejal responsable del distrito, José Eduardo Ramírez -nieto, por cierto, del alcalde José Ramírez Bethencourt-, en un proyecto de movilidad que eliminará aparcamientos en torno a la plaza y “mejorará el tránsito peatonal con actuaciones sencillas”, una operación que podría ser la palanca para una intervención mayor.

La loma de diseño ha devenido en espontáneo pipican.

Pero mientras, una constatación:“En Las Palmas se aprecia poco la arquitectura contemporánea, pero menos aún que los edificios se valora el vacío construido. La Plaza de la Feria, joya de la corona de la ciudad, es un caso sangrante”, afirma el historiador del Arte Mariano de Santa Ana,

La situación actual es fruto de la dejadez de “sucesivas corporaciones municipales”, según precisa uno de los expertos consultados, consciente de que la magnitud del desastre requiere su tiempo y de que el abandono genera más abandono. ¡Qué pena! El 1 de enero de 1970, tres días antes de la inauguración, la escritora María Dolores de la Fe lo celebraba en La Provincia: “De pronto, la vieja Plaza de la Feria se nos ha vuelto joven y moderna…”

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