Puertas adentro

“Chibusque”, Lanzarote. ©️Leandro Betancor, 2022

Leandro Betancor Fajardo

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Esta es la guarida del viento negro. 

El silencio de la estancia huele a alfiler en el ojo. Cada paso que doy pesa y a mi peso sumo el de mi sombra que es el doble, aunque la luz no esté prendida. 

Allá donde mire siento que tengo los dedos metidos en un vaso de leche helada y la lengua pegada al paladar azul, mientras doce uñas afiladas pasean por mi espalda. Me dibujan jardines laberínticos como quien rasga una cortina. 

Recuerdo de súbito un momento en el que sobreviví a este lugar. También era diciembre y aunque todo estaba a oscuras, ahí sí, pude verle claramente: era un cíclope con patas de avestruz. Se movía en el suelo de damero con los movimientos del alfil mientras yo lo esquivaba con los de la Reina. 

Esta vez esquivé la bala pero sé que volverá a por mí a poco que pise la orilla de su rabia. 

La primera muerte, al final, es la mejor de todas… pero debo aprender, de una vez, a distinguir las setas buenas de los hongos malos. 

Bendito veneno de Resurrección. 

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