Profesor en Senegal y vendedor ambulante en España: el emigrante que recibió la pandemia con 30 euros en el bolsillo

Pape Gueye, el profesor senegalés que trabaja como vendedor ambulante en Canarias.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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Pape Gueye estaba impartiendo clases de francés cuando, en 1998, su teléfono empezó a sonar. Al otro lado del móvil, un familiar le daba la noticia: su visado estaba listo y su vuelo hacia Europa despegaría en cuestión de horas. Abandonó el aula y se apresuró hasta llegar a su casa en Pikine, Senegal. Ubicada en la periferia de Dakar, a once kilómetros del centro por la Route du Front de Terre, sus más de 940.000 habitantes hacen de ella la localidad más poblada del país. La curiosidad y las ganas de “probar suerte” fueron sus compañeras de viaje. En su país de origen, su sueldo como docente apenas alcanzaba los 200.000 francos CFA (300 euros). Creía que en España su formación se vería mejor recompensada, pero la realidad se alejó por completo de sus expectativas. La imposibilidad de homologar su título lo empujó a la venta ambulante de bisutería en el sur de Gran Canaria. Más de 20 años después, la inestabilidad de su trabajo hizo que la declaración del estado de alarma lo pillara con apenas 30 euros en el bolsillo. “Un mercader vive al día. Lo que ganas en una semana es lo que tendrás para comer, pagar los gastos y enviar dinero a la familia. Esto nos pilló por sorpresa a todos”, cuenta.

Vestido con traje de pantalón y chaqueta y una corbata, el profesor pasó sus primeros días en Gran Canaria vendiendo collares y pulseras a turistas en Maspalomas en pleno verano. “Lo primero que pensaban otros vendedores al verme era: ”Este es un recién llegado“, bromea en una conversación con este medio. Poco a poco fue aprendiendo cómo funcionaba el negocio, que en semanas ”buenas“ le puede dejar 200 euros y, otras, apenas cinco euros o ningún ingreso. Pape, que además es vicepresidente de la coordinadora de asociaciones de senegaleses en las Islas, lamenta que algunos de sus compatriotas estén en una situación aún más precaria y vulnerable. ”Hay mujeres a las que solo le quedaban dos euros cuando empezó la pandemia y con sus caseros detrás para que paguen el alquiler“, cuenta. El reparto de alimentos organizado por las organizaciones de la Federación de Asociaciones Africanas de Canarias (FAAC) y el apoyo del diputado del PSOE Luc André Diouf es lo que ha permitido que algunas comunidades de personas africanas en Canarias pudieran sobrevivir a la pandemia.

“Tengo detrás de mí a más de 50 familias que ahora mismo no tienen nada. Su situación es crítica. La mayoría son personas que no tienen papeles y son vendedores ambulantes que no tenían ni contrato para poder acogerse a un ERTE”, señala. Por ello, Pape se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para obtener al menos una ayuda alimentaria: “Es una necesidad”.

“La situación es aún peor para los inmigrantes que no pueden regularizar su situación”, insiste. “Las leyes no permiten llegar y trabajar de forma regular. Por lo tanto, en situaciones como esta es imposible acogerse a cualquier tipo de ayuda”. Ni siquiera la aprobación del Ingreso Mínimo Vital podrá aliviarles. Algunos de los bulos que circulan desde que esta ayuda salió adelante en el Congreso intentan hacer creer que todas las personas que llegan en patera podrán acceder a ella. Sin embargo, para poder percibirla el solicitante debe llevar al menos un año residiendo de manera regular en España, salvo si se trata de una víctima de violencia de género, de trata de seres humanos o de explotación sexual. Una situación que debe demostrarse y que no se aplica a quienes llegan al país a través de mafias. La saturación de las administraciones, la barrera idiomática y las exigencias de la Ley de Extranjería también bloquean la inserción de la población migrante.

El ejemplo de Europa

“Canarias no está preparada para la inmigración”, valora el docente. Aunque para él, por su posición geográfica y sus vínculos con África, el Archipiélago debería ser “el ejemplo de Europa”. Pape no solo tuvo que adaptarse a la vida del vendedor, sino también a la de ser africano en España. Pocos años después de llegar, Konate recuerda cómo un agente le paró sin motivo para ver si tenía documentación. “Siguen a la población negra porque dan por hecho que no tiene papeles”, opina. En cuanto a la atención a las personas que acceden por vías irregulares al continente, Pape valora que gracias a servicios como Salvamento Marítimo puedan llegar vivas, aunque “lamentablemente hay muchas muertes en la ruta canaria”. Sin embargo, una vez en tierra, la gestión es negativa: “Buscar una vida mejor y apoyar a la familia. Eso es la inmigración. Pero después la realidad es más complicada”.

Los Centros de Internamiento de Extranjeros son, para el senegalés, un ejemplo de los “errores” de las políticas migratorias españolas: “Son prisiones donde te quitan la libertad. Venir y que te encierren no es ayudar. Gracias a dios, en la actualidad no están abiertos”. En abril, tanto el CIE de Barranco Seco, en Gran Canaria, como el de Hoya Fría, en Tenerife, cerraron por la imposibilidad de deportar a los internos por estar las fronteras cerradas con la declaración del estado de alarma. Además, varias personas fueron contagiadas en lo que era la antigua prisión provincial en Gran Canaria, por lo que el juez de control, Arcadio Díaz Tejera, ordenó su desalojo.

Desde el punto de vista de Pape, la solución es clara: formación y educación. “El campo y la construcción son los dos grandes sectores donde la población migrante trabaja en la economía informal”, explica. Por tanto, para él, los fondos podrían dedicarse a abrir centros de formación y profesionalización para que la mano de obra sea cualificada y puedan acceder a empleos dignos, con un contrato laboral que los respalde. A esto se suma la importancia de un “cambio de mentalidad” en la población local. “Creemos que no, pero el racismo sigue existiendo”, subraya. “Los africanos toleramos más a la gente blanca cuando llega al continente que cuando sucede lo contrario. Aunque si miráramos atrás y recordáramos la colonización, deberíamos ser más duros con Occidente. Recordar cómo nos esclavizaron, duele”.

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