Robots marinos diagnostican la salud de nuestros mares
El océano esconde aún muchos misterios para la ciencia. El calentamiento global y la pérdida de biodiversidad hacen hoy más urgente que nunca que conozcamos mejor nuestros mares. Los nuevos desarrollos en robótica marina prometen ser una herramienta fundamental en esta labor.
Científicos de la Plataforma Oceánica de Canarias (PLOCAN) han recogido en la costa de Gran Canaria un wave glider, un pequeño robot de superficie que se mueve por el océano propulsado solo por la energía de las olas, que sus colegas del Instituto Superior Técnico de Lisboa y la Universidad de Azores botaron en la isla de Faial casi dos meses atrás.
Los científicos han guiado desde tierra el recorrido de cerca de 2.000 kilómetros que ha hecho el glider recopilando datos de la salinidad, el oxígeno disuelto, y la temperatura del Océano Atlántico, además de datos meteorológicos y grabaciones del ruido en el mar. El análisis de los resultados ayudará a evaluar el estado de los mares, a estudiar los efectos del ruido en los cetáceos y a afinar las predicciones meteorológicas.
“Necesitamos muchísima información para ver cómo la actividad humana está afectando al mar y a la biodiversidad que alberga para poder protegerlos”, dice Tania Morales, ingeniera responsable de la preparación y el pilotaje de los vehículos autónomos de PLOCAN.
Con poco más de dos metros de eslora, este navegador autónomo equipado de múltiples sensores ha recopilado datos tan detallados -o más- que los que hubiera hecho un buque oceanográfico con toda una tripulación científica embarcada durante semanas de campaña, y a un coste mucho menor.
Aunque el coste de compra de un glider puede rondar los 200.000 euros, dependiendo de los sensores que se le acoplen, su coste a largo plazo es mucho menor que el de un buque oceanográfico tradicional. Operar este tipo de robot desde tierra cuesta un 90% menos que operar un buque oceanográfico tripulado: unos 3.000 euros diarios frente a los cerca de 30.000 de un buque tripulado.
Además de ahorrar costes, los robots marinos son más versátiles que los buques oceanográficos porque pueden operar durante meses sin tener que recargar sus baterías. Estos robots se mueven aprovechando las olas o el viento, y los dispositivos que lleva a bordo se cargan con la energía del sol.
Los robots marinos también pueden hacer frente a condiciones de navegación adversas que obligarían a un buque tripulado a retirarse para proteger a la tripulación. “No pones en peligro ninguna vida humana cuando pones un robot en el agua”, dice Morales.
Esta misión científica se enmarca dentro del proyecto europeo iFADO, una inciativa europea para impulsar la innovación y el desarrollo sostenible en el sector marítimo, la llamada economía azul.
El desarrollo de los robots marinos está despegando, multiplicando sus aplicaciones con nuevos sensores más baratos y con distintas capacidades. “Han venido para quedarse y claramente nos van a proporcionar un conocimiento más profundo del océano”, concluye la ingeniera.
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